Mons. Olivera | Al final vence la vida, esa es la Pascua, sentido y razón de nuestra fe cristiana

22 febrero, 2023

Mons. Olivera | Al final vence la vida, esa es la Pascua, sentido y razón de nuestra fe cristiana, así lo señalaba el Obispo Castrense de Argentina al compartir su publicación en la edición del día miércoles 22 de febrero en el diario digital MDZ de la provincia de Mendoza. Titulado “Miércoles de ceniza: un tiempo para vivir desde el corazón”, Mons. Santiago Olivera reflexiona en el inicio de la Cuaresma sobre la misma, convocándonos a, “(…), que podamos morir al hombre viejo y renacer a una vida nueva; pero- en este marco- creo que es importante también, hacer este camino cuaresmal, contemplando y reflexionando sobre la realidad de la muerte “recuerda que eres polvo y al polvo volverás”.

A continuación, compartimos la nota completa de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:

Miércoles de ceniza: un tiempo para vivir desde el corazón

Cada miércoles de Ceniza, asistimos a la celebración que da inicio al tiempo de la Cuaresma. Santiago Olivera, Obispo Castrense reflexiona en MDZ sobre este tiempo que comienza.

Tiempo litúrgico de los llamados “fuerte”, por su gran importancia, como preparación a la Pascua-misterio central de nuestra fe porque da sentido a nuestra fe cristiana: el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. En dicha celebración, quienes hemos asistido, recibimos-como gesto litúrgico propio- el signo de la cruz en la frente que el sacerdote nos hace, usando un poco de cenizas. Dicho gesto va acompañado de dos posibles expresiones: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” o “Conviértete y cree en el Evangelio”.

Quisiera valerme de una de estas expresiones, para que ilumine esta reflexión que les comparto. El tiempo de la cuaresma es el tiempo que nos dispone el corazón para la Pascua, con una invitación a la conversión, esto es, que podamos morir al hombre viejo y renacer a una vida nueva; pero- en este marco- creo que es importante también, hacer este camino cuaresmal, contemplando y reflexionando sobre la realidad de la muerte “recuerda que eres polvo y al polvo volverás”. Hace unos días, una señora creyente, ante la muerte de una mujer entregada al servicio de la parroquia, me decía “nuestra única certeza – humana- es que vamos a morir”. Y creo que es importante que podamos compartir una mirada creyente ante la muerte, aprovechando que lo que vamos a contemplar es el misterio de la salvación, que es un misterio que está enmarcado por la muerte, muerte cruenta de un inocente: Jesús.

Además de la vivencia contada que tuve con esta señora, acerca de la muerte y esa afirmación categórica cargada de realismo, también hemos vivido la muerte del querido Papa Benedicto hace un poco más de un mes, marcada por la “naturalidad” de la muerte, ya que contaba con más de 90 años al momento de morir. Pero también ha vuelto a pasar por nuestro corazón la muerte de un pequeño, Lucio y de un joven, Fernando; que- si bien- sus muertes (cruentas) fueron hace un tiempo, en estos días salió la sentencia de los responsables de sus respectivas muertes. Vemos en el caso de Lucio y Fernando, como también podemos mencionar la de Maribel, policía de la ciudad de Buenos Aires y tantos que mueren en actos de servicio a la patria, que la muerte, podríamos decir, no “tan natural”, como lo es toda muerte provocada y que, diariamente, con dolor, lo vemos reflejado en la realidad.

Estas vivencias me llevan a la reflexión Cuaresmal con un acento en el drama de la muerte, muerte que todos vamos a atravesar, que hemos visto atravesar a tantos seres queridos y que el mismo Jesús atravesó y venció. Ahí está la mirada esperanzada al hablar del tema de la muerte. Partimos del kerigma- primer anuncio de la fe- que nos proclama que “tanto amó Dios al mundo que envió su hijo Jesucristo para redimirnos para salvarnos para recuperarnos justamente la vida en plenitud”. Enfocaré el tema de la muerte desde dos aspectos, el primero, a la luz de la muerte del Papa Benedicto, será descubrir o redescubrir la necesidad de prepararnos- sin ansiedad, temor o incertidumbres- con la naturalidad de saber que es una certeza, pero con la convicción mayor- dada por la fe- que es un “paso” hacia la eternidad.

