Mons. Olivera | Que la Purísima, en sus distintas advocaciones, me acompañe en este nuevo camino y me ayude a ser el Pastor que Jesús quiere para su pueblo, así lo manifestaba Mons. Santiago Olivera en su mensaje compartido tras ser ordenado Obispo de la Diócesis de Cruz del Eje, Córdoba, de aquel momento, hoy se cumplen 12 años. Luego de ser electo el 24 de junio de 2008 por Su Santidad Benedicto XVI (Papa Emérito), Obispo de Cruz del Eje, el lunes 18 de agosto de 2008, en la Catedral de Morón, Ntra. Sra. del Buen Viaje, nuestro actual Obispo Castrense de Argentina, recibió su ordenación Episcopal de manos de Mons. Justo Oscar Laguna.
Fueron co-consagrantes, Mons. Luis Eichorn (Tercero Obispo de Morón), Mons. Omar Colomé (Segundo Obispo de la Diócesis de Cruz del Eje). Junto a ellos, participaron 23 Obispos, entre ellos, además, estuvo presente el Arzobispo de Buenos Aires, el ex Cardenal, Jorge Bergoglio (hoy Su Santidad Francisco).
Luego de su ordenación Episcopal, Mons. Santiago Olivera, se dirigió a los presentes señalando, “demos Gracias al Señor porque es Bueno, porque es Eterno su Amor. Quisiera que en este día todos me ayuden a hacer esta acción de gracias Alabando a Dios, como María quiero Proclamar la Grandeza de Señor, como María quiero compartir que mi espíritu se estremece de gozo en el Señor, porque su Misericordia se extiende de generación en generación”.
Continuando, afirmaba, “cuánto agradezco al Señor porque camino sabiendo que hay cielo, que Él nos redimió, que pasó haciendo el Bien, que me Amó hasta el extremo. Quiero Dar gracias al Espíritu que anima y sostiene a la Iglesia. Amo profundamente a la Iglesia, Madre y Maestra, experta en humanidad”.
En aquel momento, Mons. Olivera compartía una carta suya, redactada desde el Vaticano y dirigida a su familia en el año 2007, en la misma decía, “el Papa pasó muy cerca mío, pude darle la mano, mirarlo, tocar su anillo de pescador, sucesor del Apóstol Pedro, para mí un regalo de Dios muy grande. Valoré su mirada fresca y sentí su mirada con afecto. Increíble. Puro don de Dios.”
Agrando al respecto, “así lo siento hoy, me siento hijo particularmente agradecido por la gratuidad de su elección. Doy gracias a Dios por haber sido llamado al Episcopado por este hombre de Dios sólido, en este tiempo de confusión; por su claridad; por su magisterio”.
Continuando con sus palabras, Mons. Santiago Olivera decía, “gracias de corazón por el esfuerzo de estar hoy aquí, en la Catedral de Morón. Y gracias especialmente al Cardenal Bergoglio, Presidente del Episcopado, también por su cercanía de padre y por su testimonio de vida”.
Nuestro Obispo, aquel día agradecía especialmente a su familia, a sus padres, hermanos y tíos, así lo expresaba, “pongo mi mirada agradecida en mi familia, Iglesia Doméstica. De padres generosos que hicieron una familia numerosa. Agradezco la solidez y fortaleza de mi padre, su vida entregada, su esfuerzo y sus silencios. Agradezco la fe de mi madre, mi primera catequista, que a pesar de haber sido poco el tiempo compartido con ella me marcó con los valores más esenciales: el Amor a Dios y la aceptación serena a su voluntad”.
También, en su mensaje, Mons. Santiago Olivera no dudó en recordar aquel momento vivido cuando siendo un joven, advirtió el llamado de su Vocación Sacerdotal. Así, lo evocaba, “un 22 de marzo de 1980, como joven del Movimiento de Jornadas, vine aquí a esta catedral a recibir a nuestro nuevo Obispo, Monseñor Justo Laguna. Ese día, entre otras cosas el obispo dijo: “Me preocuparé de la promoción de las vocaciones sacerdotales, cuya escasez constituye el problema más urgente de la Diócesis”. Sentí en esas palabras, que el Señor me llamaba al sacerdocio”.
La personalidad de Mons. Justo Oscar Laguna representa en la vida Sacerdotal de nuestro Obispo un pilar fundamental, así lo revelaba en sus palabras, “sin duda para mí un padre, un amigo, y hoy más hermano, pero siempre seré su hijo. Gracias Justo por todo, por tus esfuerzos, por tu confianza y tu valoración, por tu insistencia y perseverancia, por tu pasión sacerdotal y tu oración, por mucho de lo que soy. Gracias porque de tus manos recibí el sacramento de orden sagrado y, hoy, la plenitud de sacerdocio”.
