Papa Francisco | No debemos ser pastores de nosotros mismos, sino pastores de todos

18 enero, 2023

Papa Francisco | No debemos ser pastores de nosotros mismos, sino pastores de todos, así lo pedía el Santo Padre al compartir su mensaje durante la audiencia general del día de hoy. Celebrada en el Aula Pablo VI de Palacio Apostólico Vaticano, Su Santidad Francisco continuando con el nuevo ciclo de catequesis Pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente, centró su meditación en el tema: «Jesús modelo de anuncio» (Lectura: Lc 15,4-7).

Al respecto, señalaba, “hoy nos fijamos en el modelo insuperable de anuncio: Jesús. El Evangelio del día de Navidad lo llama «Verbo de Dios» (cf. Jn 1,1). El hecho de que sea el Verbo, es decir, la Palabra, nos señala un aspecto esencial de Jesús: está siempre en relación, en salida, nunca aislado; la Palabra, en efecto, existe para ser transmitida, comunicada”.

Continuando, decía, “(…) si nos fijamos en sus días, descritos en los Evangelios, vemos que en primer lugar está la intimidad con el Padre, la oración, razón por la que Jesús se levanta temprano, cuando aún es de noche, y se va a zonas desiertas a orar (cf. Mc 1,35; Lc 4,42) para hablar con el Padre”. Agregando, el Papa decía de Jesús, “(…) es interesante el primer gesto público que hace, después de los años de vida oculta en Nazaret. Jesús no realiza un gran prodigio, no lanza un mensaje sensacional, sino que se mezcla con la gente que iba a ser bautizada por Juan. Así nos ofrece la clave de su acción en el mundo: gastarse por los pecadores, solidarizándose con nosotros sin distancia, en el compartir total de la vida”.

Profundizando, el Santo Padre prosiguió diciendo del Señor, “si queremos representar su modo de vida con una imagen, no tenemos dificultad en encontrarla: Jesús mismo nos la ofrece, se lo hemos oído, hablando de sí mismo como del buen Pastor, el que -dice- «da su vida por las ovejas» (Jn 10,11), éste es Jesús. De hecho, ser pastor no era sólo un trabajo, que requería tiempo y mucho compromiso; era una auténtica forma de vida: veinticuatro horas al día, viviendo con el rebaño, acompañándolo a los pastos, durmiendo entre las ovejas, cuidando de las más débiles”.

Avanzando, el Santo Padre subrayaba, “para resumir la acción de la Iglesia, en una palabra, se utiliza a menudo el término «pastoral». Y para evaluar nuestro trabajo pastoral, debemos compararnos con el modelo, compararnos con Jesús, Jesús el Buen Pastor. En primer lugar, podemos preguntarnos: ¿lo imitamos bebiendo de las fuentes de la oración, para que nuestro corazón esté en sintonía con el Suyo?

Respondiendo, continuó, “Jesús mismo lo dejó claro a sus discípulos: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Si uno está con Jesús, descubre que su corazón pastoral late siempre por los que están perdidos, extraviados, lejos. ¿Y los nuestros?

En otro tramo de su mensaje, el Pontífice, recordaba, “hemos escuchado la parábola de la oveja perdida en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas (cf. vv. 4-7). Jesús habla también de la moneda perdida y del hijo pródigo. Si queremos entrenar nuestro celo apostólico, debemos tener siempre presente el capítulo 15 de Lucas”.

Ahondando, decía también, “Evangelizar no es hacer proselitismo: el proselitismo es algo pagano, no es religioso ni evangélico. Hay una buena palabra para los que han abandonado el rebaño, y nosotros tenemos el honor y la carga de ser quienes pronuncien esa palabra. Porque el Verbo, Jesús, nos pide esto, que nos acerquemos siempre, con el corazón abierto, a todos, porque Él es así”.

En final, el Santo Padre compartió, “pidamos en la oración la gracia de un corazón pastoral, abierto, que esté cerca de todos, para llevar el mensaje del Señor y también para sentir por cada uno el anhelo de Cristo. Porque, nuestra vida sin este amor que sufre y arriesga, no va: si los cristianos no tenemos este amor que sufre y arriesga, corremos el riesgo de pastorearnos sólo a nosotros mismos. No debemos ser pastores de nosotros mismos, sino pastores de todos”.

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:   

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos a todos!