Una de las expresiones de Benedicto que iluminan esto, dice “yo no me preparo para un fin sino para un encuentro”. Ante el drama de la muerte, la Cuaresma nos prepara para ella, como ante sala necesaria, a sabiendas que al final vence la vida, esa es la Pascua, sentido y razón de nuestra fe cristiana. Preguntas que nos ayudan a la reflexión pueden ser: ¿Dónde está nuestro corazón? ¿Dónde ponemos nuestros mejores esfuerzos? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué acumulamos? ¿Dónde está nuestro tesoro? ¿Qué es lo que esperamos? ¿Cómo esta nuestra preparación para el viaje? ¿Tenemos lista las valijas? ¿Las lámparas encendidas? Los ejemplos del Papa Francisco, de “la mortaja de mi abuela no tenía bolsillos” o “no he visto un camión de mudanzas detrás de un cortejo fúnebre” son dos sencillos pensamientos que nos pueden hacer mucho bien.

El otro aspecto, la muerte repentina, violenta, inesperada, inocente. Decíamos que Jesús, Inocente es condenado a muerte y una muerte cargada de violencia. También la Cuaresma nos ayuda a integrar de algún modo, las muertes de los que amamos y nos han presidido de regreso a la Casa del Padre. Meditar la Cuaresma es dejar que la muerte de Jesús, nos ilumine en el dolor propio, porque lo sabemos compasivo con nuestro dolor, no es un Dios “que toca de oídos”, sino que ha experimentado esa paso y lo ha experimentado con dolor también.

Compasión que también sana, consuela y fortalece, porque la recibimos de un Dios que nos habita el corazón (que “cerquita” nos quedó la Navidad y ahí podemos volver a esto del corazón como el pesebre, ese niño es el mismo que atraviesa “conmigo” el dolor de la muerte pero con una infusión de esperanza que- a diferencia de la muerte, no es que pasa, sino que se queda y es una esperanza que no defrauda). Mirar la muerte desde la Cuaresma y la Pascua, nos puede ayudar a reflexionar sobre, cómo vivimos nuestra relación con la muerte, cómo la sentimos realmente, podríamos decir como decía San Francisco es mi hermana muerte, nuestra hermana muerte.

La muerte también nos ubica frente a la vida, la hondura de la vida, lo que nos lleva a relativizar algunas cosas que, algunas veces, solemos absolutizar y no merecen tal actitud de nuestra parte. Y, por el contrario, nos ayuda a profundizar en los vínculos, en las relaciones con los otros, saber pedir perdón, saber decir te quiero, aprovechar y valorar lo más importante, la gratuidad del encuentro, compartir y disfrutar cada momento con los afectos más cercanos. Esto nos ubica, ciertamente, el saber que todo tiene un límite humano pero no hay límite para el amor y para la entrega.

Un camino Cuaresmal asumido desde la fe y con renovado propósito de aprovecharlo, dará como fruto, entre otros tantos, la convicción- cada vez mayor- de que, creer en la Resurrección, ciertamente, nos pone en el camino de la búsqueda de lo
absoluto. Porque creer en la Resurrección nos sitúa en el camino de la confianza. El ¡No temas! tantas veces dicho por Jesús en sus Evangelios debería calar hondo en nuestro corazón para transitar por la vida con la certeza que nada aquí es definitivo, todo es transitorio y pasajero.

Quizá la oración de Santa Teresa de Jesús, de “¡nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene nada le falta!, o el Salmo 22, recitado y hecho de verdad oración, “¡el Señor es mi Pastor nada me puede faltar!”, estoy seguro nos ayuda a encarar el hoy,
el ahora, el presente, con renovada esperanza del futuro eterno. Es un tiempo muy oportuno y valioso para volver nuestros pasos más y mejores a Jesucristo rezar y contemplar este misterio, en este nuevo tiempo que Dios nos regala, justamente como tiempo propicio para la conversión.

Porque- para la fecundidad- de este tiempo, transformar nuestras miradas y fortalecer los vínculos, supone una conversión: volver con nuestra inteligencia y con nuestro corazón a Jesucristo y a su enseñanza. Todo esto lo vivimos desde el gozo y la esperanza porque la muerte ha sido vencida, porque la muerte no es la última palabra. Esa serena alegría transversal también en este tiempo, alegría que se hará plena al gritar con fuerza junto a toda la Iglesia: Es Pascua en la Iglesia santa. Amén ¡Aleluia!

Rezamos una pequeña parte de una hermosa oración del Cardenal Pironio:
“Enséñanos, María, la gratitud y el gozo de todas las partidas. Sé el camino de los que parten, y la serenidad de los que quedan. Acompáñanos siempre mientras vamos peregrinando juntos hacia el Padre. Enséñanos que esta vida es siempre una partida. Siempre un desprendimiento y una ofrenda, siempre un tránsito y una Pascua.

Hasta que llegue el Tránsito definitivo, la Pascua consumada”.

* Monseñor Santiago Olivera, es Obispo Castrense

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