Mons. Olivera | La muerte es el día para volver al Padre, nuestra muerte está pensada por Dios

1 diciembre, 2023

Mons. Olivera | La muerte es el día para volver al Padre, nuestra muerte está pensada por Dios, así lo señala el Obispo Castrense de Argentina en su nota difundida en el diario digital MDZ.  Publicada en la columna de opinión del medio mendocino bajo el título “Nuestros seres queridos se van al cielo, pero nunca se van del todo”, en ella, el Obispo nos introduce en el tema, diciendo, “la partida de nuestros seres queridos, muchas veces nos inundan de tristeza, pero también es un gran motivo para agradecer todo lo que nos dejan, todo lo que hemos aprendido de ellos”.

En su reflexión, Mons. Santiago Olivera nos recuerda, creer en la resurrección, ciertamente, nos pone en el camino de la búsqueda de lo absoluto. Creer en la Resurrección nos sitúa en el camino de la confianza.

En otro párrafo, comparte, “la muerte es el día para volver al Padre. La muerte, nuestra muerte está pensada por Dios. No morimos por la fatalidad, no morimos por distracción, no morimos por casualidad, no morimos en las vísperas”.

A continuación, compartimos en forma completa la nota de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:

Nuestros seres queridos se van al cielo, pero nunca se van del todo

La partida de nuestros seres queridos, muchas veces nos inundan de tristeza, pero también es un gran motivo para agradecer todo lo que nos dejan, todo lo que hemos aprendido de ellos.

La muerte es pascua, es paso con Jesús, es certeza del abrazo misericordioso del Padre bueno. Esta verdad de fe, de nuestra fe cristiana, recibe una mayor relevancia, cuando experimentamos la muerte de alguien a quien amamos, cuyos lazos de familia, amistad u otra cercanía, nos causa un dolor mayor. Es ahí donde la fe, recibida en el bautismo y celebrada y alimentada cada día en nuestro corazón, adquiere una importancia tal, porque es esa luz, que-aunque parezca pequeña- tiene una fuerza tal, que es capaz de llenarnos de la paz y del consuelo que nadie más nos puede dar. 

La muerte, sabemos, es tránsito a otra vida, puerta de la eternidad, fin de una vida temporal y para el alma comienzo de una vida eterna… ¡eternamente feliz para quienes amaron mucho, supieron perdonar y pidieron perdón! Creer en la resurrección, ciertamente, nos pone en el camino de la búsqueda de lo absoluto. Creer en la Resurrección nos sitúa en el camino de la confianza.

El ¡No temas! tantas veces dicho por Jesús en sus Evangelios debería calar hondo en nuestro corazón para transitar por la vida con la certeza que nada aquí es definitivo, todo es transitorio y pasajero. A la luz de la muerte de Jesús, es maravilloso pensar y saber que la muerte no es un fin, sino que es el comienzo, en el prefacio de la misa de difuntos, rezamos “nuestra vida no termina, sino que se transforma”. La muerte es el día para volver al Padre. La muerte, nuestra muerte está pensada por Dios. No morimos por la fatalidad, no morimos por distracción, no morimos por casualidad, no morimos en las vísperas.

El día de nuestra muerte también forma parte de la providencia amorosa del Padre. Nuestra muerte debe ser siempre pensada desde la muerte de Cristo. Allí podrá ser mirada sin tanto temor, “Dios nos hizo para Él y nuestro corazón está inquieto hasta
que descanse definitivamente en Él”, nos recordó el gran San Agustín. Y es maravilloso lo que cantaba Santa Teresa: “Sácame de esta muerte, mi Dios y dame la vida; no me tengas impedida en este lazo tan fuerte. Mira qué pena no verte, y mi mal es tan entero, que muero porque no muero” (Sta. Teresa,” Vivo sin vivir en mí”) La muerte de Jesús ilumina nuestra propia muerte porque su muerte es un paso, un abrazo al Padre. Vamos al encuentro con quien nos ama desde siempre, llevado por las manos de Jesús porque nadie va al Padre sino por medio del hijo, como nos dice la escritura. Ese encuentro definitivo “necesita” de este paso, donde parece que todo ha terminado, pero los ojos y el corazón de la fe, nos habla de un “comienzo”, ya sin fin, sin dolor sin nuevas despedidas. Porque es el comienzo a vivir en nuestra patria definitiva: el cielo, donde muchos de los nuestros ya la habitan y nos esperan.

* Monseñor Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina

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