MONS. OLIVERA | Que Mons. Antonio interceda ante Jesús para que transitemos caminos donde el amor y la verdad se encuentren y por tanto la justicia y la paz se abracen, así lo señaló el Obispo Castrense y de las Fuerzas Federales de Seguridad al compartir la Homilía en la Misa Exequial del Obispo Emérito. Mons. Santiago Olivera presidió la Santa Misa en la Iglesia Catedral Castrense, Stella Maris en la tarde del jueves 29 de mayo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
Concelebraron, los Obispos Eméritos Mons. Luis Stöckler de Quilmes Mons. Eduardo Taussig, de San Rafael, el Vicario General, Mons. Gustavo Acuña, los Capellanes Mayores de la Armada Argentina, Padre Francisco Rostom Maderna, de la Fuerza Aérea Argentina, Padre César Taura, de GNA, Padre Jorge Masstu, de PNA, Padre Diego Tibaldo, de la PSA, Padre Rubén Bonacina y Capellanes de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad. El Obispo nos decía, “somos ciudadanos del cielo” aquí somos tan solo peregrinos, Dios es eterno y permanece para siempre, pero la fe nos anima a recorrer nuestro propio camino con esta certeza de caminar con la esperanza del cielo. Monseñor Antonio, se sabía peregrino aquí y ciudadano del cielo. Sabía y experimentó la certeza que hemos escuchado recién en el Evangelio que, “aquel que crea en mí, aunque muera vivirá”.
Continuando, Mons. Santiago señalaba, “Monseñor, nos compartió en su Testamento, la gratitud por el don de la vida, pero inmediatamente su gratitud por el don de la fe y el Bautismo, y por esas dos realidades agradeció la gracia de pertenecer a la Iglesia de Jesucristo. Agradeció el don de su vocación redentorista y el don de su sacerdocio que un día recibió en su plenitud, cuando fue ordenado Obispo. Supo dar gracias y supo también pedir perdón. Concluyó su testamento pidiendo que recemos por él, y expresó: “Sé quién juzga mis actos… es quien dio la vida por mi… he querido que mi vida le pertenezca. Me abandono en manos de su misericordia infinita”. Palabras de nuestro Obispo Antonio”.
Profundizando, el Obispo subrayaba, “es difícil recordar a Monseñor Baseotto sin pensar en lo que ha sufrido, en soledad y casi en silencio, por su fidelidad a su conciencia y al Evangelio, nada de lo que hizo fue contrario al Evangelio. Quizás, podríamos decir, que aquel acontecimiento triste, el ejemplo elegido tal vez no fue demasiado acertado, pero fue sobreseído de todo y perdonado; sin embargo, padeció el silencio y casi la soledad”.
Continuando, dijo, “y como es verdad que los frutos y acciones nos manifiestan, en el poco tiempo que pudo ejercer su ministerio como Obispo Castrense, que, por gracia de Dios y regalo, por prudencia y caridad de la Iglesia, siguió hasta que cumplió sus 75 años como Obispo Castrense, porque estaba impedido de ejercer su ministerio entre nosotros, entre los castrenses. Trabajó con especial entusiasmo por anunciar el Evangelio a los hombres y mujeres de las fuerzas, promover la oración y devoción mariana especialmente a nuestra Señora del Perpetuos Socorro, fue iniciador de las Peregrinaciones Diocesanas anuales al Santuario de Luján, su cercanía de Pastor, buen Pastor y padre de Todos lo recuerdan muchos de sus fieles”.
Finalmente, el Obispo rezó, “Monseñor, ya habiendo cruzado al abrazo con el Padre pida por nosotros, interceda ante Jesús y su Madre por nuestra Patria, para que se respete la vida desde el inicio, desde la concepción hasta la muerte natural, interceda ante Jesús por la dignidad de cada hombre y mujer de nuestro Obispado. Interceda ante Jesús para que transitemos caminos donde el amor y la verdad se encuentren y por tanto la justicia y la paz se abracen. (salmo 85, 10) Que María, nuestra Madre y Señora de Luján, Patrona de la Argentina y de nuestro Obispado, le lleve hasta su Hijo, Jesús quien lo llamó a ser Pastor de su Pueblo”.-



Homilía.-





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