MONS. OLIVERA | Nuestra Patria, al igual que la Prefectura, nacidas a la luz de la Evangelización, comprobaron desde el principio el amor de Dios por sus hijos, como también por sus Instituciones

3 junio, 2025

MONS. OLIVERA | Nuestra Patria, al igual que la Prefectura, nacidas a la luz de la Evangelización, comprobaron desde el principio el amor de Dios por sus hijos, como también por sus Instituciones, así lo compartía el Obispo Castrense y de las Fuerzas Federales de Seguridad al compartir su Homilía en la Santa Misa de acción de Gracias por el 215° aniversario de la creación de la Prefectura Naval Argentina (PNA). El 30 de junio de 1810 mediante dos decretos firmados por el Secretario de la Primera Junta de Gobierno, Mariano Moreno, en los que se la incorporaba como institución patria y designaba a Martín Jacobo Thompson como Capitán de Puertos, lo que lo convierte en el primer Prefecto Nacional de la historia quedaba instituida la actual Fuerza Federal de Seguridad.

Presidió la Santa Misa, en la Parroquia, Ntra. Sra. de Luján Castrense, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense y de las Fuerzas Federales de Seguridad, concelebraron los Capellanes Mayores de PNA, Padre Diego Tibaldo, de la Armada Argentina, Francisco Rostom Maderna, de la PSA, Padre Rubén Bonaciona, el Administrador Parroquial, Padre Darío Verón y los Capellanes de PNA de la zona. Participaron autoridades de la Fuerza, efectivos e invitados.

Mons. Santiago decía en la Homilía, “nos llena de mucha alegría poder compartir con las autoridades de la Prefectura Naval Argentina (PNA) en tiempo adelantado, pero un nuevo aniversario de la creación de la Fuerza. Es un motivo de mucho gozo poder celebrar con ustedes familia prefecturiana también en este día particular en que recordamos a un gran prócer, un gran hombre, que trabajó por su Patria como lo es celebrar el 255 aniversario del Natalicio del General Manuel Belgrano”.

Continuando, el Obispo señaló, “al celebrar un aniversario más de la creación de la Prefectura Naval Argentina, nacida con la Patria en 1810, quiero y estoy seguro en nombre de muchos agradecer a Dios por su infinita bondad y misericordia que nos permite darle gracias por sus vidas, presencia y entrega; (…). Siempre conocimos a los prefecturianos como hombres de ley, y por tanto, profundamente conscientes de la vocación policial, que los hace representantes y guardianes de la ley; los hemos apreciado como hombres dispuestos al sacrificio, devotos a la patria y capaces de imponerse las máximas privaciones con tal de proteger y socorrer a las poblaciones, a quienes lo necesitan en alta mar, en los litorales costeros, como garantes del orden, de la seguridad, del cuidado del medioambiente, de la tranquilidad y también de la defensa contra toda amenaza y perturbación, en fin, donde la Patria lo demanda”.

Seguidamente, Mons. Olivera recordó, “(…), el Papa Francisco, en su última homilía pública, con motivo del jubileo para las Fuerzas Armadas y Policiales recordaba lo siguiente:

»A ustedes se les confía una gran misión, que abarca múltiples dimensiones de la vida social y política: la defensa de nuestros países, el compromiso por la seguridad, la custodia de la legalidad y la justicia, la presencia en las penitenciarías, la lucha contra la criminalidad y las diferentes formas de violencia que amenazan con alterar la paz social. Y recuerdo también a cuantos ofrecen su importante servicio en las catástrofes naturales, por el cuidado de la creación, por el rescate de las vidas en el mar, por los más frágiles, por la promoción de la paz«”.

En otro párrafo, Mons. Olivera, subrayaba, “nuestra Patria Argentina, al igual que las Prefectura, nacidas a la luz de la Evangelización, comprobaron desde el principio el amor de Dios por sus hijos, como también por sus Instituciones, por eso nos recordaba el domingo pasado el Papa León, con motivo del Jubileo de las Familias: “Por tanto, los animo a que sean para sus hijos ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo (…)”.

