PAPA LEÓN XIV | Jesús no hace clasificaciones, a los que le abren su corazón les da todo de sí mismo, así lo señalaba el Santo Padre al compartir su mensaje en la Audiencia General. Celebrada en Plaza San Pedro, continuando con el ciclo de catequesis que se desarrolla a lo largo del Año Jubilar «Jesucristo, nuestra esperanza»- Su Santidad León XIV centró su meditación en el tema Los obreros de la viña. «Y les dijo: Id también vosotros a la viña» (Mt 20, 1-7).
El Papa nos decía, “quisiera detenerme de nuevo en una parábola de Jesús. Una vez más, se trata de un relato que alimenta nuestra esperanza. La metáfora de la plaza del mercado es también muy acertada para nuestro tiempo, porque el mercado es el lugar de los negocios, donde desgraciadamente la gente también compra y vende su afecto y su dignidad, tratando de obtener un beneficio. Y cuando uno no se siente apreciado, reconocido, corre incluso el riesgo de venderse al primer postor. En cambio, el Señor nos recuerda que nuestra vida vale algo, y su deseo es ayudarnos a descubrirlo”.
Agregando, seguía diciéndonos, “(…) es una parábola que da esperanza, porque nos dice que este amo sale varias veces a buscar a los que esperan dar sentido a su vida. El amo sale al amanecer y luego, cada tres horas, vuelve a buscar obreros para enviarlos a su viña. Siguiendo este baremo, después de salir a las tres de la tarde, ya no habría motivo para volver a salir, porque la jornada laboral terminaría a las seis.
Este maestro infatigable, que quiere valorar la vida de todos a toda costa, sale incluso a las cinco. Los trabajadores que habían permanecido en la plaza del mercado probablemente habían perdido toda esperanza. El día había sido en vano. Y, sin embargo, alguien seguía creyendo en ellos”.
En otro párrafo, el Pontífice compartía, “y la originalidad de este maestro se ve también al final de la jornada, a la hora de la paga. Con los primeros trabajadores, los que van a la viña al amanecer, el amo había acordado un dinero, que era el coste típico de un día de trabajo. A los demás les dice que les dará lo justo. Y es precisamente aquí donde la parábola vuelve a provocarnos: ¿qué es lo justo? Para el dueño de la viña, es decir, para Dios, es justo que todos tengan lo necesario para vivir. Ha llamado personalmente a los trabajadores, conoce su dignidad, y de acuerdo con ella quiere pagarles. Y les da dinero a todos”.
Más adelante, el Papa dijo, “Dios quiere dar a todos su Reino, es decir, la vida plena, eterna y feliz. Y esto es lo que Jesús hace con nosotros: no hace clasificaciones, a los que le abren su corazón les da todo de sí mismo.
A la luz de esta parábola, el cristiano de hoy podría tener la tentación de pensar: «¿Para qué empezar a trabajar ahora? Si la remuneración es la misma, ¿para qué trabajar más?». A estas dudas respondía San Agustín: «¿Por qué, pues, tardas en seguir al que te llama, estando seguro de la remuneración, pero incierto del día? Cuídate de no quitarte, por tu tardanza, lo que él te dará según su promesa». [1]”
Finalizando, el Santo Padre, dijo, “(…) ¡no nos desanimemos! Incluso en los momentos oscuros de la vida, cuando el tiempo pasa sin darnos las respuestas que buscamos, pidamos al Señor que vuelva a salir a nuestro encuentro allí donde le esperamos. ¡El Señor es generoso y vendrá pronto!”
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad León XIV:
Ciclo de catequesis – Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de Jesús. Las parábolas. 8. Los trabajadores de la viña. «Y les dijo: Id también vosotros a la viña» (Mt 20, 4).
Queridos hermanos y hermanas,
Quisiera detenerme de nuevo en una parábola de Jesús. Una vez más, se trata de un relato que alimenta nuestra esperanza. A veces tenemos la impresión de no encontrar sentido a nuestra vida: nos sentimos inútiles, inadecuados, como jornaleros que esperan en el mercado a que alguien los lleve a trabajar. Pero a veces pasa el tiempo, pasa la vida, y no nos sentimos reconocidos ni apreciados. Tal vez no llegamos a tiempo, otros aparecieron antes que nosotros, o las preocupaciones nos han retenido en otro lugar.
La metáfora de la plaza del mercado es también muy acertada para nuestro tiempo, porque el mercado es el lugar de los negocios, donde desgraciadamente la gente también compra y vende su afecto y su dignidad, tratando de obtener un beneficio. Y cuando uno no se siente apreciado, reconocido, corre incluso el riesgo de venderse al primer postor. En cambio, el Señor nos recuerda que nuestra vida vale algo, y su deseo es ayudarnos a descubrirlo.
