Papa Francisco | La confianza libera, siempre, el miedo paraliza, así lo señaló el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy (hora de Roma), Su Santidad Francisco se trasladó hasta el Estudio Apostólico Vaticano y desde la ventana se encontró con los fieles y peregrinos reunidos en Plaza San Pedro, al concluir el rezo, se trasladó hasta el Aula Pablo VI donde aguardaban cerca de 1250 personas, con quienes almorzó en ocasión de la VII Jornada Mundial de los Pobres.
En su mensaje, el Papa decía, “el Evangelio de hoy nos presenta la parábola de los talentos (cf. Mt 25,14-30). Un señor se va de viaje y confía sus talentos, es decir, sus bienes, un «capital», a los siervos: los talentos eran una unidad monetaria. A su regreso, les pide cuentas de lo que han hecho. Dos de ellos han duplicado lo que recibieron y el señor los alaba, mientras que el tercero, por miedo, ha enterrado su talento y sólo puede devolverlo, por lo que recibe una severa reprimenda”.
Continuando, agregó, “mirando esta parábola, podemos aprender dos maneras diferentes de acercarse a Dios. La primera manera es la del que entierra el talento que ha recibido, que no sabe ver las riquezas que Dios le ha dado: no se fía ni de su amo ni de sí mismo. Pues dice a su señor: «Sé que eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste» (v. 24). Siente temor hacia él”.
En otro tramo de sus palabras, compartía, “vemos entonces la segunda vía, en los otros dos protagonistas, que corresponden a la confianza de su señor confiando a su vez en él. Estos dos invierten todo lo que han recibido, aunque al principio no saben si todo saldrá bien: estudian, ven las posibilidades y buscan prudentemente lo mejor; aceptan el riesgo de jugársela. Confían, estudian y arriesgan”.
Completando, el Papa dijo, “(…) ésta es la encrucijada a la que nos enfrentamos ante Dios: miedo o confianza. O se tiene miedo ante Dios o se confía en el Señor. Y a nosotros, como a los protagonistas de la parábola, -a todos nosotros- se nos han dado talentos, todos ellos, mucho más preciosos que el dinero. Pero mucho de cómo los invirtamos depende de nuestra confianza en el Señor, que libera nuestro corazón, nos hace activos y creativos para el bien. No lo olvidéis: la confianza libera, siempre, el miedo paraliza”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos presenta la parábola de los talentos (cf. Mt 25,14-30). Un señor se va de viaje y confía sus talentos, es decir, sus bienes, un «capital», a los siervos: los talentos eran una unidad monetaria. Los distribuye según las capacidades de cada uno. A su regreso, les pide cuentas de lo que han hecho. Dos de ellos han duplicado lo que recibieron y el señor los alaba, mientras que el tercero, por miedo, ha enterrado su talento y sólo puede devolverlo, por lo que recibe una severa reprimenda. Mirando esta parábola, podemos aprender dos maneras diferentes de acercarse a Dios.
La primera manera es la del que entierra el talento que ha recibido, que no sabe ver las riquezas que Dios le ha dado: no se fía ni de su amo ni de sí mismo. Pues dice a su señor: «Sé que eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste» (v. 24). Siente temor hacia él. No ve la estima, no ve la confianza que el señor deposita en él, sino que sólo ve las acciones de un amo que exige más de lo que da, de un juez. Esta es su imagen de Dios: no puede creer en su bondad, no puede creer en la bondad del Señor hacia nosotros. Por eso se estanca y no se implica en la misión que ha recibido.
Vemos entonces la segunda vía, en los otros dos protagonistas, que corresponden a la confianza de su señor confiando a su vez en él. Estos dos invierten todo lo que han recibido, aunque al principio no saben si todo saldrá bien: estudian, ven las posibilidades y buscan prudentemente lo mejor; aceptan el riesgo de jugársela. Confían, estudian y arriesgan. Así tienen el valor de actuar libremente, creativamente, generando nuevas riquezas (cf. vv. 20-23).
Hermanos y hermanas, ésta es la encrucijada a la que nos enfrentamos ante Dios: miedo o confianza. O se tiene miedo ante Dios o se confía en el Señor. Y a nosotros, como a los protagonistas de la parábola, -a todos nosotros- se nos han dado talentos, todos ellos, mucho más preciosos que el dinero. Pero mucho de cómo los invirtamos depende de nuestra confianza en el Señor, que libera nuestro corazón, nos hace activos y creativos para el bien. No lo olvidéis: la confianza libera, siempre, el miedo paraliza. Recordad: el miedo paraliza, la confianza libera. Esto vale también para la educación de los hijos. Y preguntémonos: ¿creo que Dios es Padre y me confía dones porque confía en mí? Y yo, ¿confío en Él hasta el punto de jugármela sin desanimarme, incluso cuando los resultados no son seguros ni se dan por descontados? Sé decir cada día en la oración: «Señor, confío en ti, dame la fuerza para seguir adelante; confío en ti, en las cosas que me has dado; haz que sepa llevarlas a cabo». Por último, también como Iglesia: ¿cultivamos en nuestros ambientes un clima de confianza, de estima recíproca, que nos ayude a avanzar juntos, que desbloquee a las personas y estimule la creatividad del amor en todos? Reflexionemos sobre ello.
que la Virgen María nos ayude a superar el miedo -¡nunca tengas miedo de Dios! Miedo sí, miedo no – y a confiar en el Señor.
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Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas
Ayer, en Sevilla, fueron beatificados Manuel González-Serna, sacerdote diocesano, y diecinueve compañeros sacerdotes y laicos, asesinados en 1936 en el clima de persecución religiosa de la guerra civil española. Estos mártires dieron testimonio de Cristo hasta el final. Que su ejemplo reconforte a tantos cristianos discriminados por su fe en nuestro tiempo. ¡Aplaudamos a los nuevos beatos!
Renuevo mi cercanía al querido pueblo de Myanmar, que desgraciadamente sigue sufriendo violencia y abusos. Rezo para que no se desanimen y confíen siempre en la ayuda del Señor.
Y, hermanos y hermanas, sigamos rezando por la atormentada Ucrania -veo aquí las banderas- y por los pueblos de Palestina e Israel. La paz es posible. Hace falta buena voluntad. La paz es posible. No nos resignemos a la guerra. Y no olvidemos que la guerra siempre, siempre es una derrota. Sólo ganan los fabricantes de armas.
Hoy celebramos la VII Jornada Mundial de los Pobres, que este año tiene como lema «No apartéis la mirada de los pobres» (Tb 4,7). Doy las gracias a todos los que en las diócesis y en las parroquias han promovido iniciativas de solidaridad con personas y familias que luchan por salir adelante.
Y en este día recordamos también a todas las víctimas de accidentes de tráfico: recemos por ellas, por sus familias, y comprometámonos en la prevención de accidentes.
Quisiera mencionar también el Día Mundial de la Pesca, que se celebra pasado mañana.
Os saludo con afecto a todos vosotros, peregrinos de Italia y de otras partes del mundo. Saludo a los fieles de Madrid, Ibiza y Varsovia, y a los miembros del Consejo de la Unión Mundial de Profesores Católicos. Saludo a los grupos de Aprilia, San Ferdinando di Puglia y Sant’Antimo; a la Asociación FIDAS de Orta Nova, y a los participantes en las «Jornadas de convivencia» del Movimiento apostólico de ciegos. Un saludo especial a la comunidad ecuatoriana de Roma, que celebra la Virgen del Quinche. Y un saludo a los chicos de la Inmaculada Concepción.
Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡adiós!
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