En aquel momento, también, Mons. Santiago Olivera se refirió a su muy querida tierra de cordobesa, a la Diócesis de Cruz del Eje, eligiendo en sus palabras evocar a Brochero, por quien trabajó y colaboró, tanto en el proceso de Beatificación como de Canonización. Así, se refería, “me da gozo saber que en esa tierra, está vivo el recuerdo del amigo, Venerable Cura Brochero.
A él le confío mi ministerio, por mediación de María. Quiera Dios que si es su Voluntad y para su gloria y bien de nuestro pueblo pueda ser pronto beatificado.
Su figura me renueva el deseo de ser santo. Que la Purísima, en sus distintas advocaciones, de Luján, Buen Viaje y del Carmen, me acompañe en este nuevo camino y me ayude a ser el pastor que Jesús quiere para su pueblo”.
Cerrando su mensaje, Mons. Santiago Olivera, se despedía diciendo, “(…) quiero darle gracias a Dios porque mi nombramiento se publicó el día de San Juan Bautista, quiera Dios que siempre ponga a Jesús en el centro de mi vida he inculque con mi vida y mi palabra a que pongamos nuestro corazón, y nuestra mirada en el Señor. Quiera Dios que todos nosotros experimentemos siempre que Jesús es la Verdad, la Vida, y es el Camino que nos conduce al Padre”.-
A continuación, compartimos el mensaje brindado por Mons. Santiago Olivera:
Alocución de Monseñor Santiago Olivera, obispo electo de Cruz del Eje en la celebración de su ordenación episcopal
(Catedral de Morón, 18 de agosto de 2008)
Demos Gracias al Señor porque es Bueno, porque es Eterno su Amor.
Quisiera que en este día todos me ayuden a hacer esta acción de gracias Alabando a Dios, como María quiero Proclamar la Grandeza de Señor, como María quiero compartir que mi espíritu se estremece de gozo en el Señor, porque su Misericordia se extiende de generación en generación. Misericordia, amor y elección gratuita de Dios que aún viendo mi pobreza, mis límites y mi pecado, me ha llamado a ser en la Iglesia un sucesor de los Apóstoles.
Quiero darle Gracias a Dios, quiero agradecerle al Dios con Nosotros, Jesucristo, el Señor, que me miró con Amor. Quiero dar gracias por el don de la fe. No sabría vivir de otra manera. Cuánto agradezco al Señor poder caminar por la vida sabiendo que todo aquí es sombra de realidades más hondas. Cuánto agradezco al Señor porque camino sabiendo que hay cielo, que Él nos redimió, que pasó haciendo el Bien, que me Amó hasta el extremo.
Quiero Dar gracias al Espíritu que anima y sostiene a la Iglesia. Amo profundamente a la Iglesia, Madre y Maestra, experta en humanidad. Y aprovecho esta celebración para manifestar mi adhesión al Romano Pontífice, por gracia de Dios desde chico he sentido esa adhesión. Ayer mi familia me fotocopió una carta que yo les mandé el año pasado desde Roma con motivo de una audiencia Pública con Benedicto XVI:
Les escribí: “El Papa pasó muy cerca mío, pude darle la mano, mirarlo, tocar su anillo de pescador, sucesor del Apóstol Pedro, para mí un regalo de Dios muy grande. Valoré su mirada fresca y sentí su mirada con afecto. Increíble. Puro don de Dios.” Así lo siento hoy, me siento hijo particularmente agradecido por la gratuidad de su elección. Doy gracias a Dios por haber sido llamado al Episcopado por este hombre de Dios sólido, en este tiempo de confusión; por su claridad; por su magisterio.
Agradezco al Señor Nuncio Apostólico que no sólo esta acompañándonos en esta celebración, sino que fue un padre cercano y de consejos fraternos.
Lo valoro mucho, como también la cercanía y presencia de tantos obispos. Me uno y me sumo con gozo para vivir con gestos concretos la fraternidad episcopal. Agradezco a todos, gracias a Dios de muchos de ellos me siento particularmente cercano y amigo. Gracias de corazón por el esfuerzo de estar hoy aquí, en la Catedral de Morón. Y gracias especialmente al Cardenal Bergoglio, Presidente del Episcopado, también por su cercanía de padre y por su testimonio de vida.
