Papa Francisco | El Bautismo es Dios entrando en nosotros, purificando, sanando nuestros corazones, haciéndonos sus hijos para siempre, su pueblo, su familia, herederos del Paraíso

7 enero, 2024

Papa Francisco | El Bautismo es Dios entrando en nosotros, purificando, sanando nuestros corazones, haciéndonos sus hijos para siempre, su pueblo, su familia, herederos del Paraíso, así lo expresó el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Mariana del Ángelus. Antes del mediodía, Su Santidad Francisco se presentó en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se reunión con los fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.

El Papa nos decía, “hoy celebramos el Bautismo del Señor (cf. Mc 1, 7-11). Tiene lugar en el río Jordán, donde Juan -llamado por eso «Bautista»- realiza un rito de purificación, que expresa el compromiso de dejar el pecado y convertirse. El pueblo acude a bautizarse humilde, sincera y, como dice la Liturgia, «con el alma y los pies descalzos», y también Jesús acude allí, inaugurando su ministerio: muestra así que quiere estar cerca de los pecadores, que ha venido por ellos, por todos nosotros que somos pecadores”.

Continuando, Su Santidad señaló, “el Bautismo es Dios entrando en nosotros, purificando, sanando nuestros corazones, haciéndonos sus hijos para siempre, su pueblo, su familia, herederos del Paraíso (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1279). Y Dios se hace íntimo de nosotros y ya no se va. Por eso es importante recordar el día del Bautismo y también conocer la fecha. Les pregunto a todos -que cada uno lo piense-: «¿Recuerdo la fecha de mi Bautismo?». Si no la recuerdan, cuando vuelvan a casa, pregunten para no olvidarla nunca más, porque es un nuevo cumpleaños, porque con vuestro Bautismo habéis nacido a la vida de la gracia”.

Antes del final, el Papa reflexionó, “celebrar el Bautismo: es un nuevo cumpleaños. Y podemos preguntarnos: ¿soy consciente del inmenso don que llevo dentro por el Bautismo? ¿Reconozco, en mi vida, la luz de la presencia de Dios, que me ve como su hijo amado, como su hija amada?”

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos el Bautismo del Señor (cf. Mc 1, 7-11). Tiene lugar en el río Jordán, donde Juan -llamado por eso «Bautista»- realiza un rito de purificación, que expresa el compromiso de dejar el pecado y convertirse. El pueblo acude a bautizarse humilde, sincera y, como dice la Liturgia, «con el alma y los pies descalzos», y también Jesús acude allí, inaugurando su ministerio: muestra así que quiere estar cerca de los pecadores, que ha venido por ellos, por todos nosotros que somos pecadores.

Y ese mismo día suceden cosas extraordinarias. Juan el Bautista dice algo insólito, reconociendo públicamente en Jesús, aparentemente igual a todos los demás, a uno «más fuerte» (v. 7) que él, que «bautizará en el Espíritu Santo» (v. 8). Entonces se abren los cielos, el Espíritu Santo desciende sobre Jesús como una paloma (cf. v. 10) y, desde lo alto, la voz del Padre proclama: «Tú eres mi Hijo, el Amado: en ti he puesto mi complacencia» (v. 11).

Si esto nos revela que Jesús es el Hijo de Dios, también nos habla de nuestro Bautismo, que nos ha hecho a su vez hijos de Dios, porque el Bautismo nos hace hijos de Dios.

El Bautismo es Dios entrando en nosotros, purificando, sanando nuestros corazones, haciéndonos sus hijos para siempre, su pueblo, su familia, herederos del Paraíso (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1279). Y Dios se hace íntimo de nosotros y ya no se va. Por eso es importante recordar el día del Bautismo y también conocer la fecha. Les pregunto a todos -que cada uno lo piense-: «¿Recuerdo la fecha de mi Bautismo?». Si no la recuerdan, cuando vuelvan a casa, pregunten para no olvidarla nunca más, porque es un nuevo cumpleaños, porque con vuestro Bautismo habéis nacido a la vida de la gracia. Demos gracias al Señor por el Bautismo. Y démosle gracias también por los padres que nos llevaron a la fuente, por los que administraron el Sacramento, por el padrino, por la madrina, por la comunidad en la que lo recibimos. Celebrar el Bautismo: es un nuevo cumpleaños.

Y podemos preguntarnos: ¿soy consciente del inmenso don que llevo dentro por el Bautismo? ¿Reconozco, en mi vida, la luz de la presencia de Dios, que me ve como su hijo amado, como su hija amada? Y ahora, en memoria de nuestro Bautismo, acojamos la presencia de Dios en nosotros. Podemos hacerlo con la señal de la cruz, que traza en nosotros la memoria de la gracia de Dios, que nos ama y desea estar con nosotros. La señal de la cruz nos lo recuerda. Hagámosla juntos: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Y no olvidéis la fecha del Bautismo, que es un cumpleaños. Que María, templo del Espíritu, nos ayude a celebrar y acoger las maravillas que el Señor realiza en nosotros.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas

En la fiesta de hoy del Bautismo del Señor, he bautizado a algunos recién nacidos. Recemos por ellos y por sus familias. Extiendo esta oración a todos los niños que reciben el santo Bautismo en estos días.

Hoy las comunidades eclesiales de Oriente que siguen el calendario juliano celebran la santa Navidad. Con espíritu de gozosa fraternidad, deseo que el nacimiento del Señor Jesús las llene de luz, caridad y paz.

Os invito a uniros a mi oración por la liberación incondicional de todos los secuestrados actualmente en Colombia. Este gesto, que es un deber ante Dios, favorecerá también un clima de reconciliación y de paz en el país.

Estoy muy cerca de la población de la República Democrática del Congo, afectada por las inundaciones de los últimos días. Y, por favor, seguid rezando por la paz; por la paz en Ucrania, en Palestina, en Israel y en el mundo entero.

Y os saludo a todos vosotros, peregrinos de Italia y de muchas partes del mundo, especialmente a los muchachos de la parroquia del Santísimo Crucifijo de Roma, al grupo Scout Milán 35 y a la asociación «Totus tuus» de Potenza.

Os deseo a todos una gran fiesta. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen provecho y ¡adiós!

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