Papa Francisco | La oración alimenta la vida misionera

31 mayo, 2023

Papa Francisco | La oración alimenta la vida misionera, la afirmación del título se desprende del mensaje del Santo Padre compartido durante la Audiencia general del día miércoles. Celebrada en Plaza San Pedro, Su Santidad Francisco, continuando con el ciclo de catequesis, “La pasión por la evangelización: El celo apostólico del creyente”, ha centrado su meditación sobre el tema, “Testimonio del Venerable Matteo Ricci” (Lectura: 1 Cor 9,19-20.22-23).

Al respecto, nos decía, “(…) hoy quisiera presentaros otro gran ejemplo de celo apostólico: hemos hablado de san Francisco Javier, de san Pablo, el celo apostólico de los grandes zelotes; hoy hablaremos de uno -italiano-, pero que fue a China: Matteo Ricci. Después del intento de Francisco Javier, otros veinticinco jesuitas habían intentado sin éxito entrar en China. Pero Ricci y uno de sus compañeros se prepararon muy bien, estudiando cuidadosamente la lengua y las costumbres chinas, y finalmente consiguieron establecerse en el sur del país”.

Continuando, preguntaba el Papa: “¿cuál era el secreto de Matteo Ricci? ¿Por qué camino le llevó su celo? Siempre siguió el camino del diálogo y la amistad con todas las personas que encontraba, lo que le abrió muchas puertas para proclamar la fe cristiana. Su primera obra en chino fue un tratado sobre la amistad, que tuvo gran resonancia.

Estudió a fondo sus textos clásicos, para poder presentar el cristianismo en diálogo positivo con su sabiduría confuciana y las costumbres de la sociedad china. A esto se le llama actitud de inculturación”.

En otro párrafo, el Santo Padre decía del misionero, “(…) la fama de Ricci como hombre de ciencia no debe ocultar la motivación más profunda de todos sus esfuerzos: el anuncio del Evangelio. Siguió adelante con el diálogo científico, con los científicos, pero dando testimonio de su propia fe, del Evangelio”.

Entonces, el Papa revelaba, “fue la oración la que alimentó la vida misionera, una vida de caridad, ayudaban a los demás, humildemente, con total desprecio de honores y riquezas, lo que indujo a muchos de sus discípulos y amigos chinos a aceptar la fe católica. Porque veían a un hombre tan inteligente, tan sabio, tan astuto -en el buen sentido de la palabra- para conseguir las cosas, y tan creyente que decían: ‘Pero, lo que predica es verdad porque lo dice una persona que da testimonio: da testimonio con su propia vida de lo que proclama”.

En el final de su mensaje el Su Santidad Francisco, compartió, “Matteo Ricci es un modelo vivo hoy”. Agregando, “(…) es grande porque fue coherente con su vocación, coherente con ese deseo de seguir a Jesucristo. Hermanos y hermanas, hoy nosotros, cada uno de nosotros, nos preguntamos interiormente: «¿Soy coherente, o soy un poco más o menos?».

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

La catequesis. 14. Pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 15. Testigos: el Venerable Matteo Ricci

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuamos en estas catequesis hablando del celo apostólico, es decir, del celo que sienten los cristianos para llevar a cabo el anuncio de Jesucristo. Y hoy quisiera presentaros otro gran ejemplo de celo apostólico: hemos hablado de san Francisco Javier, de san Pablo, el celo apostólico de los grandes zelotes; hoy hablaremos de uno -italiano-, pero que fue a China: Matteo Ricci.

Natural de Macerata, en la región de Las Marcas, tras estudiar en colegios jesuitas y entrar él mismo en la Compañía de Jesús, entusiasmado por los informes de los misioneros que escuchaba, como tantos otros jóvenes que así lo sentían, pidió ser enviado a las misiones del Extremo Oriente. Después del intento de Francisco Javier, otros veinticinco jesuitas habían intentado sin éxito entrar en China. Pero Ricci y uno de sus compañeros se prepararon muy bien, estudiando cuidadosamente la lengua y las costumbres chinas, y finalmente consiguieron establecerse en el sur del país. Tardaron dieciocho años, con cuatro etapas por cuatro ciudades diferentes, antes de llegar a Pekín, que era el centro. Con perseverancia y paciencia, animado por una fe inquebrantable, Matteo Ricci pudo superar dificultades, peligros, desconfianzas y oposiciones. Basta pensar en aquella época, caminando o a caballo, tantas distancias… y él seguía adelante. Pero, ¿cuál era el secreto de Matteo Ricci? ¿Por qué camino le llevó su celo?

Siempre siguió el camino del diálogo y la amistad con todas las personas que encontraba, lo que le abrió muchas puertas para proclamar la fe cristiana. Su primera obra en chino fue un tratado sobre la amistad, que tuvo gran resonancia. Para encajar en la cultura y la vida chinas, al principio vestía como los bonzos budistas, según la costumbre del país, pero luego se dio cuenta de que lo mejor era adoptar el estilo de vida y de vestir de los literatos, como vestían los profesores universitarios, los literatos: y se vistió así. Estudió a fondo sus textos clásicos, para poder presentar el cristianismo en diálogo positivo con su sabiduría confuciana y las costumbres de la sociedad china. A esto se le llama actitud de inculturación. Este misionero supo «inculturar» la fe cristiana en el diálogo, como los antiguos Padres con la cultura griega.

