PAPA LEÓN XIV | Imploremos a María por su intercesión el don de la paz, el auxilio y el consuelo para los que sufren y, para todos nosotros, la gracia de ser testigos del Señor Resucitado, así lo pidió el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración de Regina Coeli. Al concluir la celebración de inicio del Ministerio Petrino, Su Santidad León XIV saludaba a los presentes y decía, “durante la Misa sentí fuertemente la presencia espiritual del Papa Francisco, que desde el cielo nos acompaña”.
Agregando, continuaba, “en esta dimensión de comunión de los santos recuerdo que ayer en Chambéry, Francia, fue beatificado el sacerdote Camille Costa de Beauregard, que vivió entre finales del siglo XIX y principios del XX, testigo de una gran caridad pastoral”. Finalmente, le pedía a la Virgen María, “imploremos por su intercesión el don de la paz, el auxilio y el consuelo para los que sufren y, para todos nosotros, la gracia de ser testigos del Señor Resucitado”.
A continuación, compartimos en forma completa las palabras de Su Santidad León XIV:
Al final de esta celebración, los saludo y les doy las gracias a todos ustedes, romanos y fieles de tantas partes del mundo, que han querido participar.
Expreso mi gratitud en particular a las Delegaciones oficiales de numerosos países, así como a los representantes de las Iglesias y Comunidades eclesiales y de otras religiones.
Dirijo un cordial saludo a los miles de peregrinos que han acudido de todos los continentes con ocasión del Jubileo de las Cofradías. Queridos hermanos, les agradezco que mantengan vivo el gran patrimonio de la piedad popular.
Durante la Misa sentí fuertemente la presencia espiritual del Papa Francisco, que desde el cielo nos acompaña. En esta dimensión de comunión de los santos recuerdo que ayer en Chambéry, Francia, fue beatificado el sacerdote Camille Costa de Beauregard, que vivió entre finales del siglo XIX y principios del XX, testigo de una gran caridad pastoral.
En la alegría de la fe y de la comunión no podemos olvidarnos de los hermanos y hermanas que sufren a causa de las guerras. En Gaza, los niños, las familias y los ancianos supervivientes están pasando hambre. En Myanmar, nuevas hostilidades han destruido vidas inocentes. La atormentada Ucrania espera por fin negociaciones para una paz justa y duradera.
Por eso, mientras encomendamos a María el servicio del Obispo de Roma, Pastor de la Iglesia universal, desde la “barca de Pedro” contemplémosla a ella, Estrella del mar, Madre del Buen Consejo,como signo de esperanza. Imploremos por su intercesión el don de la paz, el auxilio y el consuelo para los que sufren y, para todos nosotros, la gracia de ser testigos del Señor Resucitado.
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