MONS. OLIVERA | Nuestro pueblo se prepara y forma para preservar la paz, “exterior” y conservar la paz “interior”, nosotros debemos ser expertos, artesanos e instrumentos de paz

29 abril, 2024

MONS. OLIVERA | Nuestro pueblo se prepara y forma para preservar la paz, “exterior” y conservar la paz “interior”, nosotros debemos ser expertos, artesanos e instrumentos de paz, así lo pidió el Obispo Castrense de Argentina al compartir su mensaje en el inicio del 32° Encuentro del Clero Castrense. Desde este lunes 29 de abril y hasta el próximo viernes 3 de mayo, los Sacerdotes Capellanes se reúnen en la Casa de Retiros Ntra. Sra. del Cenáculo, en la ciudad de Pilar, en la provincia de Buenos Aires donde participan junto al Obispo, Mons. Santiago Olivera del encuentro anual del Clero Castrense.

En el inicio, Mons. Santiago decía, “Praedicate Evangelium (cf. Mc 16,15; Mt 10,7-8) es la tarea que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos. Este mandato constituye «el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la humanidad entera en el mundo actual». A esto fue llamada, a anunciar el Evangelio del Hijo de Dios, Cristo Señor, y con ello suscitar la escucha de la fe en todos los pueblos (cf. Rm 1,1-5; Ga 3,5). La Iglesia cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, de palabra y obra, de la misericordia que ella misma ha recibido gratuitamente”.

Continuando, el Obispo agregaba, “quiero dar gracias a todos por el esfuerzo que significa este encuentro. A los que lo organizan y a cada uno de ustedes que hicieron el esfuerzo de estar presentes. Estos encuentros son momentos muy importantes para vivirlos en gratuidad y en la consolidación de vínculos que nos hacen más hermanos. La fraternidad como decía, se consolida en momentos gratuitos de oración compartida, de diálogos entre hermanos, de gestos que acercan, de actitudes que incluyen, del caminar juntos que ayudan a conocernos y querernos.

Sabemos que pertenecemos a un Obispado bien particular, “personal” y “peculiar”. Obispado equiparado a una Diócesis que quiere anunciar el Evangelio de Jesús, que quiere acompañar, sostener, iluminar y animar la vocación de nuestros fieles que sirven y cuidan nuestro pueblo y nuestra Patria”. Profundizando, Mons. Olivera explicaba, no somos extensión de las Iglesias particulares sino verdadera Iglesia con una específica misión, insertas en las realidades de nuestros pueblos, ciudades y provincias, pero con una vocación esto es” llamada” y “misión particular”.

El Decreto sobre el oficio Pastoral de los Obispos en la Iglesia, (Christus Dominus) del Concilio Vaticano II, nos dice: <<Como se debe especial solicitud al cuidado espiritual de los soldados por las peculiares condiciones de su vida…eríjase Vicariato, (Hoy Ordinariato u obispado), tanto el Ordinario como los Capellanes se consagrarán fervorosamente a esta difícil obra en unánime cooperación con los Obispos diocesanos, (CD 43)>>. Es decir, que las condiciones particulares de vida de los militares y de los miembros de las fuerzas de Seguridad, (policiales) exigen de nosotros, Obispo y Capellanes que nos dediquemos enteramente a este difícil apostolado”.

Además, en otro párrafo de su mensaje el Obispo señalaba, “el mismo Concilio les pide a “quienes forman parte de las Fuerzas Armadas y Policiales, considerarse como instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien esta función contribuyen realmente a la paz (GS 79). Nuestros fieles tienen una misión de paz y de entendimiento, por eso deben tener cualidades y preparación especiales. Nosotros, Capellanes, debemos desear desde nuestra propia mirada e identidad sumarnos a este desafío. Anunciando el Evangelio que transforma corazones, miradas y actitudes”.

Antes de concluir, Mons. Santiago compartía a los Capellanes Castrenses, “este nuestro año, caminando hacia el Jubileo Diocesano y también hacia el Jubileo Universal, no será un Año con iniciativas extraordinarias o particulares sino será un tiempo privilegiado para redescubrir en lo cotidiano y ordinario el valor de la oración, la necesidad de la oración diaria en la vida cristiana; el aprendizaje en la oración y sobre todo cómo educar a orar hoy y ahondar en la virtud de la fe, valorando lo que implica y supone vivir de ella, con el deseo que crezca e ilumine verdaderamente nuestras vidas y nuestras realidades. Mostrando la fe en la vida, mostrando la fe en las obras como bien nos recordó el Apóstol Santiago (Sgo2,18)”.

