PAPA LEÓN XIV | El don de la vida, recibido de Dios, no se nos entregó para terminar así, sino que necesita espacio, libertad, relación, para realizarse y expresarse, así lo expresaba el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy, Su Santidad León XIV se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico desde donde se reunió con los fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.
En esta jornada, decía el Papa, “en el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a reflexionar sobre cómo invertir el tesoro de nuestra vida (cf. Lc 12,32-48). Dice: «Vendan sus bienes y denlos como limosna» (v. 33). Nos exhorta, por tanto, a no guardar para nosotros los dones que Dios nos ha dado, sino a emplearlos con generosidad para el bien de los demás, especialmente de quienes están más necesitados de nuestra ayuda”.
Seguidamente, agregaba, “el don de la vida, recibido de Dios, no se nos entregó para terminar así, sino que necesita espacio, libertad, relación, para realizarse y expresarse; necesita amor, que es lo único que trasforma y ennoblece cada aspecto de nuestra existencia, haciéndonos cada vez más semejantes a Dios. Las obras de misericordia son el banco más seguro y rentable al que confiar el tesoro de nuestra existencia, porque en él, como nos enseña el Evangelio, con “dos monedas” incluso una pobre viuda puede convertirse en la persona más rica del mundo (cf. Mc 12,41-44)”.
Completando, el Pontífice señaló, “San Agustín, a este propósito, dice: «Si dieses una libra de bronce y la recibieses de plata, o la dieses de plata y la recibieras de oro, te considerarías feliz. Lo que das se transforma realmente; se convertirá para ti no en oro ni en plata, sino en vida eterna» (Sermón 390, 2). Y explica por qué: «se transformará, porque te transformarás tú» (ibíd.)”.
Finalmente, compartía el Santo Padre, “(…) en la familia, en la parroquia, en la escuela y en los lugares de trabajo, en cualquier lugar donde nos encontremos, intentemos no perder ninguna ocasión para amar. Esta es la vigilancia que nos pide Jesús, habituarnos a estar atentos, dispuestos, sensibles los unos con los otros, como Él lo está con nosotros en cada instante”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad León XIV:
Queridos hermanos y hermanas, feliz domingo.
En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a reflexionar sobre cómo invertir el tesoro de nuestra vida (cf. Lc 12,32-48). Dice: «Vendan sus bienes y denlos como limosna» (v. 33).
Nos exhorta, por tanto, a no guardar para nosotros los dones que Dios nos ha dado, sino a emplearlos con generosidad para el bien de los demás, especialmente de quienes están más necesitados de nuestra ayuda. Se trata no sólo de compartir las cosas materiales de las que disponemos, sino de poner en juego nuestras capacidades, nuestro tiempo, nuestro afecto, nuestra presencia, nuestra empatía. En resumen, todo aquello que hace de cada uno de nosotros, en los designios de Dios, un bien único, inapreciable, un capital vivo, palpitante, que para crecer requiere ser cultivado y empleado, porque si no se seca y se devalúa. O bien termina perdido, a merced de quienes, como ladrones, se apropian de él para convertirlo simplemente en un objeto de consumo.
El don de la vida, recibido de Dios, no se nos entregó para terminar así, sino que necesita espacio, libertad, relación, para realizarse y expresarse; necesita amor, que es lo único que trasforma y ennoblece cada aspecto de nuestra existencia, haciéndonos cada vez más semejantes a Dios. No es casualidad que Jesús pronuncia estas palabras mientras está de camino hacia Jerusalén, donde se ofrecerá a sí mismo en la cruz para nuestra salvación.
Las obras de misericordia son el banco más seguro y rentable al que confiar el tesoro de nuestra existencia, porque en él, como nos enseña el Evangelio, con “dos monedas” incluso una pobre viuda puede convertirse en la persona más rica del mundo (cf. Mc 12,41-44).
San Agustín, a este propósito, dice: «Si dieses una libra de bronce y la recibieses de plata, o la dieses de plata y la recibieras de oro, te considerarías feliz. Lo que das se transforma realmente; se convertirá para ti no en oro ni en plata, sino en vida eterna» (Sermón 390, 2). Y explica por qué: «se transformará, porque te transformarás tú» (ibíd.).
Y para entender lo que quiere decir, podemos pensar en una mamá que abraza a sus hijos, ¿no es la persona más hermosa y rica del mundo? O también dos novios, cuando están juntos, ¿no se sienten un rey y una reina? Y podríamos poner tantos otros ejemplos.
Por eso, en la familia, en la parroquia, en la escuela y en los lugares de trabajo, en cualquier lugar donde nos encontremos, intentemos no perder ninguna ocasión para amar. Esta es la vigilancia que nos pide Jesús, habituarnos a estar atentos, dispuestos, sensibles los unos con los otros, como Él lo está con nosotros en cada instante.
Hermanas y hermanos, confiemos a María este deseo y este compromiso. Que ella, la Estrella de la mañana, nos ayude a ser, en un mundo marcado por tantas divisiones, “centinelas” de la misericordia y de la paz, como nos ha enseñado san Juan Pablo II (cf. Vigilia de oración para la XV Jornada Mundial de la Juventud, 19 agosto 2000) y como nos han mostrado de una manera tan hermosa los jóvenes que han venido a Roma para el Jubileo.
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Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Sigamos rezando por el fin de las guerras. El 80º aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki ha reavivado en todo el mundo el necesario rechazo a la guerra como medio para resolver conflictos. Que quienes toman las decisiones tengan siempre presente su responsabilidad frente a las consecuencias de las mismas sobre las poblaciones; que no ignoren las necesidades de los más vulnerables ni el anhelo universal de paz.
En este sentido, felicito a Armenia y Azerbaiyán, que han firmado la Declaración conjunta de paz. Espero que este evento contribuya a una paz estable y duradera en el Cáucaso meridional.
Mientras tanto, la situación del pueblo haitiano es cada vez más desesperada. Son continuas las noticias de asesinatos, violencia de todo tipo, trata de personas, exilios forzados y secuestros. Hago un llamamiento apremiante a todos los responsables para que liberen inmediatamente a los rehenes y solicito el apoyo concreto de la comunidad internacional para crear las condiciones sociales e institucionales que permitan a los haitianos vivir en paz.
Saludo a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos de diversos países, especialmente a los de Woodstock, Georgia, Estados Unidos, y a los de la diócesis de Down y Connor, en Irlanda.
Saludo a los miembros de la Operación Mato Grosso, de diferentes ciudades italianas, y a los grupos parroquiales de Stezzano, Medole y Villastellone.
Gracias por su presencia y sus oraciones. ¡Feliz domingo a todos!
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