Mons. Olivera | El Papa Francisco nos ayudó volver a lo esencial, la sencillez, gestos de cercanía, valoración de la humanidad, fortaleciendo siempre la “cultura del encuentro”

14 marzo, 2023

Mons. Olivera | El Papa Francisco nos ayudó volver a lo esencial, la sencillez, gestos de cercanía, valoración de la humanidad, fortaleciendo siempre la “cultura del encuentro”, así definía el Obispo Castrense de Argentina al referirse al Santo Padre, en el 10° aniversario de su Pontificado. Las declaraciones pertenecen a la publicación de Mons. Santiago Olivera en el diario digital MDZ de la provincia de Mendoza, difundida en las primeras horas de la tarde del 13 de marzo del 2023, bajo el título “Francisco, desde el fin del mundo, hacia todo el mundo”.

 En su nota, el Obispo señala sobre Su Santidad Francisco, “su aceptación actualizó el “dejándolo todo lo siguieron”, ya que, a este nuevo llamado, no dudó dejar todo, y ese todo significó ni volver en estos ya 10 años a su tierra, porque él vive que es Papa de todos, “su país” es la Iglesia católica, de algún modo experimentamos que, así como él ya no se pertenece, tampoco “nos pertenece” con exclusividad, sino que es de todos”.  Más adelante, Mons. Santiago agrega sobre el Papa, “su “primer” Magisterio fue el de los gestos, nos enseñó- como sucesor de Pedro- con sus actitudes cotidianas, de las cuales teníamos- casi cada día- una de ellas, contadas por los testigos o destinatarios de las mismas”.

A continuación, compartimos en forma completa la nota de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:

Francisco, desde el fin del mundo, hacia todo el mundo

Hay hechos que marcan la historia y, cuando somos testigos de ellos, nos quedan tan grabados que, solemos recordar lo que estábamos haciendo en ese preciso momento. ¿Quién de nosotros no se pregunta, donde nos sorprendió aquella siesta del 13 de marzo de 2013?, así reflexiona en MDZ Santiago Olivera

Precisamente celebrábamos, con gran alegría, siguiendo los distintos medios de comunicación, ver salir desde el “balcón de los nuevos Papas”, ni más ni menos que al Cardenal Jorge Mario Bergoglio, elegido como el 266° sucesor de San Pedro, eligiendo el nombre de Francisco, en honor al pobrecillo de Asís, san Francisco.

Elección del nombre que, como sabemos, no es casual, dejamos que el Papa nos cuente:

“Les contaré la historia. Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba” (…) “cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: ‘No te olvides de los pobres’”. “Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres.

De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís. Después he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los votos”. “Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís”. “Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre”.

Les quiero compartir, al cumplirse diez años de aquella gozosa fecha, algunas notas que brotan del corazón en torno a la figura del papa Francisco, sus gestos, palabras, su “revolución” en favor del Evangelio. A sabiendas que, diez años de tanta labor evangélica, no se pueden sintetizar en pocas páginas.

Uno de los nuestros. El papa Francisco nos ayudó volver a lo esencial, la sencillez, gestos de cercanía, valoración de la humanidad, podríamos resumirlo, diciendo que ha sido y es el primer convencido en lo que promueve, crear y fortalecer siempre la “cultura del encuentro”. Para Argentina ha significado un gran acontecimiento, no es un detalle menor, volver a pasar por el corazón, que, de nuestra tierra, de nuestro pueblo, de nuestras Iglesias, de nuestro clero salió el sucesor actual de Pedro. Dios quiere que nunca nos dejemos de maravillar por eso: ¿Cuántos de nuestros pueblos católicos hubiesen querido recibir una gracia similar? No dejemos que nos pase, lo que Jesús reprochó a su pueblo “si los signos de Dios que ustedes vieron, hubiesen pasado en… hace rato se hubiesen vuelto a Dios”

Digo esto último, porque- lamentablemente- nosotros, no todos, no supieron trascender la mirada meramente humana y fue inducido, por algunos, como parte de la triste y famosa grieta que divide a nuestro país. En estos 10 años debemos detenernos y dar gracias a Dios por esta providencial presencia que, en el caso nuestro, nos significó el esfuerzo asombroso como a los contemporáneos de Jesús, ¿No es este el hijo del carpintero?, algo así cómo, ¿No es este el cardenal Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires?