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:

32° ENCUENTRO DEL CLERO CASTRENSE

-29 de abril al 3 de mayo de 2024-

Apertura

Comenzamos rezando juntos la oración del Jubileo Diocesano.

Praedicate Evangelium (cf. Mc 16,15; Mt 10,7-8) es la tarea que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos. Este mandato constituye «el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la humanidad entera en el mundo actual». A esto fue llamada, a anunciar el Evangelio del Hijo de Dios, Cristo Señor, y con ello suscitar la escucha de la fe en todos los pueblos (cf. Rm 1,1-5; Ga 3,5). La Iglesia cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, de palabra y obra, de la misericordia que ella misma ha recibido gratuitamente. Nuestro Señor y Maestro nos dejó ejemplo de esto cuando lavó los pies a sus discípulos y dijo que seremos bienaventurados si también nosotros hacemos lo mismo (cf. Jn 13, 14-17). De este modo «la comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo». Al hacer esto, el pueblo de Dios cumple el mandato del Señor que, al pedirnos que anunciemos el Evangelio, nos insta a cuidar de los hermanos y hermanas más débiles, de los enfermos y de los que sufren.

Quiero dar gracias a todos por el esfuerzo que significa este encuentro. A los que lo organizan y a cada uno de ustedes que hicieron el esfuerzo de estar presentes. Estos encuentros son momentos muy importantes para vivirlos en gratuidad y en la consolidación de vínculos que nos hacen más hermanos. Más que un acto de servicio, es para cada uno, un acto de caridad que nos edifica y consolida en los vínculos fraternos. Como tantas veces he compartido con ustedes y en las diversas situaciones o realidades que nos han tocado vivir y compartir, la “fraternidad no se construye por mandatos ni con decretos” sino con gestos y actitudes. La fraternidad se construye en la certeza de sabernos embarcados en una misma misión y en un llamado para anunciar con verdadero gozo la Buena Noticia de Jesús. Por eso quise dar comienzo a este encuentro anual de los Capellanes Castrenses con las palabras del preámbulo de “Predicate Evangelium”, de la Constitución Apostólica sobre la Curia Romana y su Servicio a la Iglesia en el Mundo”. Nuestro primer servicio que estamos llamados a prestar es el de “predicar el Evangelio”, para eso hemos sido llamados y para esto, sin duda somos convocados a participar y colaborar con nuestro servicio castrense. Presentes y a activos, predicamos el Evangelio con el testimonio de la palabra y obra. Predicamos con nuestra vida. Esto siempre es muy importante tenerlo bien presente, es sin duda un gran desafío para cada uno de los cristianos.

La fraternidad como decía, se consolida en momentos gratuitos de oración compartida, de diálogos entre hermanos, de gestos que acercan, de actitudes que incluyen, del caminar juntos que ayudan a conocernos y querernos.

Sabemos que pertenecemos a un Obispado bien particular, “personal” y “peculiar”. Obispado equiparado a una Diócesis que quiere anunciar el Evangelio de Jesús, que quiere acompañar, sostener, iluminar y animar la vocación de nuestros fieles que sirven y cuidan nuestro pueblo y nuestra Patria. Obispado que junto con las Diócesis territoriales tenemos la misión de ser puentes entre Dios y los hombres. Pero cada uno desde nuestra propia identidad, sin confusión. No somos extensión de las Iglesias particulares sino verdadera Iglesia con una específica misión, insertas en las realidades de nuestros pueblos, ciudades y provincias, pero con una vocación esto es” llamada” y “misión particular”.

