Mons. Olivera | Los procesos efectivos de una paz duradera son ante todo transformaciones artesanales obradas por los pueblos

17 junio, 2021

Mons. Olivera | Los procesos efectivos de una paz duradera son ante todo transformaciones artesanales obradas por los pueblos, así lo afirmaba el Obispo Castrense de Argentina, fue en la carta remitida a los Sacerdotes de nuestra Diócesis. En el documento, fechado el 17 de junio, en la misma jornada en que el país conmemora el bicentenario del fallecimiento del Gral. Martín Miguel de Güemes, allí, Mons. Santiago Olivera, destacaba del Prócer, “(…) con tan solo 36 años dio su vida por la Patria. Hoy recordamos su entrega y valentía”.

Seguidamente también recordó al Gral. Manuel Belgrano, de quien el próximo 20 de junio se cumplirá el 201° aniversario de su fallecimiento y también se celebra el día de la Bandera Argentina, el Obispo destacó de estos dos referentes, “(…) nos invitan a mirar y a pensar en la realidad actual y en cómo podemos colaborar para el bien común”.  Agregando, “(…) como Diócesis Castrense, tenemos una relación directa con el compromiso hacia la Patria (…)”.

Continuando, Mons. Santiago expresó, “(…) quiero compartir con ustedes –como lo hacía en la Revistas Pastores- mis reflexiones, sobre todo para aquellos que más sufren, para lograr entre todos verdaderos caminos de encuentro”. Seguidamente el Obispo Castrense de Argentina, compartía su reflexión, bajo el título “Caminos de Reencuentro”, en coincidencia con el mismo nombre, que lleva el séptimo capítulo de la Encíclica Fratelli Tutti de Su Santidad Francisco.

A continuación, compartimos en forma completa la carta de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:

Buenos Aires, 17 de junio de 2021

Prot. 077 / 21

Muy queridos sacerdotes:

Estamos celebrando el 17 de junio, jornada en la que conmemoramos el paso a la inmortalidad del General Martín Miguel de Güemes. Prócer que con tan solo 36 años dio su vida por la Patria. Hoy recordamos su entrega y valentía. También estamos próximos a la celebración del 20 de junio, Día de la Bandera y aniversario del fallecimiento del General Manuel Belgrano. Aquel hombre que a la luz de su labor nos legó el amor hacia esa misma Patria naciente. Los dos nos invitan a mirar y a pensar en la realidad actual y en cómo podemos colaborar para el bien común. Mirar la historia de la manera más objetiva posible, no olvidando, como dijo alguien, que la ideología es un conjunto de ideas que no dejan pensar ni amar.

Nosotros, como Diócesis Castrense, tenemos una relación directa con el compromiso hacia la Patria, con la entrega hacia su defensa, su custodia, tanto en los hombres y mujeres que sirven en las Fuerzas Armadas como en las Fuerzas Federales de Seguridad.

A la luz de la realidad de mucho de nuestros fieles, la realidad de nuestra diócesis, quiero compartir con ustedes –como lo hacía en la Revistas Pastores- mis reflexiones, sobre todo para aquellos que más sufren, para lograr entre todos verdaderos caminos de encuentro. Es un aporte para que cada uno, a mí como Obispo y ustedes como capellanes en los distintos lugares de servicio pastoral, podamos ayudarnos a pensar en nuestra importante labor. Además, es una gran alegría renovada saber que contamos con la Vicaría de la Solidaridad, y en ella a Caritas Diocesana Castrense, que continúa su labor sin detenerse para asistir a aquellos fieles que están más necesitados.

CAMINOS DE REENCUENTRO

He querido comenzar estas reflexiones para los fieles confiados a mi cuidado pastoral con el mismo título que lleva el capítulo séptimo de la reciente Encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco, “Caminos de Reencuentro”. Este documento pontificio que trata sobre la amistad social y la fraternidad nos invita a todos a meditar sobre el modo en que estamos transitando por este mundo y el legado que estaremos dejando para el futuro. Sin lugar a duda, es una Encíclica para reflexionar, rumiar y poner en práctica. Como maestro de la Fe, como Pastor, con el significado que el Papa tiene en la Iglesia, su palabra para nosotros es rectora. En este caso concreto nos invita volver a pensar y repensarnos como amigos y hermanos de todos.

