Formosa | Nuestras vidas deben hablar de Dios, de que somos peregrinos, de que estamos de paso y que nuestra ciudad permanente es el cielo

6 junio, 2019

Formosa | Nuestras vidas deben hablar de Dios, de que somos peregrinos, de que estamos de paso y que nuestra ciudad permanente es el cielo, es apenas una frase de la Homilía brindada por Mons. Santiago Olivera esta media mañana al celebrar Misa junto a los efectivos de PNA (Prefectura Naval Argentina). Luego haber celebrado la Eucaristía en el Regimiento de Infantería de Monte 29, en dependencia del Ejército Argentino, el Obispo Castrense de Argentina se trasladaba a la sede PNA en la ciudad capital provincial, a orillas del Río Paraguay.

Al llegar, fue recibido por las autoridades de la Prefectura Naval Argentina (PNA) por el Sub Oficial Mayor Poh, por Gendarmería Nacional Argentina (GNA) el Jefe de la Agrupación Formosa de GNA, Comandante Mayor Enzo Duarte y Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) Oficial Jefe, Jorge Irala quienes además estaban acompañados por efectivos de cada fuerza. El Obispo Castrense de Argentina ofició la Santa Misa, concelebraron, el Capellán Mayor de PNA, Padre Diego Tibaldo, el Capellán Mayor del Ejército, Padre Eduardo Castellanos, el Capellán Mayor de GNA, Padre Jorge Massut y Capellanes Castrenses de Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad.

En su mensaje resaltó, “la misión del Obispado, es acompañar, sostener, iluminar las realidades temporales, el servicio que las Fuerzas cumplen, por bien de los hermanos, por el bien de la Patria. Esta misión no es solo defender nuestra tierra, custodiar los ríos, sino también nuestra gente, los rostros concretos, hombres y mujeres hermanos nuestros”.

En tal sentido, Mons. Olivera nos decía, “nuestras vidas deben hablar de Dios, de que somos peregrinos, de que estamos de paso y que nuestra ciudad permanente es el cielo”. Respecto del Evangelio leído, nos señaló, “en esta oración sacerdotal que hemos escuchado, vemos primero que, Dios nos ama, como amó a Jesús, y tanto amó Dios al mundo, que envió a su Hijo para salvarnos del pecado y la muerte eterna”.

Ampliando, destacó, “la resurrección de Cristo es primicia de nuestra resurrección, la muerte de Cristo ha sido vencida, todos pasamos por el dolor de lo que representa la muerte, pero sabemos porque Cristo murió en nombre nuestro también ha vencido a la muerte y por lo tanto tenemos la posibilidad de saber que sí creemos en Él, aunque morimos viviremos. Ella es consecuencia del pecado, puesto que nosotros estábamos llamados a la vida, a contemplar cara a cara a Dios para siempre, por ello, Él, que nos amó tanto, envió a su Hijo para salvarnos”.

El Obispo además, nos pidió prestar suma atención en algo fundamental en nuestras vidas, así lo describía, “la predicación del Evangelio, ajustar el Evangelio a nuestra vida, en el lugar donde están, en la vocación que cumplen, en el servicio a la Patria que tienen cada uno de ustedes. En los cristianos y los laicos que tienen la propia vocación de santificar la realidad donde están, sabiéndose peregrinos, deben dar testimonio con la vida de la Palabra del Evangelio y la buena noticia de Jesús”.

A continuación compartimos el resumen de Homilía brindada por Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:

En este gozo de celebrar juntos la misa como familia Diocesana Castrense y de las Fuerzas Federales de Seguridad, todos nos invitaríamos a seguir a Jesucristo que hemos escuchado en este relato de San Juan, que pone la mirada en el cielo. Por ello, sería apropiado que en esta Eucaristía, en esta visita pastoral, tanto del Obispo como de los Capellanes nos ayude a poner nuestra mirada en el cielo.

La misión del Obispado, es acompañar, sostener, iluminar las realidades temporales, el servicio que las Fuerzas cumplen, por bien de los hermanos, por el bien de la Patria. Esta misión no es solo defender nuestra tierra, custodiar los ríos, sino también nuestra gente, los rostros concretos, hombres y mujeres hermanos nuestros.

Al preguntarme cuál es la misión de nuestro Obispado, les respondía, ayudar a poner la mirada en el cielo y justamente hoy, el Evangelio hace convoca a esta tarea. Nuestras vidas deben hablar de Dios, de que somos peregrinos, de que estamos de paso y que nuestra ciudad permanente es el cielo.

En esta oración sacerdotal que hemos escuchado, vemos primero que, Dios nos ama, como amó a Jesús, y tanto amó Dios al mundo, que envió a su Hijo para salvarnos del pecado y la muerte eterna. Dios es tan rico en misericordia que nos envió a su Hijo, en tal sentido Jesucristo, el Dios con nosotros, fue enviado para recomponer el camino equivocado del hombre, para cumplir el proyecto de Señor.

Jesús viene a recuperar esa amistad con Dios y ganarnos la vida para siempre en el cielo, Jesucristo nos ganó con su muerte y con su resurrección, esto que Pablo valientemente describe y le supone la cárcel. Esta llamada de confianza que fundó al testimonio, no solo en Jerusalén sino también en Roma, de qué Cristo, murió pero que resucitó.

La resurrección de Cristo es primicia de nuestra resurrección, la muerte de Cristo ha sido vencida, todos pasamos por el dolor de lo que representa la muerte, pero sabemos porque Cristo murió en nombre nuestro también ha vencido a la muerte y por lo tanto tenemos la posibilidad de saber que sí creemos en Él, aunque morimos viviremos. Ella es consecuencia del pecado, puesto que nosotros estábamos llamados a la vida, a contemplar cara a cara a Dios para siempre, por ello, Él, que nos amó tanto, envió a su Hijo para salvarnos.

La predicación del Evangelio, ajustar el Evangelio a nuestra vida, en el lugar donde están, en la vocación que cumplen, en el servicio a la Patria que tienen cada uno de ustedes. En los cristianos y los laicos que tienen la propia vocación de santificar la realidad donde están, sabiéndose peregrinos, deben dar testimonio con la vida de la Palabra del Evangelio y la buena noticia de Jesús.

Por ello, pidamos al Señor que en esta Misa, que es un encuentro de Fe, que es un encuentro de la familia, que nos renueve a todos. Que el Señor toque nuestro corazón y nos invite a confiar en Él, pongamos nuestra confianza en el Señor, en Él nos refugiamos y nos amparamos, pues viviendo de acuerdo al Evangelio un día nos encontraremos cara a cara.

Damos gracias por esta profesión y trabajo que ustedes tienen, para que se convierta en vocación de servicio y de entrega, para servir a la Patria, para servir a nuestro pueblo, hombres y mujeres de la Argentina nuestra. Pidamos al Señor la Gracia de renovarnos en la Fe, de poner nuestra mirada y corazón en el cielo, sabiendo que Jesús camina a nuestro lado, que nos mostró cuanto nos ama, muriendo en la Cruz por nosotros.

La Cruz, la muerte, no son la última palabra, la vida, la resurrección es lo que esperamos gozar un día en plenitud,  es la Palabra que el Señor nos prometió y para eso envió a su hijo Jesús. Que podamos vivir en esta intimidad de sentirnos amados por Él, y para ello, que nuestra vida la podamos vivir ajustada al Evangelio. Que así sea.-

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