Estuvo entre nosotros, conocemos mucho de él y –ahora- magnificado por su misión , animado y sostenido por el Espíritu, no sería honesto sino decimos que a muchos nos sorprendió sus nuevos modos y rostro alegre, como él ha dicho “Feliz y blindado por el Espíritu Santo”. Su aceptación actualizó el “dejándolo todo lo siguieron”, ya que, a este nuevo llamado, no dudó dejar todo, y ese todo significó ni volver en estos ya 10 años a su tierra, porque él vive que es Papa de todos, “su país” es la Iglesia católica, de algún modo experimentamos que, así como él ya no se pertenece, tampoco “nos pertenece” con exclusividad sino que es de todos. ¿Qué queremos que venga? Sin lugar a duda que sí y, esperamos, pronto se puedan dar las condiciones que la providencia juzgue necesarias para que se dé su venida a nuestro país. 

Magisterio de los gestos y de la letra. Haciendo una breve memoria, podemos decir que, su “primer” Magisterio fue el de los gestos, nos enseñó- como sucesor de Pedro- con sus actitudes cotidianas, de las cuales teníamos- casi cada día- una de ellas, contadas por los testigos o destinatarios de las mismas. Algunas magnificadas, capaz, o con agregados, pero que no eran difícil de creer, ya que su persona nos incentivaba a decir, “sino pasó, pudo haber pasado o pasará”, porque la “revolución” de los gestos de Francisco ya se percibía a su alrededor. 

Sus gestos pasaron a la “pluma” y nos ha regalado ya, varias enseñanzas, magisterio de su puño y letra que, siguiendo la línea de sus predecesores, nos ha metido- más aún- en el gran misterio del amor de Dios, de su gran misericordia. Imposible no vengan a nuestro corazón, las palabras del también querido Juan XXIII, cuando decía en la apertura del Concilio Vaticano II: “… la esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad”; o la institución del domingo de la misericordia llevada a cabo por el gran Juan Pablo II, en el marco de la pascua.

Nos regaló, incluso un año jubilar en torno a la misericordia, iluminadas por dos textos de riquísimo contenido espiritual y que, según sus propias palabras, nacidos de su experiencia de fe, les comparto una entrevista que diera el Papa a un medio español:
«Esto es lo que yo soy: un pecador al que el Señor ha dirigido su mirada… Y esto es lo que dije cuando me preguntaron si aceptaba la elección de Pontífice». Son las palabras que oí de los labios del papa Francisco cuando lo entrevisté en agosto de 2013. Así se define él a sí mismo: un pecador que ha experimentado la misericordia.

Y me susurró las palabras en latín de su aceptación del ministerio petrino, con las cuales se convirtió en Papa: Peccator sum, sed super misericordia et infinita patientia Domini nostri Iesu Christi confisus et in spiritu penitentiae accepto. «Soy un pecador», afirma
el Papa con toda claridad. Esto debería llevarlo a un sentimiento de desconfianza hacia sí mismo. Y sin embargo no es así, porque su respuesta es: «acepto» la elección. El único motivo que fundamenta su decisión es la confianza «en la misericordia y en la infinita paciencia de Nuestro Señor Jesucristo». Y la aceptación del Pontificado se realiza en «espíritu de penitencia». Son palabras fuertes.

El lema episcopal de Jorge Mario Bergoglio es “Miserando atque eligendo”. Durante la entrevista de 2013 me dijo: «es algo que, en mi caso, he sentido siempre muy verdadero». El lema está tomado de las Homilías de san Beda el Venerable, el cual, comentando el episodio evangélico de la vocación de san Mateo, escribe: «Jesús vio a un publicano y, como lo miró con un sentimiento de amor y lo eligió, le dijo: Sígueme». Y añadió: el gerundio latino miserando me parece intraducible al español. A mí me gusta traducirlo con otro gerundio que tampoco existe: misericordiando. Como vemos, con claridad, es de su propia experiencia que nos quiere hacer partícipes y eso, no deja de tener una cierta novedad pontificia.