El miércoles pasado comenzamos un ciclo de catequesis sobre la pasión evangelizadora, es decir, sobre el celo apostólico que debe animar a la Iglesia y a cada cristiano. Hoy nos fijamos en el modelo insuperable de anuncio: Jesús. El Evangelio del día de Navidad lo llama «Verbo de Dios» (cf. Jn 1,1). El hecho de que sea el Verbo, es decir, la Palabra, nos señala un aspecto esencial de Jesús: está siempre en relación, en salida, nunca aislado; la Palabra, en efecto, existe para ser transmitida, comunicada. Así es Jesús, la Palabra eterna del Padre que sale hacia nosotros, que se nos comunica. Cristo no sólo tiene palabras de vida, sino que hace de su vida una Palabra, un mensaje: Él vive, es decir, siempre vuelto hacia el Padre y hacia nosotros. Siempre mirando al Padre que le envió y mirándonos a nosotros a quienes fue enviado.

De hecho, si nos fijamos en sus días, descritos en los Evangelios, vemos que en primer lugar está la intimidad con el Padre, la oración, razón por la que Jesús se levanta temprano, cuando aún es de noche, y se va a zonas desiertas a orar (cf. Mc 1,35; Lc 4,42) para hablar con el Padre. Todas las decisiones y elecciones importantes se toman después de la oración (cf. Lc 6,12; 9,18). Precisamente en esta relación, en la oración que le une al Padre en el Espíritu, Jesús descubre el sentido de su ser hombre, de su existencia en el mundo porque está en misión para nosotros, enviado por el Padre a nosotros.

En este sentido, es interesante el primer gesto público que hace, después de los años de vida oculta en Nazaret. Jesús no realiza un gran prodigio, no lanza un mensaje sensacional, sino que se mezcla con la gente que iba a ser bautizada por Juan. Así nos ofrece la clave de su acción en el mundo: gastarse por los pecadores, solidarizándose con nosotros sin distancia, en el compartir total de la vida. De hecho, hablando de su misión, dirá que no ha venido «a ser servido, sino a servir y a dar la vida» (Mc 10,45). Cada día, después de la oración, Jesús dedica toda su jornada al anuncio del Reino de Dios y la dedica a los hombres, especialmente a los más pobres y débiles, a los pecadores y a los enfermos (cf. Mc 1,32-39). Es decir, Jesús está en contacto con el Padre en la oración y luego está en contacto con toda la gente para la misión, para la catequesis, para enseñar el camino del Reino de Dios.

Ahora bien, si queremos representar su modo de vida con una imagen, no tenemos dificultad en encontrarla: Jesús mismo nos la ofrece, se lo hemos oído, hablando de sí mismo como del buen Pastor, el que -dice- «da su vida por las ovejas» (Jn 10,11), éste es Jesús. De hecho, ser pastor no era sólo un trabajo, que requería tiempo y mucho compromiso; era una auténtica forma de vida: veinticuatro horas al día, viviendo con el rebaño, acompañándolo a los pastos, durmiendo entre las ovejas, cuidando de las más débiles. Jesús, en otras palabras, no hace algo por nosotros, sino que lo da todo, da su vida por nosotros. El suyo es un corazón pastoral (cf. Ez 34,15). Él nos pastorea a todos.

En efecto, para resumir la acción de la Iglesia en una palabra, se utiliza a menudo el término «pastoral». Y para evaluar nuestro trabajo pastoral, debemos compararnos con el modelo, compararnos con Jesús, Jesús el Buen Pastor. En primer lugar, podemos preguntarnos: ¿lo imitamos bebiendo de las fuentes de la oración, para que nuestro corazón esté en sintonía con el Suyo? La intimidad con Él es, como sugería el hermoso volumen del abad Chautard, «el alma de todo apostolado». Jesús mismo lo dejó claro a sus discípulos: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Si uno está con Jesús, descubre que su corazón pastoral late siempre por los que están perdidos, extraviados, lejos. ¿Y los nuestros? Cuántas veces nuestra actitud con las personas un poco difíciles o que son un poco difíciles se expresa con estas palabras: «Pero ése es su problema, que se apañe…». Pero Jesús nunca dijo esto, nunca, sino que siempre salió al encuentro de todos los marginados, de los pecadores. Se le acusaba de esto, de estar con los pecadores, porque les llevaba la salvación de Dios.