La alegría de esta Encíclica es también una oportunidad y un desafío para encarnar en nuestra propia realidad argentina este mensaje para todos. Al Papa no debemos leerlo de un modo parcial. Debemos seguir sus consejos, sus enseñanzas, su mirada profética. Tratarnos como hermanos siempre, no olvidando los acontecimientos graves que han ocurrido en nuestro país pero teniendo presente los tiempos de perdón y los tiempos de verdad a los fines que el “nunca más” sea una efectiva realidad. Que la memoria nos permita evitar los atropellos de una u otra parte, teniendo bien presente que las acciones lesivas de los derechos provenientes del Estado comprometen una mayor responsabilidad y una mayor gravedad. Pero ello, no admite una impunidad para faltar a los derechos más fundamentales, percibiéndose –en ese caso- que los derechos humanos no son iguales para todos, como señala Francisco en el número 22 de la Encíclica.

En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleguen a cicatrizar las heridas. Se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia, dice el Papa (N. 225). Que importante que nosotros podamos decir y reconocer que, en Argentina, en nuestras ciudades, en nuestras familias también hacen falta caminos de paz que ayuden a cicatrizar heridas.

Que significativo además es que Francisco pueda decirnos en esta Encíclica que la clave esté en transitar todo desde la verdad y no desde el olvido. Refiere: “Los que han estado duramente enfrentados conversan desde la verdad, clara y desnuda. Les hace falta aprender a cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones. Sólo desde la verdad histórica de los hechos podrán hacer el esfuerzo perseverante y largo de comprenderse mutuamente y de intentar una nueva síntesis para el bien de todos” (N. 226).

Nosotros ciertamente queremos la paz. Además, para los creyentes, sabemos que aquellos que trabajamos por la paz seremos llamados hijos de Dios. El Papa nos recuerda que “el proceso de paz es un compromiso constante en el tiempo y que es un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre paso a paso a una esperanza común más fuerte que la venganza.” (N. 226, remitiéndonos al Mensaje de la 53 Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2020).

Que eco hace en nuestro corazón escuchar de parte de Francisco que la verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia.

“Las tres juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas. La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón. Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos.” (N. 227). Continúa el Papa hablando de las distintas maneras de vivir la verdad, en el contexto de la violencia y en confesar que pasó en tantos acontecimientos. ¿Quién no puede sentirse conmovido e interpelado en nuestra querida Argentina? Debemos reconocer que la violencia engendra más violencia y que el odio engendra más odio y que la muerte engendra más muerte y que la injusticia atenta contra la paz.

La mirada del Santo Padre, sin lugar a duda, está puesta en la esperanza en el ser humano porque “nunca se debe encasillar al otro por lo que pudo decir o hacer, sino que 3 debe ser considerado por la promesa que lleva dentro de él promesa que deja siempre un resquicio de esperanza.” (N. 228).

Existen algunas tendencias -y a mí me lo han señalado al comienzo de mi labor como Obispo Castrense- que recomiendan no hablar de reconciliación y que se trataba de una palabra gastada, que tenía interpretaciones variadas y que caía mal en una parte de la sociedad argentina. Sin embargo siempre creo que los cristianos tenemos claro que significa la reconciliación. La reconciliación es un punto muy importante de nuestra doctrina cristiana. El Papa nos recuerda lo que señalaron los obispos de Corea del Sur: “una verdadera paz sólo puede lograrse cuando luchamos por la justicia a través del diálogo, persiguiendo la reconciliación y el desarrollo mutuo” (N. 229).

Algunos no prefieren hablar de reconciliación ya que entienden que el conflicto, la violencia y las rupturas son parte del funcionamiento normal de una sociedad. Otros creen que la reconciliación es cosa de los débiles, pero nosotros sabemos que el perdón y la reconciliación, como señalé, son temas muy asentados en nuestra fe cristiana y también en otras religiones. Hay que dejarse moldear y transitar estos caminos de reconciliación y reencuentro que nos llevarán a la paz.

Me parece un punto central recordar que la Argentina es un país de todos. Todos tenemos que mirarnos como hermanos. Todos tenemos que experimentar el gozo de la pertenencia a esta Patria, a esta historia nuestra, a esta realidad que hoy vivimos. Pertenencia a este país con sus luces y sus sombras, con sus distancias y enemistades, con alegrías comunes. Nos recuerda el Papa que el esfuerzo duro por superar lo que nos divide sin perder la identidad de cada uno, supone que en todos permanezca vivo un básico sentimiento de pertenencia. Porque “nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente de casa” (N. 230). Y este es un gran desafío. Todos debemos sentirnos en casa, no extranjeros en nuestra propia Patria.