Tanto en la Bula “Misericordiae Vultus”, con la que convoca el Jubileo de la Misericordia como en la Carta Apostólica “Misericordia et misera”, que fue al cierre del mismo, contienen unas perlas de incalculable valor, en lo que refiere al “corazón de Dios” y su empeño paterno de estar ahí, siempre, para nosotros. Otro distintivo de Francisco y, que nos ha dado, un claro ejemplo es la alegría del Evangelio, distintivo común a todo cristiano, a quien se ha encontrado profundamente con Jesús. De hecho, su primera exhortación apostólica, donde nos marcó un programa pastoral, lo tituló Evangelii Gaudium (El gozo del Evangelio) y cuyas primeras palabras son: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús».

Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”. Otra de las exhortaciones que tuvo a la alegría en el centro, son: “Amoris Laetitia” (La alegría del amor) y “Gaudete et exultate” (Alégrense y regocíjense). Donde lo referido a la familia, en las relaciones que derivan de ella, como el llamado a la santidad, temas que tratan dichas exhortaciones, respectivamente; tienen en el centro la alegría que mana de Jesús, porque Él es quien acompaña y es Él quien nos llama.

De los desafíos sobre lo que concierne a las relaciones afectivas en sus diversas aristas, el Papa ha querido recordarnos que, quienes están llamados a vivir- con radicalidad el Evangelio, vale esta aclaración para los que ponen en duda su Magisterio-
son hombres y mujeres, redimidas por el Señor, pero- como todos- portadores de la debilidad propia del pecado. Pide, especialmente un acompañamiento, podríamos decir con la dinámica de la “encarnación”, al estilo de Jesús, no otro. Creo que logra su cometido, en cuanto que nos sacude el corazón, a todos, y nos pone en evidencia de conversión, a todos, y, también en gratitud por su sabiduría acerca del hombre, sabiduría que le nace por su gran cercanía a Jesús.

Sobre la santidad, que él mismo ha dejado claro, no quiere ser un “Tratado”, al estilo académico del término, sino más bien, y en esa línea de lo dicho anteriormente, reflexiones que nacen de aquello que el mismo Concilio trajo al corazón de la Iglesia y
de quienes la formamos, el “llamado universal a la santidad”. Con un lenguaje llano y profundo, nos presenta modelos concretos, situaciones concretas y “enemigos” concretos para la santidad. El “rostro del Maestro” dibujado en las bienaventuranzas- cuyas reflexiones son una perla- y el capítulo 25, también de san Mateo, son una bellísima síntesis de lo que nos quiere transmitir. Que hablemos de los “santos de la puerta de al lado” con mucha naturalidad y gratitud, ha sido uno de los tantos logros de
esta Exhortación.

Casa Común, Periferias y Hermanos todos. En la entrevista que dio el Papa, cuando habla de la elección de su nombre, recordamos que destacó de san Francisco lo siguiente: “Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre. Venía bien volver a recordar esto, para destacar del papa Francisco, que también nos ha regalado unas enseñanzas que mira a lograr- más aun- la “cultura del encuentro”, logrando poner en un camino común a todos los que habitamos este suelo, sin distinción de raza, credo, estamento social, etc. Podríamos decir, el mismo Papa lo deja claro, que el espíritu del “pobrecillo de Asís”, están presente en los mismos.

Particularmente quiero detenerme en dos de sus escritos, Laudato sit y Fratelli tutti. El primero nos habla del planeta, la casa común, cuya preocupación y ocupación de los males que sufre, involucra o debería involucrar a todos. Es un desafío que nos une, el cuidado de la naturaleza trasciende todo credo. La reflexión del Papa va desde un detallado panorama de la realidad, desde sus peligros y desafíos, hasta consejos prácticos para un mejor cuidado del Planeta.

Sobre Fratelli tutti quiero detenerme un poco más, impregnado también con el espíritu del hermano universal, san Francisco 8, el Papa nos invita a una clara mirada evangélica sobre la condición nueva que nos ha traído Jesús y que el santo de Asís supo plasmar muy bien: ser hermanos. De la rica reflexión, quería compartirles el siguiente texto que, a mi juicio, nos ayuda en este trato de hermanos y la paz social, la cual siempre precisamos custodiar y fortalecer. Sabemos que la paz necesita de la justicia y la justicia necesita de la verdad y la verdad necesita de la caridad.

Este camino entrelazado queda muy bien reflejado, cuando el Papa nos dice: En efecto, «la verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas. […] La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón. Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos. […] Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas. […] La violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte más muerte.  Tenemos que romper esa cadena que se presenta como ineludible».

