Mons. Olivera | Los animo a que todos, nos encomendemos con devoción y confianza de hijos a la Virgen María, así lo pide el Obispo Castrense de Argentina al compartir una carta refiriéndose al sexto aniversario de su inicio de Ministerio Pastoral en la Diócesis (30 de junio de 2017). Mons. Santiago Olivera quien se encuentra en Europa, donde viajó para participar de la Conferencia Internacional de Obispos Castrenses en Austria, comparte una serie de recuerdos que en estos años pudo experimentar en su ministerio.
En primer lugar, citaba, “Mons. Pedro Candia tuvo que afrontar la difícil misión de la conducción de la diócesis-como Administrador Diocesano- en un tiempo difícil y complejo, y lo pudo hacer con eficacia y prudencia; (…). Diez años sin un obispo en esta Iglesia Castrense ha significado un notable esfuerzo y un vivo deseo de contar con él”.
Además, decía el Obispo, “llegar también me puso en contacto con un gran número de sacerdotes, más de 120 (…). Renuevo mi gratitud por todo ello y a cada uno, que se mostró con esa caridad pastoral para con su obispo que llegaba”.
También Mons. Santiago destacó que, a su llegada a la Diócesis, “contar con seminaristas, que en ese entonces acudían al Seminario de la Arquidiócesis de Mercedes-Luján, era esperanzador. En este tiempo tuve la gracia de haber ordenado sacerdote a dos de ellos, los ahora sacerdotes, Santiago García del Hoyo y Darío Verón, y uno, diácono, Luis Villafañe. Sin duda, frutos recogidos”.
Continuando, el Obispo recordó que, “el contacto con la Vida Consagrada y los fieles laicos, se fue dando, desde la “formalidad” a ir ganando confianza y cercanía. Con los fieles laicos, se va dando un camino de cercanía similar, pasando de los actos y reuniones formales a compartir también con algunos de ellos, las “dos” mesas, la de la Misa y la del hogar. Celebro mucho ambas cosas, compartir la realidad de las familias, dialogar con ellos, ser cercano a ellos, también en este clima familiar”.
También, en su recorrido de lo vivido, Mons. Olivera decía en este nuevo aniversario, “he querido expresar, con mi presencia, la cercanía con tantos hermanos nuestros que están presos, visitarlos, escucharlos y celebrar con ellos la Eucaristía, lo creo parte importante de mi labor de pastor, respuesta evangélica (“estuve preso y me visitaste») al estilo de Jesús, que se supo cercano a todos. Han sido años muy intensos, de gozos, alegrías y también de desafíos y pruebas. Vivencias comunes al camino del Señor Jesús y que todos los que hemos sido llamados a seguirlo, no podemos dejar de transitar como discípulos misioneros suyos”.
Continuando, el Obispo reflexionaba, “así como me impresionó la Providencia, en la estrecha relación entre mi escudo episcopal y las tierras de Cruz del Eje, la primera diócesis a la que fui enviado, en lo que refiere al olivo (también en sintonía con mi apellido), lo experimento aquí con el lema que elegí- como lema episcopal- y la vida de mis fieles, llamados- también- ellos a “dar la vida hasta el extremo””.
Antes de concluir Mons. Santiago, dijo, “no quiero dejar de evocar a la Madre, la Virgen María, en la tan querida Virgen de Luján, patrona de nuestra Patria y de nuestro Obispado. El regreso que se pudo lograr en estos años, de la tan preciada imagen de Ella, que estuvo en Malvinas, ha sido un gran gozo y también, una certeza más de que, donde está el Hijo, donde está Jesús, está también Ella. Los animo a que todos, nos encomendemos con devoción y confianza de hijos”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje del Obispo Castrense de Argentina, Mons. Santiago Olivera:

Buenos Aires, 24 de junio de 2023
Solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista
Querida Comunidad Diocesana:
El 30 de junio de 2017, después que se anunciara el 28 de marzo de ese mismo año, asumía- nombrado por el Papa Francisco- como obispo del Obispado para las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Federales de Seguridad de la República Argentina.
Al cumplirse seis años de haber asumido el cuidado pastoral de esta porción de la Iglesia, me resuenan algunos recuerdos del camino recorrido.
Mons. Pedro Candia tuvo que afrontar la difícil misión de la conducción de la diócesis-como Administrador Diocesano- en un tiempo difícil y complejo, y lo pudo hacer con eficacia y prudencia; pero se notaba y necesitaba la presencia de un obispo como pastor propio. Diez años sin un obispo en esta Iglesia Castrense ha significado un notable esfuerzo y un vivo deseo de contar con él.