Finalizando, pidió, “que esta bella imagen de la Virgen Stella Maris, a quien desde hace 77 años veneramos como patrona de la Institución, esté siempre ante nuestros ojos y les conceda todo lo que su corazón desea, para ustedes, para su vida llena de sacrificios y para sus queridas familias y seres queridos que los acompañan en todo momento”.

A continuación, compartimos en forma completa la Homilía de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense y de las Fuerzas Federales de Seguridad:

Homilía Misa Día de la Prefectura Naval Argentina

Parroquia Luján Castrense – 03-06-2025

Nos llena de mucha alegría poder compartir con las autoridades de la Prefectura Naval Argentina (PNA) en tiempo adelantado, pero un nuevo aniversario de la creación de la Fuerza. Gracias por la presencia de los Capellanes Mayores de la PNA, de la Armada Argentina, de la PSA, del Administrador a cargo de la Parroquia Ntra. Sra. de Luján Castrense y de los Capellanes de la PNA de la zona.

Es un motivo de mucho gozo poder celebrar con ustedes familia prefecturiana también en este día particular en que recordamos a un gran prócer, un gran hombre, que trabajó por su Patria como lo es celebrar el 255 aniversario del Natalicio del General Manuel Belgrano.  Lo hacemos en esta Iglesia Castrense, Parroquia Ntra. Sra. de Luján Castrense que reúne a sus hijos a sus fieles, nos llena de gozo.

Al celebrar un aniversario más de la creación de la Prefectura Naval Argentina, nacida con la Patria en 1810, quiero y estoy seguro en nombre de muchos agradecer a Dios por su infinita bondad y misericordia que nos permite darle gracias por sus vidas, presencia y entrega; dar gracias a nuestros próceres que en los albores del nacimiento tanto de la Patria como de las distintas instituciones, buscaron una identidad cristiana para las mismas; y a quienes desde ese momento pasaron y están en la conducción de la misma como superiores, oficiales, suboficiales, en sus distintos cuerpos y escalafones, personal civil, docente, alumnos de las escuelas de cadetes y suboficiales, dando lo mejor de sí. Damos gracias a Dios por la dedicación y la presencia constante de cada uno de ustedes, una presencia que requiere disponibilidad, paciencia, espíritu de sacrificio y sentido del deber.

Siempre conocimos a los prefecturianos como hombres de ley, y por tanto, profundamente conscientes de la vocación policial, que los hace representantes y guardianes de la ley; los hemos apreciado como hombres dispuestos al sacrificio, devotos a la patria y capaces de imponerse las máximas privaciones con tal de proteger y socorrer a las poblaciones, a quienes lo necesitan en alta mar, en los litorales costeros, como garantes del orden, de la seguridad, del cuidado del medioambiente, de la tranquilidad y también de la defensa contra toda amenaza y perturbación, en fin, donde la Patria lo demanda.

A este respecto, el Papa Francisco, en su última homilía pública, con motivo del jubileo para las Fuerzas Armadas y Policiales recordaba lo siguiente:

“A ustedes se les confía una gran misión, que abarca múltiples dimensiones de la vida social y política: la defensa de nuestros países, el compromiso por la seguridad, la custodia de la legalidad y la justicia, la presencia en las penitenciarías, la lucha contra la criminalidad y las diferentes formas de violencia que amenazan con alterar la paz social. Y recuerdo también a cuantos ofrecen su importante servicio en las catástrofes naturales, por el cuidado de la creación, por el rescate de las vidas en el mar, por los más frágiles, por la promoción de la paz.”

Ciertamente, ¡cuánto por agradecer y agradecerles!

La proximidad y familiaridad con Dios –fuente de todo bien– y con su Madre la venerada con su advocación Stella Maris, sumado a la unidad y camaradería entre ustedes, redundan en ejemplo y en una proximidad con la población que, desahuciada ante la carencia de ejemplos y modelos, sin embargo, encuentra un halo de esperanza al ver en los uniformados, a personas que, por su ejemplo, disciplina, educación, religiosidad, comportamiento, generosidad de sus propias vidas, son dignos de imitar.