Pongo mi mirada agradecida en mi familia, Iglesia Doméstica. De padres generosos que hicieron una familia numerosa. Agradezco la solidez y fortaleza de mi padre, su vida entregada, su esfuerzo y sus silencios. Agradezco la fe de mi madre, mi primera catequista, que a pesar de haber sido poco el tiempo compartido con ella me marcó con los valores más esenciales: el Amor a Dios y la aceptación serena a su voluntad. Doy gracias a Dios por la familia grande, abuelos, tíos y primos, agradezco sus presencias, sus gestos, delicadezas y cariño. Doy gracias a Dios por mis hermanos, a los que están aquí y a los que nos esperan en el cielo, la cruz y el dolor y el gozo nos hicieron más hermanos. Y a mis sobrinos les agradezco el cariño y la cercanía. Saben que los quiero como a hijos, experimento en todos ellos el ciento por uno prometido por Jesús a aquellos que dejan todo para seguirlo.
Les pido a todos que sientan mis palabras dirigidas a cada uno con un corazón agradecido, sería imposible nombrarlos a todos. Recuerdo con gratitud el Colegio San Judas Tadeo y el Colegio San José, de los Hermanos Maristas, tanto les debo a los docentes y religiosos. Algunos están aquí y lo saben bien.
Un 22 de marzo de 1980, como jóven del Movimiento de Jornadas, vine aquí a esta catedral a recibir a nuestro nuevo Obispo, Monseñor Justo Laguna. Ese día, entre otras cosas el obispo dijo: “Me preocuparé de la promoción de las vocaciones sacerdotales, cuya escasez constituye el problema más urgente de la Diócesis”. Sentí en esas palabras, que el Señor me llamaba al sacerdocio. Experimenté con alegría la paz que da el encontrar, lo que durante un tiempo buscaba. La providencia quiso que gracias a un seminarista amigo de entonces y de ahora, el padre Hugo Lagoria, pueda conversar con Monseñor, le presenté mi inquietud y mi deseo misionero: -me contestó: “La Diócesis es una Misión”. Aprendí en todos estos años a vivir y a querer en esa dimensión a la Iglesia diocesana. Viví mi servicio en la Curia con mucha alegría y agradezco a los que en ella colaboran con el Obispo, en su tarea pastoral. Les agradezco su cariño y cercanía de siempre.
Cuánto para agradecer a Monseñor Laguna al cual pude conocer, querer y valorar su profundo amor a la Iglesia, su servicio y su compromiso con la historia. Con el tiempo pude compartir más de cerca su vida y ministerio, su familia a quien siento como propia, su preocupación ecuménica, su llegada a los más alejados. Su respeto por todos. Su amor a la Virgen.
Sin duda para mí un padre, un amigo, y hoy más hermano, pero siempre seré su hijo. Gracias Justo por todo, por tus esfuerzos, por tu confianza y tu valoración, por tu insistencia y perseverancia, por tu pasión sacerdotal y tu oración, por mucho de lo que soy. Gracias porque de tus manos recibí el sacramento de orden sagrado y, hoy, la plenitud de sacerdocio.
Quiero agradecer al Seminario, los formadores de antes y los de ahora. Los compañeros seminaristas de entonces, y los seminaristas de ahora. Agradezco haber estado ligado al seminario desde mis primeros años sacerdotales. Una gracia particular.
Doy gracias a Dios por mi rector, Padre Gentico, pastor y sacerdote ejemplar. De Monseñor Gentico he aprendido muchas cosas por medio de su palabra, pero sin duda, he aprendido mucho más con la fuerza de su ejemplo. Cada mañana lo veíamos rezando largas horas en la Capilla. Su vida de oración profunda y perseverante ha sido una escuela, porque esa oración se veía reflejada en sus actitudes y en su amor a todos, de un modo muy especial a los más pobres. Amaba entrañablemente a pueblo de Dios y nos enseñó a descubrir en ellos sus riquezas. Compartí con él el ministerio en la Curia, me llenó de alegría su nombramiento episcopal. Y hoy, doy gracias a Dios porque su báculo, signo del pastor, que en él era del Buen Pastor, es el báculo que gracias a la generosidad de su familia recibí. Quiero seguir el camino de Gentico y caminar anunciando como el quería, y está escrito en el Báculo: “Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo para Salvarnos”, y este Hijo, completo con mi lema: “Nos amó hasta el extremo”.
Agradezco al clero, a los sacerdotes, a los que he sentido verdaderamente hermanos y amigos. Gracias de corazón a cada uno y un recuerdo especial a los que ya no están, recuerdo con gratitud sus vidas y amistad. Sé que Farell, Presas y Mingote, sólo por nombrar algunos, celebran la fiesta desde el Cielo. He vivido como don la gracia de la amistad sacerdotal, gracias de corazón por los momentos difíciles y alegres compartidos, fundamentalmente al grupo de sacerdotes más amigos, que Dios me dio la gracia de tener. Gracias por sus testimonios de sacerdotes entregados.