Su excelente formación científica despertó el interés y la admiración de los hombres cultos, empezando por su famoso mapamundi, el mapa de todo el mundo conocido entonces, con los distintos continentes, que reveló a los chinos por primera vez una realidad fuera de China mucho más amplia de lo que nunca habían pensado. Les mostró que el mundo era más grande que China, y lo comprendieron, porque eran inteligentes. Pero los conocimientos matemáticos y astronómicos de Ricci y sus seguidores misioneros contribuyeron también a un fructífero encuentro entre la cultura y la ciencia de Occidente y Oriente, que viviría entonces una de sus épocas más felices, en el signo del diálogo y la amistad. En efecto, la obra de Matteo Ricci nunca habría sido posible sin la colaboración de sus grandes amigos chinos, como el célebre «Doctor Paolo» (Xu Guangqi) y el «Doctor Leone» (Li Zhizao).

Sin embargo, la fama de Ricci como hombre de ciencia no debe ocultar la motivación más profunda de todos sus esfuerzos: el anuncio del Evangelio. Siguió adelante con el diálogo científico, con los científicos, pero dando testimonio de su propia fe, del Evangelio. La credibilidad obtenida a través del diálogo científico le dio autoridad para proponer la verdad de la fe y la moral cristianas, de las que habla en profundidad en sus principales obras chinas, como El verdadero significado del Señor de los Cielos -así se llama ese libro-. Además de la doctrina, es su testimonio de vida religiosa, de virtud y de oración: estos misioneros rezaban. Iban a predicar, hacían gestiones políticas, de todo: pero rezaban. Fue la oración la que alimentó la vida misionera, una vida de caridad, ayudaban a los demás, humildemente, con total desprecio de honores y riquezas, lo que indujo a muchos de sus discípulos y amigos chinos a aceptar la fe católica. Porque veían a un hombre tan inteligente, tan sabio, tan astuto -en el buen sentido de la palabra- para conseguir las cosas, y tan creyente que decían: ‘Pero, lo que predica es verdad porque lo dice una persona que da testimonio: da testimonio con su propia vida de lo que proclama’. Esta es la coherencia de los evangelizadores. Y esto nos afecta a todos los cristianos que somos evangelizadores. Yo puedo decir el «Credo» de memoria, puedo decir todo lo que creemos, pero si tu vida no es coherente con lo que profesas, no sirve de nada. Lo que atrae a la gente es el testimonio de coherencia: los cristianos estamos llamados a vivir lo que decimos, y no a fingir que vivimos como cristianos, sino a vivir como mundanos. Mirad a estos grandes misioneros -como Matteo Ricci, que es italiano-, veréis que la mayor fuerza es la coherencia: son coherentes.

En los últimos días de su vida, a los que estaban más cerca de él y le preguntaban cómo se sentía, Matteo Ricci «respondía que estaba pensando en ese momento si era mayor la alegría y el gozo que sentía interiormente por la idea de que estaba cerca de su viaje para ir a gustar a Dios, o la tristeza que le podía causar el dejar a sus compañeros de toda la misión que tanto amaba, y el servicio que todavía podía hacer a Dios Nuestro Señor en esta misión» (S. De Ursis, Informe sobre M. Ricci, Archivio Storico Romano S.I.). Es la misma actitud del apóstol Pablo (cf. Flp 1, 22-24), que quería dejar al Señor para encontrarlo, pero «me quedo para servirte».

Matteo Ricci murió en Pekín en 1610, a la edad de 57 años, un hombre que dio toda su vida por la misión. El espíritu misionero de Matteo Ricci es un modelo vivo hoy. Su amor por el pueblo chino es un modelo; pero lo que representa un camino actual es su coherencia de vida, el testimonio de su vida como cristiano. Llevó el cristianismo a China; es grande sí, porque es un gran científico, es grande porque es valiente, es grande porque escribió tantos libros, pero sobre todo es grande porque fue coherente con su vocación, coherente con ese deseo de seguir a Jesucristo. Hermanos y hermanas, hoy nosotros, cada uno de nosotros, nos preguntamos interiormente: «¿Soy coherente, o soy un poco más o menos?».

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor que nos dé la humildad de sabernos acercar a los demás con esa actitud de amistad, respeto y conocimiento de su cultura y sus valores. Que sepamos acoger todo lo bueno que hay en ellos, como Jesús al encarnarse, para hacernos capaces de hablar su lenguaje. Que no dudemos en ofrecerles todo lo bueno que tenemos, para dar prueba del Amor que nos mueve. Que tengamos la fuerza de vivir con coherencia la fe que profesamos, para transmitir el Evangelio del reino sin imposiciones ni proselitismos. Que sea esta la bendición de Jesús y que la Virgen Santa, primera misionera en esta fiesta de la Visitación, nos sostenga en este propósito. Muchas gracias.

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