La historia institucional, digna de destacar y silenciosa, escribe todos los días nuevas y selectas páginas y es larga y rica en méritos ante los hombres y ante Dios; es una historia tejida de actos heroicos, hasta la pérdida de la vida en el cumplimiento del deber, como testimonian sus anales, monumento precioso que constituye su honor, un honor que requiere ser preservado por las generaciones actuales y que sirve de ejemplo para una sociedad que busca cambiar para bien.

Pero en este “cambiar para bien” hemos de mantenernos unidos al supremo Bien que es Dios, cuyo Hijo Jesús recuerda a sus discípulos de ayer y de hoy que en la búsqueda de la verdad y en la preservación del orden, sufren persecución:

“no teman a quienes matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”,

y el apóstol San Pedro nos recuerda en su primera carta (1Pe 2, 21.23):

“…Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo a fin de que sigamos sus huellas. …Cuando era insultado, no devolvía el insulto, y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su causa al que juzga rectamente”.

Y es bueno recordar siempre, lo que compartía en estos días de que el servicio de nuestras Fuerzas Federales de Seguridad que muchas veces para proteger a la comunidad y hacer cumplir la ley deben ejercer una enérgica autoridad, pero nunca olvidando el camino del respeto y dignidad de todo hombre y mujer. La violencia, ni la venganza deben ser los caminos para transitar. La ley siempre, pero iluminada, sin duda por el respeto a los Derechos humanos más elementales.

No hay que dejarse asustar por los que intentan extinguir el poder de la Verdad mediante la arrogancia y la violencia, porque no pueden hacer nada contra el alma, es decir, contra la comunión con Dios. Y ¡qué providencial haber escuchado el relato de las Bodas de Caná, donde María invita a los servidores a hacer lo que Jesús diga y convirtió el agua en vino! Tantas necesidades, tantos desencuentros estarían colmados, si en verdad, todos hiciéramos siempre lo que Jesús nos dice. ¡Tanto podemos cambiar si nos dejamos conducir por las Palabras de Jesús!

Estos pasajes nos recuerdan –particularmente en el cumplimiento del deber en momentos difíciles– por un lado: que Cristo cargó nuestros pecados en su cuerpo en la cruz, para que podamos morir al pecado y vivir para la justicia; y por otro: Sobre la importancia de la paciencia, el dominio de sí, que hemos de demostrar como auténticos profesionales cuando –en orden a consolidar la paz interior, defender la propiedad privada y hacer cumplir la ley– nuestra autoridad es desafiada con toda clase de insultos, improperios, provocaciones y violencia, que amenazan tanto la paz social como la propia integridad de cada uniformado.

El único temor que debe tener el discípulo, el prefecturiano de bien, es el de perder este don divino, renunciando a vivir según el Evangelio y procurándose así la muerte moral, que es el efecto del pecado. Y también el temor de no ser valiente y coherente, haciendo con caridad y firmeza lo que hay que hacer.

Nuestra Patria Argentina, al igual que las Prefectura, nacidas a la luz de la Evangelización, comprobaron desde el principio el amor de Dios por sus hijos, como también por sus Instituciones, por eso nos recordaba el domingo pasado el Papa León, con motivo del Jubileo de las Familias:

“Por tanto, los animo a que sean para sus hijos ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo. Y ustedes, hijos, sean agradecidos con sus padres: decir “gracias” por el don de la vida y por todo lo que con ella se nos da cada día es la primera forma de honrar al padre y a la madre (cf. Ex 20,12). …En la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien.”

Que esta bella imagen de la Virgen Stella Maris, a quien desde hace 77 años veneramos como patrona de la Institución, esté siempre ante nuestros ojos y les conceda todo lo que su corazón desea, para ustedes, para su vida llena de sacrificios y para sus queridas familias y seres queridos que los acompañan en todo momento.

Así sea.

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