PORTUGAL
JMJ 2023 | A ustedes, jóvenes, a quienes la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra necesita la lluvia, que son el presente y el futuro, Jesús les dice hoy: ¡No tengáis miedo!, así lo expresó el Santo Padre al momento de compartir la homilía durante la celebración de la Santa Misa, esta mañana (hora local) en el Parque Tejo, en Lisboa. En la última jornada de la Jornada Mundial de la Juventud, Su Santidad Francisco se reunía nuevamente con los participantes de todo el mundo, a ellos les decía en su catequesis, “»¡Señor, qué bien nos hace estar aquí!» (Mt 17,4). Estas palabras, que el Apóstol Pedro dijo a Jesús en el Monte de la Transfiguración, también queremos hacerlas nuestras después de estos días tan intensos. ¿Qué nos llevamos al volver a la vida cotidiana?”
Respondiendo, decía, “quisiera responder a esta pregunta con tres verbos, siguiendo el Evangelio que hemos escuchado. ¿Qué nos llevamos? Brillad, escuchad, no temáis. ¿Qué nos llevamos? Respondo con estas tres palabras: brilla, escucha y no temas.
La primera: brilla. Jesús se transfigura. El Evangelio dice: «Su rostro resplandecía como el sol» (Mt 17,2). Acababa de anunciar su pasión y muerte en la cruz, rompiendo así la imagen de un Mesías poderoso y mundano y defraudando las expectativas de los discípulos”.
Profundizando, el Papa agregaba, “amigos, queridos jóvenes, también hoy necesitamos un poco de luz, un destello de luz que sea esperanza para afrontar tantas tinieblas que nos asaltan en la vida, tantas derrotas cotidianas, para afrontarlas con la luz de la resurrección de Jesús. Porque Él es la luz que no se apaga, Él es la luz que brilla incluso en la noche. «
Así entonces, explicaba el Santo Padre, “nos volvemos luminosos, brillamos cuando, aceptando a Jesús, aprendemos a amar como Él. Amar como Jesús: esto nos hace luminosos, esto nos lleva a hacer obras de amor. No te engañes, amigo, te volverás luminoso el día que hagas obras de amor. Pero cuando, en vez de hacer obras de amor hacia los demás, te miras a ti mismo, como un egoísta, ahí se apaga la luz”.
Continuando, se refirió al segundo verbo, escuchar, de él decía, “en la montaña, una nube brillante cubre a los discípulos. Y esta nube, desde la que habla el Padre, ¿qué dice? «Escuchadle», «éste es mi Hijo amado, escuchadle» (Mt 17,5). Todo está aquí: todo lo que hay que hacer en la vida está en esta palabra: escuchadle. Escuchad a Jesús”.
Completando, el Pontífice, añadía, “porque nosotros, aun con buena voluntad, emprendemos caminos que parecen caminos de amor, pero que en el fondo son egoísmo disfrazado de amor. ¡Cuidado con el egoísmo disfrazado de amor! Escúchale, porque Él te dirá cuál es el camino del amor. Escúchale”.
Respecto de la tercera palabra: no tengas miedo, el Papa dijo, “una palabra que se repite tanto en la Biblia, en los Evangelios: «no tengáis miedo». Estas fueron las últimas palabras que Jesús dijo a los discípulos en el momento de la Transfiguración: «No tengáis miedo» (Mt 17,7)”.
Finalmente, el Santo Padre compartió, “(…) quisiera miraros a cada uno de vosotros a los ojos y deciros: no tengáis miedo, no tengáis miedo. Es más, os digo algo muy hermoso. Ya no soy yo, es Jesús mismo quien os mira ahora, Él que os conoce, Él conoce el corazón de cada uno de vosotros, Él conoce la vida de cada uno de vosotros, Él conoce las alegrías, Él conoce las penas, los éxitos y los fracasos, Él conoce vuestro corazón. Y hoy Él os dice, aquí, en Lisboa, en esta Jornada Mundial de la Juventud: «¡No tengáis miedo, no tengáis miedo, tened valor, no tengáis miedo!».
A continuación, compartimos en forma completa la Homilía de Su Santidad Francisco:
SANTA MESSA PER LA GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ
OMELIA DEL SANTO PADRE
“Parque Tejo” (Lisbona)
Fiesta de la Trasfiguración del Señor, Domingo, 6 agosto 2023
«¡Señor, qué bien nos hace estar aquí!» (Mt 17,4). Estas palabras, que el Apóstol Pedro dijo a Jesús en el Monte de la Transfiguración, también queremos hacerlas nuestras después de estos días tan intensos. Es hermoso lo que estamos viviendo con Jesús, lo que hemos experimentado juntos, y es hermoso cómo hemos rezado, con tanta alegría en el corazón. Entonces podemos preguntarnos: ¿qué nos llevamos al volver a la vida cotidiana?
Quisiera responder a esta pregunta con tres verbos, siguiendo el Evangelio que hemos escuchado. ¿Qué nos llevamos? Brillad, escuchad, no temáis. ¿Qué nos llevamos? Respondo con estas tres palabras: brilla, escucha y no temas.