Palabras que, si las dejamos, nos pueden ayudar y mucho, si nos situamos desde lo que el Papa también nos dice desde el párrafo anterior, la clave esté en transitar todo desde la verdad y no desde el olvido: “Los que han estado duramente enfrentados conversan desde la verdad, clara y desnuda. Les hace falta aprender a cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones. Sólo desde la verdad histórica de los hechos podrán hacer el esfuerzo perseverante y largo de comprenderse mutuamente y de intentar una nueva síntesis para el bien de todos”.

Por último, cito, algo que nos ubica en relación de hermanos: “nunca se debe encasillar al otro por lo que pudo decir o hacer, sino que debe ser considerado por la promesa que lleva dentro de él promesa que deja siempre un resquicio de esperanza.” El Papa quiso ponernos en situación “de salida”, actitud propia de la Iglesia que recibió de Jesús, el “ir a todos los pueblos”. No se entienda una Iglesia “estancada” en sus seguridades que le anula la dimensión esencial, ser misionera. Francisco nos invitó a esa “en salida y salida hacia las periferias, tanto geográficas como existenciales”, una maravillosa síntesis de decirnos “ir a todos”.

Un sabio refrán dice “las palabras conmueven, los ejemplos arrasan”, bien le vale al Papa, lo que él ha plasmado en la letra, lo ha hecho un programa en su Pontificado. Sus visitas a los lugares más distantes y, también, con personas distantes para el resto, recordar sin más, su preocupación y ocupación por los inmigrantes y aquel gran gesto en la Lampedusa. También al poner en el centro de la reflexión a la Amazonía 12, logró que muchos- en el mundo- pusieran sus ojos ahí y descubrieran la realidad de tantos hijos de esta tierra, que viven en situaciones también impensadas para el siglo que transitamos, de tanta tecnología y avance de la ciencia. Espero que esto nos anime a una lectura serena y despojada de todo prejuicio, de los tantos y ricos textos del Papa Francisco.

Los “extremos” de la vida. En las distintas enseñanzas del Papa Francisco en torno a la vida, nos ha dejado un claro mensaje de la importancia que tiene toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural y, en esta línea, nos ha hablado de saber custodiar la vida en sus extremos, es decir, desde el inicio hasta el ocaso de la misma, especialmente en los ancianos.

Quería terminar con esto, esta exposición, porque aquí también el Papa, nos ha dado un bello ejemplo en su relación y “cuidado” del Papa emérito Benedicto XVI, venciendo toda intención de algunos medios de querer generar discordia entre ellos. No fueron sino gestos de cercanía, cuidado y escucha. Francisco mostraba una cercanía familiar con él y si bien, no distaba mucha edad entre ellos, nos mostraba el cuidado y el valor que le debemos a nuestros ancianos, a los de nuestra familia, nuestra comunidad eclesial, los de la sociedad toda.

Una “perla” más del papa Francisco y que no quería dejar pasar sin compartirles y que su testimonio nos ayude a vivir, lo que nos deja como desafío:

“El mundo necesita cristianos que sepan mostrar con su vida la belleza del Evangelio; que sean tejedores de diálogo; que hagan resplandecer la vida fraterna; que difundan el buen perfume de la acogida y de la solidaridad; que protejan y custodien la vida”  

“Ustedes son mi pueblo, el pueblo que me ha formado…” Como conclusión de este homenaje a Francisco, quiero compartirles unas expresiones de la carta que envió, en respuesta a los saludos de los argentinos por sus cinco años de Pontificado. Ahí está la expresión que titula este párrafo y muestra en el Papa, algo que también nos ha enseñado, “no olvidar nuestras raíces, nuestros orígenes, ni avergonzarnos de ellos”:

“Quisiera decirles que el amor por mi Patria sigue siendo grande e intenso. Rezo todos los días por mi pueblo que tanto quiero (…) Ustedes son mi pueblo, el pueblo que me ha formado, me ha preparado y me ha ofrecido el servicio de las personas”. 

Lo encomendamos a nuestra Madre de Luján, Madre de todos los que habitamos el suelo de nuestra Patria. Patria que ha dado, ni más ni menos, que al sucesor de Pedro.

* Monseñor Santiago Olivera, Obispo Castrense.

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