Hemos escuchado la parábola de la oveja perdida en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas (cf. vv. 4-7). Jesús habla también de la moneda perdida y del hijo pródigo. Si queremos entrenar nuestro celo apostólico, debemos tener siempre presente el capítulo 15 de Lucas. Léanlo a menudo, allí podremos comprender lo que es el celo apostólico. Allí descubrimos que Dios no se queda contemplando el encierro de sus ovejas, ni las amenaza para que no se alejen. Más bien, si uno sale y se pierde, no lo abandona, sino que lo busca. No dice: «Se ha ido, ¡culpa suya, asunto suyo!». El corazón pastoral reacciona de otra manera: el corazón pastoral sufre, el corazón pastoral arriesga. Sufre: sí, Dios sufre por los que se van, y mientras los llora, los ama aún más. El Señor sufre cuando nos distanciamos de su corazón. Sufre por los que no conocen la belleza de su amor y el calor de su abrazo. Pero, ante este sufrimiento, no se cierra, sino que se arriesga: deja a las noventa y nueve ovejas que están a salvo y se aventura a buscar a la que falta, haciendo así algo arriesgado e incluso irracional, pero acorde con su corazón de pastor, nostálgico de los que se han ido. La nostalgia por los que se han ido es continua en Jesús. Y cuando nos enteramos de que alguien ha dejado la Iglesia ¿qué decimos? «Que se apañe». No, Jesús nos enseña la nostalgia por los que se han ido; Jesús no tiene ira ni resentimiento, sino una irreductible nostalgia por nosotros. Jesús nos anhela, y ése es el celo de Dios.

Y me pregunto: ¿tenemos, tenemos sentimientos similares? Tal vez veamos como adversarios o enemigos a los que han abandonado el rebaño. «¿Y éste? – No, se ha ido a otra parte, ha perdido la fe, le espera el infierno…», y nos callamos. Al encontrarlos en la escuela, en el trabajo, en las calles de la ciudad, ¿por qué no pensar, en cambio, que tenemos una hermosa oportunidad de testimoniarles la alegría de un Padre que los ama y nunca los ha olvidado? No para hacer proselitismo, ¡no! Sino para llevarles la Palabra del Padre, para caminar juntos. Evangelizar no es hacer proselitismo: el proselitismo es algo pagano, no es religioso ni evangélico. Hay una buena palabra para los que han abandonado el rebaño, y nosotros tenemos el honor y la carga de ser quienes pronuncien esa palabra. Porque el Verbo, Jesús, nos pide esto, que nos acerquemos siempre, con el corazón abierto, a todos, porque Él es así. Quizás llevamos mucho tiempo siguiendo y amando a Jesús y nunca nos hemos preguntado si compartimos sus sentimientos, si sufrimos y arriesgamos en sintonía con el corazón de Jesús, con este corazón pastoral, ¡cercano al corazón pastoral de Jesús! No se trata de hacer proselitismo, ya lo he dicho, para que otros sean «de los nuestros», no, eso no es cristiano: se trata de amar para que sean felices hijos de Dios. Pidamos en la oración la gracia de un corazón pastoral, abierto, que esté cerca de todos, para llevar el mensaje del Señor y también para sentir por cada uno el anhelo de Cristo. Porque, nuestra vida sin este amor que sufre y arriesga, no va: si los cristianos no tenemos este amor que sufre y arriesga, corremos el riesgo de pastorearnos sólo a nosotros mismos. Los pastores que son pastores de sí mismos, en lugar de ser pastores del rebaño, son peinadores de ovejas «exquisitas». No debemos ser pastores de nosotros mismos, sino pastores de todos.

__________________________________

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús, Buen Pastor, que nos conceda un corazón semejante al suyo, dispuesto a cuidar con ternura de todos los hermanos y hermanas que Él mismo nos confía, de modo especial los que se sienten perdidos o están alejados de su Presencia, que alegra y da vida. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Abre el seminario diocesano castrense

Necesitamos tu ayuda para el sostenimiento de los seminaristas

Noticias relacionadas

PAPA FRANCISCO | Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!

PAPA FRANCISCO | Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!

PAPA FRANCISCO | Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!, esas fueron las palabras compartidas por el Santo Padre desde la logia central de la Catedral de San Pedro y dirigidas a todos antes de impartir la bendición Urbi et Orbi. En el mensaje pascual, leído por...

0 comentarios

Pin It on Pinterest

¡Compartí esta noticia!

¡Enviásela a tus amig@s!