Novena a San Juan de Capistrano
+ En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo y danos a gustar este tiempo de oración, danos silencio y serenidad para saber que este tiempo es para rezar, solo rezar. Rezar para amar más y servir mejor. Amén
Cuarto día
Intención del día: Pedimos, en este día, por los sacerdotes capellanes en nuestra Prefectura Naval Argentina:
Los que están, actualmente.
Los que han pasado por ahí.
Los que han fallecidos.
Texto de la Palabra: Mt. 28, 18- 20
«Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo». Palabra del Señor
Eco del Evangelio en la vida de San Juan:
A los 33 años fue ordenado de sacerdote y luego, durante 40 años recorrió toda Europa predicando con enormes éxitos espirituales. Tuvo por maestro de predicación y por guía espiritual al gran San Bernardino de Siena, y formando grupos de seis y ocho religiosos se distribuyeron primero por toda Italia, y después por los demás países de Europa predicando la conversión y la penitencia. Juan tenía que predicar en los campos y en las plazas porque el gentío tan enorme no cabía en las iglesias. Su presencia de predicador era impresionante. Flaco, pálido, penitente, con voz sonora y penetrante; un semblante luminoso, y unos ojos brillantes que parecían traspasar el alma, conmovía hasta a los más indiferentes. La gente lo llamaba «El padre piadoso», «el santo predicador». Vibraba en la predicación de las verdades eternas.
Actualizando su ejemplo: Mons. Santiago Olivera
Por intercesión de nuestro Patrono pedimos por Capellanes santos, entregados sin reserva a la Causa del Evangelio. Para estar allí donde nuestros fieles encomendados están, dejándonos moldear por ellos, dispuestos a predicar con la vida y la Palabra a Jesús, dando nuestra vida “hasta el extremo”. Renovar con firme convicción la llamada a ser testigos valientes del Evangelio, que lo Anunciemos con nuestra Propia vida.
Rezamos un misterio del Rosario junto a la jaculatoria: “Manda Padre, muchos y santos obreros a Tu mies. Conserva y santifica a los que estamos”
Oración final:
Señor, que hiciste de San Juan de Capistrano, un celoso predicador itinerante, te pedimos nos concedas ese mismo celo por anunciar con alegría la belleza del Evangelio a cada hombre y mujer de este tiempo, y asiste la misión de los sacerdotes. Por Cristo, nuestro Señor. Amén
+ En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
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