PAPA FRANCISCO | Tenemos que hablar de nuestro encuentro con Jesús

14 abril, 2024

PAPA FRANCISCO | Tenemos que hablar de nuestro encuentro con Jesús, así lo pedía el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Regina Caeli. Antes del mediodía (hora local) Su Santidad Francisco se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se reunía con fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.

El Santo Padre Francisco nos decía, “hoy el Evangelio nos traslada a la tarde de Pascua. Los apóstoles están reunidos en el cenáculo, cuando los dos discípulos regresan de Emaús y cuentan su encuentro con Jesús. Jesús llega justo cuando ellos están compartiendo el relato de su encuentro con él. Esto me hace pensar que es bueno compartir, es importante compartir la fe”.

Continuando, agregó, cada día nos bombardean con mil mensajes. Muchos son superficiales e inútiles, otros revelan una curiosidad indiscreta o, peor aún, surgen del chismorreo y la malicia. (…) también hay noticias buenas, positivas y constructivas, y todos sabemos lo bueno que es oír cosas buenas, y cuánto mejor nos sentimos cuando eso ocurre. Y también es bueno compartir las realidades que, para bien o para mal, han tocado nuestras vidas, para poder ayudar a los demás”.

Reflexionando, el Papa subrayó, “sin embargo, hay algo de lo que a menudo nos cuesta hablar. ¿Nos cuesta hablar de qué? De lo más hermoso que tenemos para hablar: nuestro encuentro con Jesús”.

Antes de concluir, el Pontífice dijo, es importante hacerlo en la familia, en la comunidad, con los amigos. Del mismo modo que es bueno hablar de las buenas inspiraciones que nos han dirigido en la vida, de los buenos pensamientos y sentimientos que tanto nos ayudan a avanzar, incluso de los esfuerzos y trabajos que hacemos para comprender y progresar en la vida de fe, tal vez incluso para arrepentirnos y volver sobre nuestros pasos. Tratemos, pues, de recordar ahora un momento fuerte de nuestra vida, un encuentro decisivo con Jesús. Todos lo hemos tenido, todos hemos tenido un encuentro con el Señor”.

Seguidamente, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días, feliz domingo!

Hoy el Evangelio nos traslada a la tarde de Pascua. Los apóstoles están reunidos en el cenáculo, cuando los dos discípulos regresan de Emaús y cuentan su encuentro con Jesús. Y mientras expresan la alegría de su experiencia, el Resucitado se aparece a toda la comunidad. Jesús llega justo cuando ellos están compartiendo el relato de su encuentro con él. Esto me hace pensar que es bueno compartir, es importante compartir la fe. Esta historia nos hace pensar en la importancia de compartir la fe en Jesús resucitado.

Cada día nos bombardean con mil mensajes. Muchos son superficiales e inútiles, otros revelan una curiosidad indiscreta o, peor aún, surgen del chismorreo y la malicia. Son noticias que no sirven para nada, de hecho hacen daño. Pero también hay noticias buenas, positivas y constructivas, y todos sabemos lo bueno que es oír cosas buenas, y cuánto mejor nos sentimos cuando eso ocurre. Y también es bueno compartir las realidades que, para bien o para mal, han tocado nuestras vidas, para poder ayudar a los demás.

Sin embargo, hay algo de lo que a menudo nos cuesta hablar. ¿Nos cuesta hablar de qué? De lo más hermoso que tenemos para hablar: nuestro encuentro con Jesús. Cada uno de nosotros ha encontrado al Señor y nos cuesta hablar de ello. Cada uno de nosotros podría decir tanto al respecto: ver cómo nos ha tocado el Señor, y esto compartirlo, no sermoneando a los demás, sino compartiendo los momentos únicos en los que hemos percibido al Señor vivo, cercano, encendiendo la alegría en nuestro corazón o enjugando las lágrimas, transmitiendo confianza y consuelo, fuerza y entusiasmo, o perdón, ternura. Estos encuentros, que cada uno de nosotros ha tenido con Jesús, deben ser compartidos y transmitidos. Es importante hacerlo en la familia, en la comunidad, con los amigos. Del mismo modo que es bueno hablar de las buenas inspiraciones que nos han dirigido en la vida, de los buenos pensamientos y sentimientos que tanto nos ayudan a avanzar, incluso de los esfuerzos y trabajos que hacemos para comprender y progresar en la vida de fe, tal vez incluso para arrepentirnos y volver sobre nuestros pasos. Si hacemos esto, Jesús, como hizo con los discípulos de Emaús la tarde de Pascua, nos sorprenderá y hará aún más bellos nuestros encuentros y nuestros ambientes.

