Papa Francisco | Jesús nunca se asusta de nuestras debilidades porque ya ha pagado, sólo quiere acompañarnos, quiere llevarnos de la mano para que la vida no sea tan dura para nosotros, así lo expresaba el Santo Padre al compartir la Homilía, en la celebración de la Cena del Señor. Fue en la tarde de hoy (hora local), en la cárcel de menores de Casal del Marmo, ubicada en las afueras de Roma, siendo su segundo visita a lugar, la primera vez había sido en el año 2013.
En sus palabras compartidas, el Santo Padre decía, “imaginaos lo asombrados que se quedaron los discípulos cuando vieron que Jesús empezaba a hacer este gesto de esclavo. Pero lo hace para hacerles comprender el mensaje del día siguiente: que moriría como un esclavo, para pagar la deuda de todos nosotros. Si escucháramos estas cosas de Jesús, la vida sería tan buena porque nos apresuraríamos a ayudarnos unos a otros, en lugar de engañarnos unos a otros, de aprovecharnos unos de otros, como nos enseñan los listos”.
Agregando en otro tramo, señalaba, “cada uno de nosotros puede decir: ‘Pero si el Papa supiera las cosas que tengo dentro…’. Pero Jesús las conoce y nos ama como somos, y nos lava los pies. Jesús nunca se asusta de nuestras debilidades, nunca se asusta porque ya ha pagado, sólo quiere acompañarnos, quiere llevarnos de la mano para que la vida no sea tan dura para nosotros”.
A continuación, compartimos en forma completa la Homilía del Santo Padre Francisco:
SANTA MISA IN COENA DOMINI
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Hogar de menores Casal del Marmo
Jueves Santo, 6 de abril de 2023
Llama la atención cómo Jesús, justo el día antes de ser crucificado, hace este gesto. Lavarse los pies, era la costumbre en aquel tiempo porque las calles estaban polvorientas, la gente venía de fuera y al entrar en una casa, antes del banquete, de la reunión, se lavaban los pies. Pero, ¿quién lavaba los pies? Los esclavos, porque era trabajo de esclavos. Imaginaos lo asombrados que se quedaron los discípulos cuando vieron que Jesús empezaba a hacer este gesto de esclavo. Pero lo hace para hacerles comprender el mensaje del día siguiente: que moriría como un esclavo, para pagar la deuda de todos nosotros. Si escucháramos estas cosas de Jesús, la vida sería tan buena porque nos apresuraríamos a ayudarnos unos a otros, en lugar de engañarnos unos a otros, de aprovecharnos unos de otros, como nos enseñan los listos. Es tan hermoso ayudarse unos a otros, echarse una mano: son gestos humanos, universales, pero que salen de un corazón noble. Y Jesús quiere enseñarnos esto hoy con esta celebración: la nobleza del corazón. Cada uno de nosotros puede decir: ‘Pero si el Papa supiera las cosas que tengo dentro…’. Pero Jesús las conoce y nos ama como somos, y nos lava los pies. Jesús nunca se asusta de nuestras debilidades, nunca se asusta porque ya ha pagado, sólo quiere acompañarnos, quiere llevarnos de la mano para que la vida no sea tan dura para nosotros. Haré el mismo gesto de lavar los pies, pero no es algo folclórico, no. Pensamos que es un gesto que anuncia cómo debemos ser, unos con otros. En la sociedad vemos cuánta gente se aprovecha de los demás, cuánta gente está acorralada y no puede salir. Cuántas injusticias, cuánta gente sin trabajo, cuánta gente que trabaja y cobra la mitad, cuánta gente que no tiene dinero para comprar medicinas, cuántas familias rotas, tantas cosas malas… Y ninguno de nosotros puede decir: «Doy gracias a Dios por no estar así, ¿sabes?» – «¡Si no estoy así es por la gracia de Dios!»; cada uno de nosotros puede resbalar, cada uno de nosotros. Y esta conciencia, esta certeza de que cada uno de nosotros puede resbalar es lo que nos da la dignidad -escuchad la palabra: la «dignidad»- de ser pecadores. Y así nos quiere Jesús, y por eso quiso lavarnos los pies y decirnos: «He venido a salvaros, a serviros». Ahora yo haré lo mismo para recordar lo que Jesús nos enseñó: ayudarnos los unos a los otros. Y así la vida es más bella y podemos seguir así. Durante el lavatorio de los pies -espero pasar porque no puedo caminar bien- pero durante el lavatorio de los pies piensas: ‘Jesús me lavó los pies, Jesús me salvó, y ahora tengo esta dificultad’. Pero pasará, el Señor está siempre a tu lado, nunca te deja, nunca. Piensa en esto.
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