El Decreto sobre el oficio Pastoral de los Obispos en la Iglesia, (Christus Dominus) del Concilio Vaticano II, nos dice:

“Como se debe especial solicitud al cuidado espiritual de los soldados por las peculiares condiciones de su vida…eríjase Vicariato, (Hoy Ordinariato u obispado), tanto el Ordinario como los Capellanes se consagrarán fervorosamente a esta difícil obra en unánime cooperación con los Obispos diocesanos, (CD 43). Es decir, que las condiciones particulares de vida de los militares y de los miembros de las fuerzas de Seguridad, (policiales) exigen de nosotros, Obispo y Capellanes que nos dediquemos enteramente a este difícil apostolado. Y aquí estamos Obispo y Capellanes; los que vienen caminando desde hace mucho tiempo, menos tiempo y nuevos tiempos, es por esto por lo que me animo a recordar lo que les compartí en el Encuentro del año 2022:

“La realidad de la Iglesia se vive ante todo en la Iglesia local o Diócesis que «es una porción del Pueblo de Dios que se confía al Obispo para ser apacentada con la cooperación de su presbiterio, de suerte que, adherida a su Pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia de Cristo, que es Una, Santa Católica y Apostólica» (ChD 11). Para nosotros esta realidad, por la misma configuración de nuestra diócesis, compuesta por sacerdotes incardinados, agregados y auxiliares, esto es sacerdotes que sirven a medio tiempo, no significa que es una realidad que toca el corazón a medio corazón. Toda la Iglesia Diocesana Castrense, todos los miembros en ella, debemos comprometernos a rezar y renovar nuestro celo misionero en comunión para y por el bien de los fieles que se nos confían.

El mismo Concilio les pide a “quienes forman parte de las Fuerzas Armadas y Policiales, considerarse como instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien esta función contribuyen realmente a la paz (GS 79). Nuestros fieles tienen una misión de paz y de entendimiento, por eso deben tener cualidades y preparación especiales. Nosotros, Capellanes, debemos desear desde nuestra propia mirada e identidad sumarnos a este desafío. Anunciando el Evangelio que transforma corazones, miradas y actitudes.

Pienso que todos vamos comprendiendo cada vez más que nuestra misión no radica en hacer “lo mismo” que hacemos en nuestra realidad territorial. El ser nuestro pueblo parte de una porción “particular y peculiar”, también exige de nosotros actitud, acción y creatividad particular y peculiar. En mi caso fui 24 años sacerdote en una Diócesis territorial y casi 9 obispo territorial, en estos 7 años fui descubriendo una nueva llamada, podría decir, nuevo carisma para acompañar a los hombres y mujeres que tienen la misión de un servicio a la paz; la paz en las fronteras y la paz en la convivencia ciudadana. La paz, como ya sabemos, no es simplemente la ausencia de la guerra. Ella es principalmente fruto de la justicia, del reconocimiento de la dignidad humana desde donde brotan los derechos humanos que deben ser promovidos y respetados, fundamentalmente por los militares y los policías. Y me animo a decir con fuerza, derechos humanos que también deben ser promovidos y respetados para con los militares y policías.

La paz implica el amor a sí mismo, al prójimo, incluso al adversario. En este sentido el valor de la vida humana, su promoción y su defensa, deben ser permanentemente considerados y practicado por el militar y el policía. (Manual de Ética para las Fuerzas Militares y de Policía, CELAM, 2002).

Nuestro pueblo se prepara y forma para preservar la paz, “exterior” y conservar la paz “interior”, nosotros debemos ser expertos, artesanos e instrumentos de paz. Nuestra predicación y nuestra presencia debe ayudar para consolidar los valores del Evangelio que nos trajo Jesús, nuestra Paz.

Y dije “presencia”, porque nuestro ministerio allí donde están nuestros fieles, muchas veces alcanza la fuerza y la fecundidad con “nuestra presencia”, y si habla nuestra presencia también debemos saber que “hablan nuestras ausencias”.

En la Revista del Suboficial número 729 del año 2023 pude leer un artículo del Mayor Médico Julio César Polesel titulado, “El rol de los Capellanes en el mantenimiento de la salud mental del Personal Militar”, que refería al servicio de los Capellanes como el “Ministerio de la Presencia”, elevando con su sola presencia la moral de los soldados. Y me gustó y deseo que hagamos camino para desarrollar más este desafío de “nuestro ministerio”, cada vez más fecundo desde nuestra presencia. Presencia que sin duda habla y debe hablar de Dios, presencia que es también disponibilidad y cercanía para acompañar y escuchar, para animar y sostener.