Tratemos, pues, de recordar ahora un momento fuerte de nuestra vida, un encuentro decisivo con Jesús. Todos lo hemos tenido, todos hemos tenido un encuentro con el Señor. Hagamos un poco de silencio y pensemos: ¿cuándo encontré al Señor? ¿Cuándo el Señor se hizo cercano a mí? Pensemos en silencio. Y este encuentro con el Señor, ¿lo he compartido para dar gloria al Señor? Y también, ¿he escuchado a los demás cuando me cuentan este encuentro con Jesús?

Que la Virgen nos ayude a compartir nuestra fe para que nuestras comunidades sean cada vez más lugares de encuentro con el Señor.

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Después del Regina Caeli

Queridos hermanos y hermanas

Sigo en oración y con preocupación, incluso con dolor, las noticias que me han llegado en las últimas horas sobre el empeoramiento de la situación en Israel a causa de la intervención de Irán. Hago un llamamiento de todo corazón para que se detenga cualquier acción que pueda alimentar una espiral de violencia con el riesgo de arrastrar a Oriente Medio a un conflicto bélico aún mayor.

Nadie debe amenazar la existencia de los demás. Por el contrario, todas las naciones deben ponerse del lado de la paz y ayudar a israelíes y palestinos a vivir en dos Estados, uno al lado del otro, en condiciones de seguridad. Es su deseo profundo y legítimo, y es su derecho. Dos Estados vecinos.

Que haya pronto un alto el fuego en Gaza, y que se sigan las vías de la negociación, con determinación. Ayudemos a esa población, sumida en una catástrofe humanitaria, ¡liberemos a los rehenes secuestrados hace meses! ¡Cuánto sufrimiento! Recemos por la paz. ¡No más guerra, no más atentados, no más violencia! ¡Sí al diálogo y sí a la paz!

Hoy celebramos en Italia la 100ª Jornada Nacional de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, sobre el tema «Cuestión de futuro. Los jóvenes entre el desencanto y el deseo». Animo a esta gran Universidad a continuar su importante servicio formativo, fiel a su misión y atenta a las necesidades juveniles y sociales de hoy.

Saludo cordialmente a todos vosotros, romanos y peregrinos venidos de Italia y de muchos países. Saludo en particular a los fieles de Los Ángeles, Houston, Nutley y Riverside, en los Estados Unidos de América; así como a los polacos, especialmente -¡cuántas banderas polacas! – a los de Bodzanów y a los jóvenes voluntarios del Equipo de Ayuda a la Iglesia de Oriente. Saludo y animo a los responsables de las Comunidades de Sant’Egidio en algunos países de América Latina.

Saludo a los voluntarios de las ACLI comprometidos en los patronatos de toda Italia; a los grupos de Trani, Arzachena, Montelibretti; a los jóvenes de Profesión de Fe de la parroquia de los Santos Silvestro y Martino de Milán; a los candidatos a la Confirmación de Pannarano; y al grupo juvenil «Arte y Fe» de las Hermanas Doroteas.

Saludo con afecto a los niños de diversas partes del mundo, que han venido a recordarnos que los días 25 y 26 de mayo la Iglesia celebrará la primera Jornada mundial del niño. Gracias. Invito a todos a acompañar con la oración el camino hacia este acontecimiento -la primera Jornada mundial del niño- y doy las gracias a cuantos trabajan para prepararla. Y a vosotros, niños, os digo: ¡Os espero! ¡A todos! Necesitamos vuestra alegría y vuestro deseo de un mundo mejor, un mundo en paz. Recemos, hermanos y hermanas, por los niños que sufren las guerras -¡son tantos! – en Ucrania, en Palestina, en Israel, en otras partes del mundo, en Myanmar. Recemos por ellos y por la paz.

Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no olvidéis rezar por mí. Saludo a los chicos de la Inmaculada. Buen almuerzo y ¡adiós!

Regina Coeli 

Reina del cielo alégrate; aleluya.
Porque el Señor a quien has merecido llevar; aleluya.
Ha resucitado según su palabra; aleluya.
Ruega al Señor por nosotros; aleluya.
Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
Porque verdaderamente ha resucitado el Señor;
aleluya.

Oremos

Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
has llenado el mundo de alegría,
concédenos, por intercesión de su Madre,
la Virgen María,
llegar a alcanzar los gozos eterno.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

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