Papa Francisco | El amor nos hace crecer

1 enero, 2024

Papa Francisco | El amor nos hace crecer, así lo señaló el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Mariana del Ángelus. Luego de la celebración de la Santa Misa, en la Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios, Su Santidad Francisco se trasladó hasta la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se reunión con los fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.

El Papa nos decía, “en este día, en el que celebramos a María Santísima Madre de Dios, pongamos el nuevo tiempo que se nos regala bajo su mirada solícita. Que Ella nos custodie en este año.

Hoy, el Evangelio nos revela que la grandeza de María no consiste en realizar algún hecho extraordinario, sino que, mientras los pastores, habiendo recibido el anuncio de los ángeles, se apresuran hacia Belén (cf. Lc 2, 15-16), ella permanece en silencio. El silencio de la Madre es un rasgo hermoso. No es una simple ausencia de palabras, sino un silencio lleno de asombro y de adoración por las maravillas que Dios realiza”.

Continuando, Su Santidad Francisco agregó, “(…) es Madre no sólo porque llevó a Jesús en su seno y lo dio a luz, sino porque lo lleva a la luz, sin ocupar su lugar. Ella permanecerá en silencio incluso bajo la cruz, en la hora más oscura, y seguirá haciéndole sitio y engendrándolo para nosotros”.

Avanzando, en otro párrafo, el Papa nos compartía, “(…) también nuestras madres, con sus cuidados ocultos, con sus desvelos, son a menudo magníficas catedrales del silencio. Nos traen al mundo y luego continúan siguiéndonos, muchas veces sin que nos demos cuenta, para que podamos crecer. Recordémoslo: el amor nunca ahoga, el amor hace sitio al otro. El amor nos hace crecer”.

Completando, antes del final el Santo Padre, dijo, “(…) al comienzo del nuevo año miremos a María y, con corazón agradecido, pensemos y miremos también a las madres, para aprender ese amor que se cultiva sobre todo en el silencio, que sabe dejar espacio al otro, respetando su dignidad, dejando libertad para expresarse, rechazando toda forma de posesión, opresión y violencia. Hoy hay tanta necesidad de esto, ¡tanta! Tanta necesidad de silencio para escucharnos unos a otros. Como recuerda el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de hoy: «La libertad y la convivencia pacífica se ven amenazadas cuando los seres humanos ceden a la tentación del egoísmo, del interés propio, del afán de lucro y de la sed de poder. El amor, en cambio, está hecho de respeto, está hecho de bondad (…)”.

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Año Nuevo!

En este día, en el que celebramos a María Santísima Madre de Dios, pongamos el nuevo tiempo que se nos regala bajo su mirada solícita. Que Ella nos custodie en este año.

Hoy, el Evangelio nos revela que la grandeza de María no consiste en realizar algún hecho extraordinario, sino que, mientras los pastores, habiendo recibido el anuncio de los ángeles, se apresuran hacia Belén (cf. Lc 2, 15-16), ella permanece en silencio. El silencio de la Madre es un rasgo hermoso. No es una simple ausencia de palabras, sino un silencio lleno de asombro y de adoración por las maravillas que Dios realiza. «María -señala san Lucas- guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (2,19). De este modo, hace sitio en su interior al que ha nacido; en silencio y adoración, pone a Jesús en el centro y da testimonio de él como Salvador. María, Madre del silencio; María, Madre de la adoración.

Así pues, es Madre no sólo porque llevó a Jesús en su seno y lo dio a luz, sino porque lo lleva a la luz, sin ocupar su lugar. Ella permanecerá en silencio incluso bajo la cruz, en la hora más oscura, y seguirá haciéndole sitio y engendrándolo para nosotros. Un religioso y poeta del siglo XX escribió: «Virgen, catedral del silencio / […] tú traes nuestra carne al paraíso / y a Dios a la carne» (D.M. Turoldo, Laudario alla Vergine. «Via pulchritudinis», Bolonia 1980, 35). Catedral del silencio: es una bella imagen. Con su silencio y humildad, María es la primera «catedral» de Dios, el lugar de encuentro entre Él y el hombre.

Pero también nuestras madres, con sus cuidados ocultos, con sus desvelos, son a menudo magníficas catedrales del silencio. Nos traen al mundo y luego continúan siguiéndonos, muchas veces sin que nos demos cuenta, para que podamos crecer. Recordémoslo: el amor nunca ahoga, el amor hace sitio al otro. El amor nos hace crecer.

Hermanos y hermanas, al comienzo del nuevo año miremos a María y, con corazón agradecido, pensemos y miremos también a las madres, para aprender ese amor que se cultiva sobre todo en el silencio, que sabe dejar espacio al otro, respetando su dignidad, dejando libertad para expresarse, rechazando toda forma de posesión, opresión y violencia. Hoy hay tanta necesidad de esto, ¡tanta! Tanta necesidad de silencio para escucharnos unos a otros. Como recuerda el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de hoy: «La libertad y la convivencia pacífica se ven amenazadas cuando los seres humanos ceden a la tentación del egoísmo, del interés propio, del afán de lucro y de la sed de poder. El amor, en cambio, está hecho de respeto, está hecho de bondad: así rompe barreras y ayuda a vivir relaciones fraternas, a construir sociedades más justas, más humanas, más pacíficas.

Oremos hoy a la Santa Madre de Dios y Madre nuestra, para que en el nuevo año podamos crecer en este amor suave, silencioso y discreto que genera vida, y abrir caminos de paz y reconciliación en el mundo.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas

Agradezco al Presidente de la República Italiana las expresiones de buenos deseos que me ha dirigido en su Mensaje de fin de año; se las devuelvo de corazón, invocando la bendición del Señor sobre vuestro servicio a la patria.

Sigo con profunda preocupación lo que sucede en Nicaragua, donde obispos y sacerdotes han sido privados de libertad. Expreso a ellos, a sus familias y a toda la Iglesia del país mi cercanía en la oración. A la oración insistente invito también a todos vosotros aquí presentes y a todo el Pueblo de Dios, al tiempo que deseo que busquemos siempre el camino del diálogo para superar las dificultades. Recemos hoy por Nicaragua.

Mis mejores deseos son especialmente para vosotros, queridos romanos y peregrinos que estáis hoy aquí, en la plaza de San Pedro. Saludo a los participantes en el evento «Paz en todas las tierras», organizado por la Comunidad de Sant’Egidio, también en otras ciudades del mundo; así como al Movimiento europeo de acción no violenta. Y recuerdo con gratitud las innumerables iniciativas de oración y de compromiso por la paz que tienen lugar en esta Jornada en todos los continentes, promovidas por las comunidades eclesiales; en particular, menciono la de ámbito nacional que tuvo lugar ayer por la tarde en Gorizia.

Y, por favor, no olvidemos Ucrania, Palestina, Israel, que están en guerra. Recemos por la paz, todos juntos.

Saludo al coro de muchachos polacos y ucranianos que han llevado un mensaje de paz a los santuarios franciscanos de Toscana, Umbría y Lacio; así como a los estudiantes del «Manhattan College» de Nueva York, al grupo Fraterna Domus y a los fieles de La Valeta Brianza y Casatenovo.

Que la Virgen María, la Santa Madre de Dios, sostenga con su intercesión materna la intención y el compromiso de ser artífices de paz cada día, en cada día del Año Nuevo: cada día artífices de paz, traed la paz. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen provecho y ¡adiós!

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