También en la parábola que comentamos hoy, hay unos obreros que esperan que alguien los tome por un día. Estamos en el capítulo 20 del Evangelio de Mateo y también aquí encontramos a un personaje cuyo comportamiento es insólito, asombroso y cuestionador. Es el dueño de una viña, que sale en persona a buscar a sus trabajadores. Evidentemente, quiere establecer una relación personal con ellos.
Como ya he dicho, es una parábola que da esperanza, porque nos dice que este amo sale varias veces a buscar a los que esperan dar sentido a su vida. El amo sale al amanecer y luego, cada tres horas, vuelve a buscar obreros para enviarlos a su viña. Siguiendo este baremo, después de salir a las tres de la tarde, ya no habría motivo para volver a salir, porque la jornada laboral terminaría a las seis.
Este maestro infatigable, que quiere valorar la vida de todos a toda costa, sale incluso a las cinco. Los trabajadores que habían permanecido en la plaza del mercado probablemente habían perdido toda esperanza. El día había sido en vano. Y, sin embargo, alguien seguía creyendo en ellos. ¿Qué sentido tiene coger a los trabajadores sólo para la última hora de la jornada laboral? ¿Qué sentido tiene ir a trabajar sólo una hora? Sin embargo, incluso cuando parece que podemos hacer poco en la vida, siempre merece la pena. Siempre existe la posibilidad de encontrar un sentido, porque Dios ama nuestra vida.
Y la originalidad de este maestro se ve también al final de la jornada, a la hora de la paga. Con los primeros trabajadores, los que van a la viña al amanecer, el amo había acordado un dinero, que era el coste típico de un día de trabajo. A los demás les dice que les dará lo justo. Y es precisamente aquí donde la parábola vuelve a provocarnos: ¿qué es lo justo? Para el dueño de la viña, es decir, para Dios, es justo que todos tengan lo necesario para vivir. Ha llamado personalmente a los trabajadores, conoce su dignidad, y de acuerdo con ella quiere pagarles. Y les da dinero a todos.
La historia dice que los trabajadores de la primera hora están decepcionados: no ven la belleza del gesto del amo, que no fue injusto, sino simplemente generoso, no se fijó sólo en el mérito, sino también en la necesidad. Dios quiere dar a todos su Reino, es decir, la vida plena, eterna y feliz. Y esto es lo que Jesús hace con nosotros: no hace clasificaciones, a los que le abren su corazón les da todo de sí mismo.
A la luz de esta parábola, el cristiano de hoy podría tener la tentación de pensar: «¿Para qué empezar a trabajar ahora? Si la remuneración es la misma, ¿para qué trabajar más?». A estas dudas respondía San Agustín: «¿Por qué, pues, tardas en seguir al que te llama, estando seguro de la remuneración, pero incierto del día? Cuídate de no quitarte, por tu tardanza, lo que él te dará según su promesa». [1]
Quisiera decir, sobre todo a los jóvenes, que no esperen, sino que respondan con entusiasmo al Señor que nos llama a trabajar en su viña. No os demoréis, arremangaos, porque el Señor es generoso y no os defraudará. Trabajando en su viña, encontraréis respuesta a esa pregunta profunda que lleváis dentro: ¿cuál es el sentido de mi vida?
Queridos hermanos y hermanas, ¡no nos desanimemos! Incluso en los momentos oscuros de la vida, cuando el tiempo pasa sin darnos las respuestas que buscamos, pidamos al Señor que vuelva a salir a nuestro encuentro allí donde le esperamos. ¡El Señor es generoso y vendrá pronto!
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[1] Sermón 87, 6, 8 .
SALUDOS
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España, México, República Dominicana, Guatemala, Perú y Colombia. Los animo a todos a pedir con insistencia al Señor que salga a su encuentro, en especial roguemos por los jóvenes y por los que se encuentran en un momento oscuro de su vida, desanimados y sin ver claro el futuro. Que el Amo de la viña les haga sentir su voz y les dé la fuerza de responderle con entusiasmo, les puedo decir por experiencia que Dios les sorprenderá. Muchas gracias.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua italiana. Saludo en particular a los fieles de la diócesis de Nocera Inferiore-Sarno, con monseñor Giuseppe Giudice. Queridos hermanos y hermanas, no os canséis de confiaros a Cristo y de anunciarlo con vuestra vida en la familia y en todos los ambientes. Esto es lo que la gente espera también hoy de la Iglesia.
Saludo también a los fieles de San Severo, Canosa di Puglia y Altamura, animándoles a profundizar cada vez más en su vida de fe, a ser protagonistas de una valiente acción evangelizadora en la zona. Saludo con afecto al grupo ANAS y al Instituto ursulino San Carlo de Milán, y aseguro mis oraciones para que el Señor colme a cada uno con sus dones.
Por último, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. En el clima de preparación para la ya inminente solemnidad de Pentecostés, os exhorto a ser siempre dóciles a la acción del Espíritu Santo, invocando su luz y su fuerza.
Mi bendición para todos.
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