Gracias a los sacerdotes amigos de otras Diócesis. En este tiempo experimenté la maravilla de la Iglesia.
Gracias a los Diáconos permanentes y a los candidatos y a sus esposas y familias. Gracias por su entrega, por sus vidas y testimonios. Gracias por la vida consagrada en todas sus formas. Hay comunidades religiosas que han sido muy mi familia. Gracias especiales a los distintos conventos de vida contemplativa. En todos y de distintos lugares guardo muy en el corazón su cariño, su hospitalidad, generosidad y sus oraciones.
Gracias a las comunidades parroquiales, de toda la Diócesis, siempre me sentí en casa en todas las que visitaba, algunas saben que están y estarán particularmente presentes en mi corazón, especialmente a la Parroquia Madre de Dios, once años no son pocos para el corazón de un pastor. Recuerdo esos años como años especialmente felices de mi vida.
Gracias a las familias amigas y a todos los laicos, gracias a la Acción Católica especialmente al consejo diocesano por su valoración y amistad.
Gracias a todos los que hoy están aquí, gracias especialmente a las autoridades presentes.
Quiero agradecer especialmente la presencia del amigo y hermano, Rabino Mario Rojzman que valoro y agradezco mucho su cariño y cercanía. Nuestra cercanía y amistad me invita y me renueva a hondar siempre en fraternas relaciones con los hermanos mayores en la fe.
Gracias Pastor David Calvo, y en su nombre a la Iglesia Evangélica Luterana Unida. Gracias por su testimonio de hermandad y de respeto y de cariño. Siempre estuvo presente con delicadeza en distintos momentos de mi vida. Valoro y agradezco mucho su presencia.
Quiero darle gracias a mi obispo Luis Guillermo, a quien en estos tres años y medio he aprendido a querer y valorar. Hombre de fe, de pocas palabras, pero siempre palabras evangélicas. Gracias por su confianza y valoración.
Y en usted Monseñor, quiero agradecer a esta Iglesia diocesana con tantos dones y con tanta historia, que me dio todo y a la que quiero mucho. Doy gracias y pido perdón por aquellas cosas que no he sabido hacer bien en estos años.
Gracias a Monseñor Colomé, por su cercanía sin conocerme y por su testimonio. Me da gozo saberlo presente en la Diócesis de Cruz del Eje, su casa de siempre.
No quiero dejar de agradecer a los Padre Daniel Segura y Fernando Laguna y en ellos a todos lo que han colaborado para organizar la Eucaristía y la fiesta de ordenación.
Agradezco muy especialmente la presencia de los hermanos de Cruz del Eje, gracias a los que recorrieron muchos kilómetros para estar presente. Gracias a ustedes y gracias a los que están allá, que han rezado y rezan por el nuevo Pastor, laicos, religiosos y religiosas. Gracias a los sacerdotes y seminaristas. Me da mucha alegría saber que de ahora en más, compartiremos la vida y el ministerio. Gracias a todos por el cariño.
Me da pena partir, pero me da gozo saber que el Señor me pide que deje mi tierra y vaya a otra para seguir la Misión. “La Diócesis es una misión”. Me da pena dejar tantos rostros queridos en Morón, que no olvidaré y seguramente nos seguiremos viendo, pero me ilusiona saber que habrá más rostros que querré en la querida tierra cordobesa. Me da gozo saber que en esa tierra está vivo el recuerdo del amigo, Venerable Cura Brochero. A él le confío mi ministerio, por mediación de María. Quiera Dios que si es su Voluntad y para su gloria y bien de nuestro pueblo pueda ser pronto beatificado. Su figura me renueva el deseo de ser santo. Que la Purísima, en sus distintas advocaciones, de Luján, Buen Viaje y del Carmen, me acompañe en este nuevo camino y me ayude a ser el pastor que Jesús quiere para su pueblo.
El Padre Gustavo de la Torre al enterarse de mi nombramiento como Obispo de Cruz del Eje, me dijo: “Santiago, el eje en la Cruz”. Me impresionó. Pero quiero vivir esta dimensión de la vida cristiana en clave Pascual. No es la última palabra la Cruz, la última palabra es el triunfo, la última palabra es la Resurrección y el cielo.
Por último quiero darle gracias a Dios porque mi nombramiento se publicó el día de San Juan Bautista, quiera Dios que siempre ponga a Jesús en el centro de mi vida he inculque con mi vida y mi palabra a que pongamos nuestro corazón, y nuestra mirada en el Señor. Quiera Dios que todos nosotros experimentemos siempre que Jesús es la Verdad, la Vida, y es el Camino que nos conduce al Padre.
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