Llegar también me puso en contacto con un gran número de sacerdotes, más de 120, contando incardinados, agregados y auxiliares, lo que me interpelaba en un desafío muy importante, ya que la misión del obispo tiene- como prioridad- acompañar, sostener y alentar a sus sacerdotes y, si bien algunos de ellos, cuentan con su obispo propio, no son ajenos al obispo castrense. Y qué decir de los que son incardinados y agregados, donde mi responsabilidad con ellos, es mayor.
Varios de estos sacerdotes, tuvieron la disponibilidad de corazón en “hacerme sentir parte”. Pude valorar los gestos de cercanía y disponibilidad de muchos de ellos, iluminándome sobre las nuevas realidades castrenses, una diócesis personal (distinta a una territorial), explicándome términos, expresiones, rangos, etc. Ya que venía, sin conocer mucho el “mundo castrense”. Renuevo mi gratitud por todo ello y a cada uno, que se mostró con esa caridad pastoral para con su obispo que llegaba.
Contar con seminaristas, que en ese entonces acudían al Seminario de la Arquidiócesis de Mercedes-Luján, era esperanzador. En este tiempo tuve la gracia de haber ordenado sacerdote a dos de ellos, los ahora sacerdotes, Santiago García del Hoyo y Darío Verón, y uno, diácono, Luis Villafañe. Sin duda, frutos recogidos. Otros siguen en camino y algunos más han ingresado en estos años. Contar con un Seminario propio, es motivo- también- de gratitud al buen Dios.
El contacto con la Vida Consagrada y los fieles laicos, se fue dando, desde la “formalidad” a ir ganando confianza y cercanía.
Visitar las casas de las Religiosas, compartir con ellas, la mesa de la Eucaristía y la otra mesa; y constatar su labor evangélica en el ámbito de nuestros centros de salud, y ver el tanto bien que hacen. Algunas veces teniendo que lidiar con situaciones de incomprensión e ingratitud. Pero ellas siguen, firmes y fieles, sabiéndose enviadas por la Iglesia.
Con los fieles laicos, se va dando un camino de cercanía similar, pasando de los actos y reuniones formales a compartir también con algunos de ellos, las “dos” mesas, la de la Misa y la del hogar. Celebro mucho ambas cosas, compartir la realidad de las familias, dialogar con ellos, ser cercano a ellos, también en este clima familiar. Agradezco mucho la cercanía de tantos de ustedes.
He querido expresar, con mi presencia, la cercanía con tantos hermanos nuestros que están presos, visitarlos, escucharlos y celebrar con ellos la Eucaristía, lo creo parte importante de mi labor de pastor, respuesta evangélica (“estuve preso y me visitaste») al estilo de Jesús, que se supo cercano a todos. Esta situación requiere una reflexión más amplia, es aquí donde se viven muchas situaciones de injusticias.
Han sido años muy intensos, de gozos, alegrías y también de desafíos y pruebas. Vivencias comunes al camino del Señor Jesús y que todos los que hemos sido llamados a seguirlo, no podemos dejar de transitar como discípulos misioneros suyos. La certeza es la fidelidad de su presencia, es el Emanuel, el “Dios siempre con nosotros”, podría decir el “Dios conmigo”, el “Dios con cada uno”. Así lo experimento y me anima a “amar hasta el extremo” a esta porción de su Rebaño, que se me confió. Así como me impresionó la Providencia, en la estrecha relación entre mi escudo episcopal y las tierras de Cruz del Eje, la primera diócesis a la que fui enviado, en lo que refiere al olivo (también en sintonía con mi apellido), lo experimento aquí con el lema que elegí- como lema episcopal- y la vida de mis fieles, llamados- también- ellos a “dar la vida hasta el extremo”.
No quiero dejar de evocar a la Madre, la Virgen María, en la tan querida Virgen de Luján, patrona de nuestra Patria y de nuestro Obispado. El regreso que se pudo lograr en estos años, de la tan preciada imagen de Ella, que estuvo en Malvinas, ha sido un gran gozo y también, una certeza más de que, donde está el Hijo, donde está Jesús, está también Ella. Los animo a que todos, nos encomendemos con devoción y confianza de hijos.
Su mirada y manto maternal nos cobija. Ella nos dice. “Hagan todo lo que Jesús les diga”, esta propuesta de la Madre debe encontrarnos a todos, deseando y plasmando el Evangelio de Jesús.
Con una gratitud plena, le dejo mi paternal bendición en el Señor Jesús, obispo de nuestras vidas y en su Madre.
+Santiago Olivera
Obispo Castrense de Argentina
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