Papa Francisco | Ser cristiano no es sólo recibir la fe, confesar la fe, sino custodiar la vida, la propia vida, la vida de los demás, la vida de la Iglesia

16 febrero, 2022

Papa Francisco | Ser cristiano no es sólo recibir la fe, confesar la fe, sino custodiar la vida, la propia vida, la vida de los demás, la vida de la Iglesia, así lo manifestó el Santo Padre al compartir su mensaje durante la Audiencia General. Celebrada en el Aula Pablo VI, Su Santidad Francisco al concluir el ciclo de catequesis sobre san José, centró su reflexión en el tema: “San José patrono de la Iglesia universal” (Lectura: Mt 2,13-15).

Al respecto, preguntó, “¿Qué significa que San José es «patrono de la Iglesia?» Respondiendo, “(…) son los Evangelios los que nos proporcionan la interpretación más correcta. De hecho, al final de cada historia que tiene a José como protagonista, el Evangelio anota que toma consigo al Niño y a su madre y hace lo que Dios le ha mandado (cf. Mt 1,24; 2,14.21). Así se destaca el hecho de que José tiene la tarea de proteger a Jesús y María”.

El Santo Padre señaló, además, “Jesús, María y José son, en cierto sentido, el núcleo primordial de la Iglesia. Jesús es Hombre y Dios, María, la primera discípula, es la Madre; y José, el guardián. Y también nosotros «debemos preguntarnos siempre si estamos protegiendo con todas nuestras fuerzas a Jesús y a María, que están misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, (…)”.

Agregando, “y aquí hay una huella muy hermosa de la vocación cristiana: custodiar. Custodiar la vida, Custodiar el desarrollo humano, Custodiar la mente humana, Custodiar el corazón humano, Custodiar el trabajo humano”. Además, Su Santidad afirmaba también, “ser cristiano no es sólo recibir la fe, confesar la fe, sino custodiar la vida, la propia vida, la vida de los demás, la vida de la Iglesia”.

Más adelante, compartía el Pontífice, “Dios confió en José, al igual que María, que encontró en él al esposo que la amaba y la respetaba y la cuidaba siempre a ella y al Niño. En este sentido, “San José no puede dejar de ser el custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la prolongación del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se prefigura la maternidad de María”.

Continuando, el Santo Padre nos revelaba, “(…) cada persona que tiene hambre y sed, cada extranjero, cada migrante, cada persona sin ropa, cada enfermo, cada prisionero es el «Niño» que José guarda. Y estamos invitados a custodiar a este pueblo, a estos hermanos y hermanas nuestros, como lo hizo José”.

En otro párrafo, añadía, “(…) sólo el amor nos hace capaces de decir la verdad plenamente, de manera no parcial; decir lo que está mal, pero también reconocer todo el bien y la santidad que están presentes en la Iglesia, comenzando por Jesús y María”.

Casi en el final de su mensaje, el Papa compartía, “queridos hermanos y hermanas, os animo a pedir la intercesión de San José precisamente en los momentos más difíciles de vuestra vida y de vuestras comunidades. Donde nuestros errores se convierten en escándalo, le pedimos a San José que tenga el coraje de decir la verdad, de pedir perdón y humildemente empezar de nuevo”.

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

Catequesis del Santo Padre en lengua italiana

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy concluimos el ciclo de catequesis sobre la figura de San José. Estas catequesis son complementarias a la Carta Apostólica Patris corde, escrita con motivo del 150 aniversario de la proclamación de San José como Patrono de la Iglesia Católica por el Beato Pío IX. Pero, ¿qué significa este título? ¿Qué significa que San José es «patrono de la Iglesia»? Me gustaría reflexionar sobre esto hoy contigo.

También en este caso son los Evangelios los que nos proporcionan la interpretación más correcta. De hecho, al final de cada historia que tiene a José como protagonista, el Evangelio anota que toma consigo al Niño y a su madre y hace lo que Dios le ha mandado (cf. Mt 1,24; 2,14.21). Así se destaca el hecho de que José tiene la tarea de proteger a Jesús y María. Él es su principal custodio: «En verdad, Jesús y María su Madre son el tesoro más precioso de nuestra fe» [1] (Carta Apostólica Patris corde, 5), y este tesoro es custodiado por San José.

En el plan de salvación el Hijo no puede ser separado de la Madre, de quien «avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz» (Lumen gentium, 58), como decía el Concilio Vaticano II recuerdanos.

