PAPA FRANCISCO | Dios no se detiene nunca, encuentra mil caminos para llegar a todos y cada uno de nosotros, así lo expresó el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy (hora de Roma), Su Santidad Francisco se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se reunión con los fieles y peregrinos que lo aguardaban bajo la lluvia en Plaza San Pedro.
El Papa nos decía, “hoy el Evangelio (cf. Jn 1,1-18), hablándonos de Jesús, el Verbo hecho carne, nos dice que «la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han vencido» (Jn 1,5). Nos recuerda, es decir, cuán poderoso es el amor de Dios, que no es vencido por nada y que, más allá de obstáculos y rechazos, sigue brillando e iluminando nuestro camino”.
Profundizando, agregó, “lo vemos en Navidad, cuando el Hijo de Dios, hecho hombre, supera tantos muros y tantas divisiones. Se enfrenta a las mentes y los corazones cerrados de los «grandes» de su tiempo, más preocupados por defender el poder que por buscar al Señor (cf. Mt 2,3-18)”.
El Santo Padre, continuando, señalaba, “se ofrece, frágil e indefenso, al encuentro de los pastores (cf. Lc 2,8-18), hombres cuyo corazón está marcado por la dureza de la vida y el desprecio de la sociedad; y luego con los Magos (cf. Mt 2,1), que, impulsados por el deseo de conocerlo, emprenden un largo viaje y lo encuentran en una casa de gente corriente, en gran pobreza. (…) Dios no se detiene nunca-: encuentra mil caminos para llegar a todos y cada uno de nosotros, estemos donde estemos, sin cálculo y sin condiciones, abriendo incluso en las noches más oscuras de la humanidad ventanas de luz que las tinieblas no pueden cubrir (cf. Is 9,1-6). Es una realidad que nos consuela y nos da valor, sobre todo en un tiempo como el nuestro, un tiempo que no es fácil, en el que hay tanta necesidad de luz, de esperanza y de paz, un mundo en el que los hombres crean a veces situaciones tan complicadas que parece imposible salir de ellas”.
Finalmente, antes de concluir, el Pontífice expresó, “nos invita a no tener miedo de dar el primer paso. Esta es la invitación del Señor hoy: no tengamos miedo de dar el primer paso: hace falta valor para hacerlo, pero no tengamos miedo. Abrir ventanas luminosas de cercanía a los que sufren, de perdón, de compasión, de reconciliación (…). Y esta invitación resuena de modo especial en el Año Jubilar que acaba de comenzar, urgiéndonos a ser mensajeros de esperanza con un «sí» sencillo pero concreto a la vida, con opciones que traigan vida. Hagámoslo todos: ¡éste es el camino de la salvación!”
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡que tengáis un buen domingo!
Y enhorabuena, ¡sois valientes bajo la lluvia! ¡Feliz domingo!
Hoy el Evangelio (cf. Jn 1,1-18), hablándonos de Jesús, el Verbo hecho carne, nos dice que «la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han vencido» (Jn 1,5). Nos recuerda, es decir, cuán poderoso es el amor de Dios, que no es vencido por nada y que, más allá de obstáculos y rechazos, sigue brillando e iluminando nuestro camino.
Lo vemos en Navidad, cuando el Hijo de Dios, hecho hombre, supera tantos muros y tantas divisiones. Se enfrenta a las mentes y los corazones cerrados de los «grandes» de su tiempo, más preocupados por defender el poder que por buscar al Señor (cf. Mt 2,3-18). Comparte la vida humilde de María y José, que lo acogen y crían con amor, pero con las posibilidades limitadas y las penurias de los sin recursos: eran pobres. Se ofrece, frágil e indefenso, al encuentro de los pastores (cf. Lc 2,8-18), hombres cuyo corazón está marcado por la dureza de la vida y el desprecio de la sociedad; y luego con los Magos (cf. Mt 2,1), que, impulsados por el deseo de conocerlo, emprenden un largo viaje y lo encuentran en una casa de gente corriente, en gran pobreza.
Frente a estos y otros muchos desafíos, que parecen contradicciones, Dios no se detiene nunca -escuchemos bien esto: Dios no se detiene nunca-: encuentra mil caminos para llegar a todos y cada uno de nosotros, estemos donde estemos, sin cálculo y sin condiciones, abriendo incluso en las noches más oscuras de la humanidad ventanas de luz que las tinieblas no pueden cubrir (cf. Is 9,1-6). Es una realidad que nos consuela y nos da valor, sobre todo en un tiempo como el nuestro, un tiempo que no es fácil, en el que hay tanta necesidad de luz, de esperanza y de paz, un mundo en el que los hombres crean a veces situaciones tan complicadas que parece imposible salir de ellas. Parece imposible salir de tantas situaciones, pero hoy la Palabra de Dios nos dice que no es así. Al contrario, nos llama a imitar al Dios del amor, abriendo destellos de luz allí donde podamos, con quien nos encontremos, en todos los contextos: familiar, social, internacional. Nos invita a no tener miedo de dar el primer paso. Esta es la invitación del Señor hoy: no tengamos miedo de dar el primer paso: hace falta valor para hacerlo, pero no tengamos miedo. Abrir ventanas luminosas de cercanía a los que sufren, de perdón, de compasión, de reconciliación: estos son los muchos primeros pasos que debemos dar para que el camino sea más claro, más seguro y posible para todos. Y esta invitación resuena de modo especial en el Año Jubilar que acaba de comenzar, urgiéndonos a ser mensajeros de esperanza con un «sí» sencillo pero concreto a la vida, con opciones que traigan vida. Hagámoslo todos: ¡éste es el camino de la salvación!
Y así, al comienzo de un nuevo año, podemos preguntarnos: ¿cómo puedo abrir una ventana de luz en mi entorno y en mis relaciones? ¿Dónde puedo ser un resquicio que deje pasar el amor de Dios? ¿Cuál es el primer paso que debo dar hoy?
Que María, estrella que nos guía hacia Jesús, nos ayude a todos a ser testigos luminosos del amor del Padre.
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Después del Ángelus
queridos hermanos y hermanas
Los saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos venidos de diversos países.
Saludo en particular a los profesores de religión de la archidiócesis de Zagreb. Queridos amigos, os deseo lo mejor en vuestro trabajo, que es muy importante para la formación cultural, espiritual y moral de las nuevas generaciones.
Saludo a los fieles de Orzinuovi, a las familias de Massa Lombarda, a los ministros y agentes de pastoral de Postioma y Porcellengo, a los jóvenes de la «Fraternidad franciscana de Betania», a los jóvenes de Concesio, ciudad natal de san Pablo VI, y a los jóvenes de Immacolata. Saludo al grupo de adolescentes del decanato de Oggiono, en la provincia de Lecco, en peregrinación para el Jubileo.
Seguimos rezando por la paz, en Ucrania, Palestina, Israel, Líbano, Siria, Myanmar, Sudán. Que la comunidad internacional actúe con firmeza para que se respete el derecho humanitario en los conflictos. No más ataques contra civiles, no más ataques contra escuelas, hospitales, ¡no más ataques contra lugares de trabajo! No olvidemos que la guerra es siempre una derrota, ¡siempre!
Les deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no olviden rezar por mí. Buen almuerzo y hasta mañana.
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