Estamos transitando el trienio hacia el año jubilar, donde recordaremos los 70 años de la creación del Vicariato hoy obispado, pero con la certeza y gratitud que la presencia sacerdotal y ministerial de la Iglesia entre los hombres de armas está desde el inicio de nuestra propia historia y antes aún de ser Patria Argentina. Nos preparamos hacia el jubileo diocesano del 2027 en este año meditando el don de la fe, la virtud teologal de la fe, pero sin duda, insertos y unidos a la propuesta del Santo padre Francisco que convocándonos al Jubileo del 2025 nos invitó a meditar y consagrar el año previo a la oración. Ciertamente vivimos como providencial coincidencia, fe y oración, se relacionan y expresan mutuamente.

En encuentros anteriores nos preguntábamos como anunciar más y mejor a nuestros fieles la Buena Noticia de Jesús, y cómo ese anuncio, es encuentro con Jesús que transforma la vida y trasplanta corazones más duros por corazones más evangélicos.

Hoy debemos preguntarnos nuevamente:

-¿Mi presencia suscita la fe?

-¿Las vidas de los fieles a nosotros confiados plasman la fe?

-Nuestra predicación ¿suscita la expresión que los discípulos hicieron al Señor:

“¡Enséñanos a orar!”? En este año de la oración, ¿qué podemos reforzar o hacer en nuestras realidades?

Estamos llamados a: “ver, discernir, (juzgar) y actuar.

Nosotros estamos haciendo un camino, desde hace unos años, queremos profundizar este camino de comunión y de dialogo, de corresponsabilidad y pertenencia para pensar juntos cómo anunciar mejor el Evangelio de Jesús, el Evangelio de la Paz a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas y a sus familias. Queremos o debemos mirar, conocer y una vez juzgada nuestra realidad, plasmar caminos y líneas de acción evangelizadoras. La Constitución apostólica mencionada más arriba, nos ilumina en su punto 2 sobre la conversión misionera:

La “conversión misionera” de la Iglesia está destinada a renovar la Iglesia según la imagen de la propia misión de amor de Cristo. Sus discípulos y discípulas, por tanto, están llamados a ser «luz del mundo» (Mt 5,14). Así es como la Iglesia refleja el amor salvífico de Cristo, que es la Luz del mundo (cf. Jn 8,12). Ella misma se vuelve más radiante cuando trae a los hombres el don sobrenatural de la fe, la luz «que orienta nuestro camino en el tiempo» y se pone al servicio del Evangelio para que esa luz «crezca e ilumine el presente, y llegue a convertirse en estrella que muestre el horizonte de nuestro camino en un tiempo en el que el hombre tiene especialmente necesidad de luz».

Es esto nuestro desafío y nuestra misión.

Recemos la oración del Jubileo que el Papa nos trasmitió:

Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado

En tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,

y la llama de caridad infundida en nuestros corazones

por el Espíritu Santo, despierten en nosotros

la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.

Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores

de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos,

en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva,

cuando vencidas las fuerzas del mal,

se manifestará para siempre tu gloria.

La gracia del Jubileo reavive en nosotros,

Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales

y derrame en el mundo entero la alegría y la paz

de nuestro Redentor.

A ti, Dios bendito eternamente,

sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.

Este nuestro año, caminando hacia el Jubileo Diocesano y también hacia el Jubileo Universal, no será un Año con iniciativas extraordinarias o particulares sino será un tiempo privilegiado para redescubrir en lo cotidiano y ordinario el valor de la oración, la necesidad de la oración diaria en la vida cristiana; el aprendizaje en la oración y sobre todo cómo educar a orar hoy y ahondar en la virtud de la fe, valorando lo que implica y supone vivir de ella, con el deseo que crezca e ilumine verdaderamente nuestras vidas y nuestras realidades. Mostrando la fe en la vida, mostrando la fe en las obras como bien nos recordó el Apóstol Santiago (Sgo2,18).

Nos dijo Francisco: “La oración es el respiro de la fe, es su expresión más propia. Como un grito silencioso que sale del corazón de quien cree y se confía en Dios. Este es el camino que estamos invitados a recorrer, y a profundizar en nuestras realidades diocesanas: la fe y oración.

Abre el seminario diocesano castrense

Necesitamos tu ayuda para el sostenimiento de los seminaristas

Noticias relacionadas

0 comentarios

Pin It on Pinterest

¡Compartí esta noticia!

¡Enviásela a tus amig@s!