Papa Francisco | El amor lo cambia todo, y el amor también puede cambiarnos a cada uno de nosotros, la referencia la dejaba el Santo Padre en el medio día del domingo, antes de recitar el Ángelus. Su Santidad Francisco, se presentaba en la ventana del estudio de Palacio Apostólico del Vaticano, donde se reunió con los peregrinos reunidos en Plaza San Pedro.
Dijo el Santo Padre, “una fe reducida a fórmulas es una fe miope (…)”, agregando, “el Señor quiere que sus discípulos de ayer y de hoy establezcan una relación personal con Él, y así lo reciban en el centro de sus vidas”. Ampliando, señaló, “la profesión de fe en Jesucristo no puede detenerse en las palabras, sino que pide ser autenticado por opciones y gestos concretos, de una vida caracterizada por el amor de Dios, una gran vida, una vida con tanto amor por el siguiente”.
El Santo Padre nos dice, “Jesús les da a todos una regla fundamental. ¿Y cuál es esta regla? «Quien quiera salvar su vida la perderá. A menudo en la vida, por muchas razones, estamos equivocados, buscando la felicidad solo en las cosas, o en las personas que tratamos como cosas”. Alertándonos que, “encontramos la felicidad solo cuando el amor, el verdadero, se encuentra con nosotros, nos sorprende, nos cambia. El amor lo cambia todo! Y el amor también puede cambiarnos a cada uno de nosotros”.
A continuación compartimos la interpretación del italiano al castellano de Santo Padre Francisco antes del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el pasaje del Evangelio de hoy (véase Mc 8, 27-35), la pregunta que pasa por todo el Evangelio de Marcos regresa: ¿quién es Jesús? Pero esta vez es el mismo Jesús quien se lo da a los discípulos, ayudándolos gradualmente a enfrentar la cuestión de su identidad. Antes de preguntarles directamente, a los Doce, Jesús quiere escuchar de ellos lo que la gente piensa de él, ¡y él sabe muy bien que los discípulos son muy sensibles a la popularidad del Maestro! Entonces pregunta: «Gente, ¿quién dice que soy?» (V. 27). Se desprende que Jesús es considerado por el pueblo como un gran profeta. Pero, en realidad, él no está interesado en las encuestas y los chismes de la gente. Él ni siquiera acepta que sus discípulos respondan a sus preguntas con fórmulas pre empaquetadas, citando a personas famosas de las Sagradas Escrituras, porque una fe reducida a fórmulas es una fe miope.
El Señor quiere que sus discípulos de ayer y de hoy establezcan una relación personal con Él, y así lo reciban en el centro de sus vidas. Es por eso que los insta a que se pregunten con toda verdad ante sí mismos, y les pregunta: «Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» (V. 29). Jesús, hoy, aborda esta solicitud tan directa y confidencial para cada uno de nosotros: «Tú, ¿quién dices que soy? ¿Quién dices que soy? ¿Quién soy yo para ti? «. Todo el mundo está llamado a responder, en su corazón, guiado por la luz de la luz que el Padre nos da a conocer a su Hijo Jesús y puede suceder a nosotros, como Pedro, para decir con entusiasmo: «. Tú eres el Cristo» Pero cuando Jesús nos dice claramente lo que dijo a sus discípulos que su misión no se realiza en el amplio camino hacia el éxito, pero en el difícil camino del Siervo doliente, humillado, rechazado y crucificado, entonces puede pasar a nosotros, como a Pedro, protestar y rebelarse porque esto contrasta con nuestras expectativas, con expectativas mundanas. En esos momentos, nosotros también merecemos la sana reprensión de Jesús: «¡Anda, Satanás! Porque no piensas según Dios, sino según los hombres «(v. 33).
Hermanos y hermanas, la profesión de fe en Jesucristo no puede detenerse en las palabras, sino que pide ser autenticado por opciones y gestos concretos, de una vida caracterizada por el amor de Dios, una gran vida, una vida con tanto amor por el siguiente. Jesús nos dice que a seguirlo, para ser sus discípulos, hay que negarse a sí mismos (cf. v. 34), que las demandas de su propio orgullo egoísta, y tome su cruz. Entonces les da a todos una regla fundamental. ¿Y cuál es esta regla? «Quien quiera salvar su vida la perderá. A menudo en la vida, por muchas razones, estamos equivocados, buscando la felicidad solo en las cosas, o en las personas que tratamos como cosas. Pero encontramos la felicidad solo cuando el amor, el verdadero, se encuentra con nosotros, nos sorprende, nos cambia. El amor lo cambia todo! Y el amor también puede cambiarnos a cada uno de nosotros. Los testimonios de los santos demuestran esto.
Que la Virgen María, que vivió su fe fielmente siguiendo a su Hijo Jesús, también nos ayude a caminar en su camino, gastando generosamente nuestras vidas por él y por nuestros hermanos.
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