Este es el gran desafío, hacer que todos se sientan en casa. Así como en la Iglesia debemos buscar que todos se sientan cómodos, que tienen un lugar entre nosotros aquellos que en el mundo están incómodos o en las periferias, también en nuestra Patria todos debemos sentirnos cómodos, parte y no jueces. Pero a la vez debemos sentirnos frágiles y débiles y que muchas veces como sociedad, como colectivo, hemos equivocado el rumbo.

Al comenzar mi ministerio como Obispo Castrense compartía que quería construir puentes ya que, lamentablemente, existen zanjas, que podríamos también llamar grietas, que nos dividen. El Papa nos recuerda que es muy necesario negociar y así desarrollar cauces concretos para la paz. Pero los procesos efectivos de una paz duradera son ante todo transformaciones artesanales obradas por los pueblos, donde cada ser humano puede ser un fermento eficaz con su estilo de vida cotidiana. Las grandes transformaciones no son fabricadas en escritorios o despachos. Entonces “cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación”. (N. 231).

Este documento sobre la amistad social también nos remite a la esperanza. Señala Francisco que no hay punto final en la construcción de la paz social de un país, sino que es “una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construirla unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común.” (N. 232). Este esfuerzo nos debe hacer huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Las manifestaciones públicas violentas, de un lado o de otro, no ayudan a encontrar caminos de salida (Idem.).

Queda claro que trabajar por la paz, por el reencuentro y por la amistad social no implica olvidar sin más y mirar para adelante sin tener memoria u ocultarla. “La reconciliación es un hecho personal que nadie puede imponerla al conjunto de una sociedad, aun cuando se debe promoverla”, como refiere el Papa Francisco en el N. 246.

También es importante pensar que no hay que olvidar. No se puede olvidar la Shoah, no se puede olvidar lo que pasó en Hiroshima y Nagasaki. No podemos olvidar lo que pasó en nuestro país. Este “no olvido” tiene el objetivo de evitar que esos acontecimientos luctuosos se repitan. Nos dice el Papa que “no podemos permitir que las actuales y nuevas generaciones pierdan la memoria de lo acontecido, esa memoria que es garante y estímulo para construir un futuro más justo y más fraterno”. (N. 248).

No puedo dejar de referirme a las palabras de Francisco en el N. 249 de la Encíclica: Es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió y que hay que mirar hacia adelante. ¡No, por Dios! Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa. Ello, sin lugar a dudas, lo suscribimos. Hay que tener viva la llama de la conciencia colectiva. Aunque en nuestro país algunos hayan tenido más responsabilidad en distintas situaciones de dolor, de dominación y destrucción, nunca hay que dejar de buscar, siempre en memoria, justicia y verdad, la auténtica reconciliación.

Por último, me quiero detener en las palabras del Papa acerca de la guerra, la pena de muerte y la condena de cadena perpetua. Son palabras que Francisco pronuncia y eleva al mundo y que intentan, por cierto, plasmarse en actitudes y en leyes que contemplen el “nunca más la guerra”, el “nunca más la venganza” y donde siempre prime la justicia.

Cómo lo hemos señalado más arriba, nos recuerda el Santo Padre que muchas veces se percibe que, de hecho, los derechos humanos no son iguales para todos (N. 20) y que la igualdad de derechos está fundada en la misma dignidad humana. El N. 268 refiere: “Todos los cristianos y los hombres de buena voluntad están llamados, por lo tanto, a luchar no sólo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal que sea, y en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las condiciones carcelarias, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de libertad. Y esto yo lo relaciono con la cadena perpetua. La cadena perpetua es una pena de muerte oculta”.

Esta situación, tristemente, la vivimos con tantos presos imputados de delitos en tiempos de la dictadura, algunos casos sin proceso, con detenciones preventivas por más de dos años, con edades muy avanzadas, enfermedades y delicados estados de salud. Incluso en este tiempo de pandemia con riesgo sanitario, no se les ha permitido cumplir la detención en forma domiciliaria.

Que esta Encíclica que nos ha regalado Francisco nos permita crecer como sociedad en amistad y concordia, buscando siempre el bien común en verdad, memoria y justicia.

+Santiago Olivera

Obispo para las Fuerzas Armadas

y Fuerzas Federales De Seguridad

de la República Argentina

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