Jesús, María y José son, en cierto sentido, el núcleo primordial de la Iglesia. Jesús es Hombre y Dios, María, la primera discípula, es la Madre; y José, el guardián. Y también nosotros «debemos preguntarnos siempre si estamos protegiendo con todas nuestras fuerzas a Jesús y a María, que están misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado, a nuestra custodia» (Patris corde, 5). Y aquí hay una huella muy hermosa de la vocación cristiana: custodiar. Custodiar la vida, Custodiar el desarrollo humano, Custodiar la mente humana, Custodiar el corazón humano, Custodiar el trabajo humano. El cristiano es -podemos decir- como San José: debe custodiar. Ser cristiano no es sólo recibir la fe, confesar la fe, sino custodiar la vida, la propia vida, la vida de los demás, la vida de la Iglesia. El Hijo del Altísimo vino al mundo en una condición de gran debilidad: Jesús nació así, débil, débil. Quería necesitar ser defendido, protegido, cuidado. Dios confió en José, al igual que María, que encontró en él al esposo que la amaba y la respetaba y la cuidaba siempre a ella y al Niño. En este sentido, “San José no puede dejar de ser el custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la prolongación del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se prefigura la maternidad de María. José, continúa protegiendo a la Iglesia, continúa protegiendo al Niño y a su madre, y nosotros también amando a la Iglesia seguimos amando al Niño y a su madre” (ibíd.).

Este Niño es el que dirá: «Todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). Por lo tanto, cada persona que tiene hambre y sed, cada extranjero, cada migrante, cada persona sin ropa, cada enfermo, cada prisionero es el «Niño» que José guarda. Y estamos invitados a custodiar a este pueblo, a estos hermanos y hermanas nuestros, como lo hizo José. Por ello, se le invoca como protector de todos los necesitados, de los exiliados, de los afligidos y hasta de los moribundos -de eso hablamos el miércoles pasado-. Y también nosotros debemos aprender de José a «guardar» estos bienes: amar al Niño y a su madre; amar los Sacramentos y al pueblo de Dios; amar a los pobres y a nuestra parroquia. Cada una de estas realidades es siempre el Niño y su madre (cf. Patris corde, 5). Hay que velar, porque con esto guardamos a Jesús, como lo hizo José.

Hoy es común, es todos los días criticar a la Iglesia, subrayar sus incongruencias -hay muchas-, subrayar los pecados, que en realidad son nuestras incongruencias, nuestros pecados, porque la Iglesia siempre ha sido un pueblo de pecadores que contraer la misericordia de Dios Preguntémonos si, en el fondo de nuestro corazón, amamos a la Iglesia tal como es. Pueblo de Dios en camino, con muchas limitaciones, pero con un gran deseo de servir y amar a Dios, en efecto, sólo el amor nos hace capaces de decir la verdad plenamente, de manera no parcial; decir lo que está mal, pero también reconocer todo el bien y la santidad que están presentes en la Iglesia, comenzando por Jesús y María. Amad a la Iglesia, custodiad la Iglesia y caminad con la Iglesia. Pero la Iglesia no es ese pequeño grupo que está cerca del sacerdote y manda a todos, no. La Iglesia somos todos, todos nosotros en camino Cuidándonos unos a otros, cuidándonos unos a otros. Esta es una buena pregunta: cuando tengo un problema con alguien, ¿trato de protegerlo o de inmediato lo condeno, chismeo sobre él, lo destruyo? ¡Debemos custodiar, siempre custodiar!

Queridos hermanos y hermanas, os animo a pedir la intercesión de San José precisamente en los momentos más difíciles de vuestra vida y de vuestras comunidades. Donde nuestros errores se convierten en escándalo, le pedimos a San José que tenga el coraje de decir la verdad, de pedir perdón y humildemente empezar de nuevo. Donde la persecución impide el anuncio del Evangelio, pedimos a San José la fuerza y ​​la paciencia para poder soportar los abusos y sufrimientos por amor al Evangelio. Donde los medios materiales y humanos son escasos y nos hacen experimentar la pobreza, especialmente cuando estamos llamados a servir a los más pequeños, a los indefensos, a los huérfanos, a los enfermos, a los desechados de la sociedad, roguemos a San José para que sea por nosotros Providencia. ¡Cuántos santos se han vuelto hacia él!

Imitemos su ejemplo y por eso, todos juntos, oremos hoy; oremos a San José con la oración que puse al final de la Carta Patris corde, encomendándole nuestras intenciones y, de modo especial, la Iglesia que sufre y está en prueba. Y ahora, tienes en tu mano en diferentes idiomas, creo en cuatro, la oración, y creo que también estará en la pantalla para que juntos, cada uno en su propio idioma, puedan rezar a San José.

Salve, custodio del Redentor

y esposo de la Virgen María.

A ti Dios encomendó a su Hijo;

en ti María puso su confianza;

contigo Cristo se hizo hombre.

Oh Beato José, muéstrate también a nosotros un padre,

y guíanos por el camino de la vida.

alcánzanos la gracia, la misericordia y el valor,

y defiéndenos de todo macho. Amén.

___________________

[1] S. Rituum Congreg., Decr. Quemadmodum Deus (8 de diciembre de 1870): ASS 6 (1870-71), 193; cf. PII IX, Lett. Ap. Inclytum Patriarcham (7 de julio de 1871): lc, 324-327.

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