La primera: brilla. Jesús se transfigura. El Evangelio dice: «Su rostro resplandecía como el sol» (Mt 17,2). Acababa de anunciar su pasión y muerte en la cruz, rompiendo así la imagen de un Mesías poderoso y mundano y defraudando las expectativas de los discípulos. Ahora, para ayudarles a aceptar el plan de amor de Dios para cada uno de nosotros, Jesús toma a tres de ellos, Pedro, Santiago y Juan, los conduce al monte y se transfigura. Y este «baño de luz» les prepara para la noche de la pasión.
Amigos, queridos jóvenes, también hoy necesitamos un poco de luz, un destello de luz que sea esperanza para afrontar tantas tinieblas que nos asaltan en la vida, tantas derrotas cotidianas, para afrontarlas con la luz de la resurrección de Jesús. Porque Él es la luz que no se apaga, Él es la luz que brilla incluso en la noche. «Nuestro Dios ha hecho brillar nuestros ojos», dice el sacerdote Esdras (Esdras 9,8). Nuestro Dios ilumina. Ilumina nuestros ojos, ilumina nuestro corazón, ilumina nuestra mente, ilumina nuestro deseo de hacer algo en la vida. Siempre con la luz del Señor.
Pero me gustaría deciros que no nos volvemos luminosos cuando nos ponemos en el punto de mira, no, eso deslumbra. No nos volvemos luminosos. No nos volvemos luminosos cuando exhibimos una imagen perfecta, bien ordenada, bien acabada, no; ni tampoco si nos sentimos fuertes y exitosos, fuertes y exitosos, pero no luminosos. Nos volvemos luminosos, brillamos cuando, aceptando a Jesús, aprendemos a amar como Él. Amar como Jesús: esto nos hace luminosos, esto nos lleva a hacer obras de amor. No te engañes, amigo, te volverás luminoso el día que hagas obras de amor. Pero cuando, en vez de hacer obras de amor hacia los demás, te miras a ti mismo, como un egoísta, ahí se apaga la luz.
El segundo verbo es escuchar. En la montaña, una nube brillante cubre a los discípulos. Y esta nube, desde la que habla el Padre, ¿qué dice? «Escuchadle», «éste es mi Hijo amado, escuchadle» (Mt 17,5). Todo está aquí: todo lo que hay que hacer en la vida está en esta palabra: escuchadle. Escuchad a Jesús. Todo el secreto está aquí. Escucha lo que Jesús te dice. «No sé lo que me dice». Toma el Evangelio y lee lo que dice Jesús, lo que dice a tu corazón. Porque Él tiene palabras de vida eterna para nosotros, Él nos revela que Dios es Padre, Él es amor. Él nos muestra el camino del amor. Escucha a Jesús. Porque nosotros, aun con buena voluntad, emprendemos caminos que parecen caminos de amor, pero que en el fondo son egoísmo disfrazado de amor. ¡Cuidado con el egoísmo disfrazado de amor! Escúchale, porque Él te dirá cuál es el camino del amor. Escúchale.
Brilla es la primera palabra, sé luminoso; escucha, para que no te extravíes; y finalmente la tercera palabra: no tengas miedo. No tengas miedo. Una palabra que se repite tanto en la Biblia, en los Evangelios: «no tengáis miedo». Estas fueron las últimas palabras que Jesús dijo a los discípulos en el momento de la Transfiguración: «No tengáis miedo» (Mt 17,7).
A vosotros, jóvenes, que habéis vivido esta alegría -iba a decir esta gloria, y de hecho es una especie de gloria, este encuentro nuestro-; a vosotros, que cultiváis grandes sueños pero que a menudo os nubla el miedo a no verlos realizados; a vosotros, que a veces pensáis que no lo conseguiréis -un poco de pesimismo nos asalta a veces-; a vosotros, jóvenes, que en este momento estáis tentados de desanimaros, de juzgaros tal vez inadecuados o de ocultar vuestro dolor enmascarándolo con una sonrisa; a vosotros, jóvenes, que queréis cambiar el mundo -y es bueno que queráis cambiar el mundo- y que queréis luchar por la justicia y la paz; a vosotros, jóvenes, que ponéis empeño e imaginación en vuestras vidas, pero os parece que no son suficientes; a vosotros, jóvenes, a quienes la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra necesita la lluvia; a vosotros, jóvenes, que sois el presente y el futuro; sí, a vosotros, jóvenes, Jesús os dice hoy: «¡No tengáis miedo! «No tengáis miedo!».
En un poco de silencio, que cada uno de vosotros se repita a sí mismo, en su propio corazón, estas palabras: «¡No tengáis miedo!».
Queridos jóvenes, quisiera miraros a cada uno de vosotros a los ojos y deciros: no tengáis miedo, no tengáis miedo. Es más, os digo algo muy hermoso. Ya no soy yo, es Jesús mismo quien os mira ahora, Él que os conoce, Él conoce el corazón de cada uno de vosotros, Él conoce la vida de cada uno de vosotros, Él conoce las alegrías, Él conoce las penas, los éxitos y los fracasos, Él conoce vuestro corazón. Y hoy Él os dice, aquí, en Lisboa, en esta Jornada Mundial de la Juventud: «¡No tengáis miedo, no tengáis miedo, tened valor, no tengáis miedo!».
0 comentarios