Mons. Olivera | Le pedimos a la Virgen, Ntra. Sra. de Luján por la Patria, por la Vida

2 marzo, 2020

Mons. Olivera | Le pedimos a la Virgen, Ntra. Sra. de Luján por la Patria, por la Vida, la afirmación refleja un resumen de la Homilía compartida el Obispo Castrense, en la celebración Eucarística junto a la presencia de la Peregrina de la Paz. Fue en la noche del primer domingo de Cuaresma, uno de marzo, en la Parroquia San Miguel Arcángel del Barrio Aeronáutico El Palomar.

Para todos, fue en un momento muy especial para la Diócesis Castrense, pues se brindó la bienvenida a nuestra Madre, que en la noche del viernes y tras un vuelo bicontinental llegaba a Buenos Aires. La imagen de Ntra. Sra. de Luján que acompañó a nuestros hermanos de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad en Malvinas, había concluido la segunda etapa de peregrinación, la cual la llevó a visitar las Bases Antárticas en el continente blanco.

Presidió Santa Misa, Mons. Santiago Olivera Obispo Castrense de Argentina, concelebraron, el Capellán Mayor de GNA (Gendarmería Nacional Argentina), Padre Jorge Massut, el Capellán Mayor de la FAA (Fuerza Aérea Argentina), Padre César Tauro, el Rector de la Catedral Castrense, Stella Maris, Padre Diego Pereyra y los Capellán Castrense, Padre Guillermo Conti, Padre Santiago García del Hoyo y el Padre Ariel Parisse. En su mensaje brindado, el Obispo Castrense de Argentina decía, “es una gran alegría que hoy éste presidiendo esta Eucaristía la imagen de Ntra. Sra. de Luján que estuvo en las Islas Malvinas, pensar en María, en la Madre que se acerca, de quien han experimentado muchos de nuestros hermanos su amor y cercanía, Ella es por excelencia el modelo de la acción”.

Agregando, “fue la elegida por Dios, a quien el Señor le puso un plan en su vida y supo no anteponer nada personal, señalando, <<que se haga en mí, según tu Palabra>>. En esa misión que Dios le había confiado, Ella, dice la escritura, parte sin demora a un pueblo en la montaña, para ponerse al servicio de su prima Isabel”.

A lo que destacaba Mons. Santiago Olivera sobre la presencia de la Madre, “(…) es un motivo de mucho gozo para nosotros, los Sacerdotes y para los Seminaristas también, partir en esta misión nueva, compartiendo en este Barrio Aeronáutico con la presencia de María, con el ejemplo de Ella, el modelo de la Virgen la auténtica misionera, la mejor discípula de Jesús”. En tal señaló, “le pedimos a la Virgen, por la Patria, por la vida, Ella que sin lugar a duda supo decir que sí en esta misión que el Señor le ponía, de ser la madre sin tener relación con ningún hombre, de ser la Madre de Dios.

Ella con gran valentía, sin cobardía respondió al pedido del Señor, fue su seno el sagrario de una nueva vida, así es el seno de todas las mujeres”. Avanzando, Mons. Olivera decía, “qué triste que, en este tiempo, nos pongamos a volver a debatir sobre la vida y la muerte, con tantos engaños, con tantas mentiras, con tantos relatos, tenemos entonces que defender la vida”.

En este punto, nos explicaba cómo hacer esa defensa, “(…) rezando, por quienes nos gobiernan legislan, confiados en la conversión, porque podemos logar por Gracia de Dios la conversión de muchos hombres, con el corazón, con el sacrificio, con nuestros dolores ofrecidos. Nunca hay que perder la dimensión cuando rezamos por los pecadores, para rezar por la conversión de todos, la de uno y la de los otros también, con rostro concretos, para que se dejen tocar por Jesús y los transforme”.

 

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Continuando, el Obispo nos decía, “(…) estamos en el desafío de la formación y la predicación. ¿Qué nos pasa, que transversalmente, aún en nuestra familia, en nuestras comunidades se difunda la mentira de que se puede interrumpir una vida, de que se puede matar una vida? Pidamos al Señor que nos ayude en este tiempo que nos toca vivir, difícil pero también apasionante para trabajar,  para defender el rol de la vida, para iluminar a nuestros jóvenes”.

Avanzando, Mons. Santiago Olivera afirmaba, “es una alegría también, que podamos iniciar este primer domingo de Cuaresma rezando por las misiones y la misión de un cristiano en nuestra Patria. Todos somos misiones, el Santo Padre Francisco dice, <<soy misión>>, más que nunca tenemos que entender que no podemos ser indiferentes ni callados”.

Sobre esto, nos advertía, “algunos dicen, yo no opino, no me meto. No podemos ser de medias tintas, tenemos que ser valientes, tenemos que defender el don de la vida. Amando siempre, mirando con compasión, pidiendo como Jesús desde la Cruz, <<perdónalos Señor,  porque no saben lo que hacen>>.

Pero también con la confianza de que es posible la conversión de los hombres, esa es la misión de la Iglesia, por eso anunciamos, por eso tenemos la posibilidad de iniciar un nuevo tiempo, la Cuaresma,  porque si no, no necesitaríamos nuevos tiempos cuaresmales o penitenciales”.

Mons. Olivera nos hacía un especial pedido, “(…) que podamos hacer memoria, cada uno de nosotros en estos próximos días, en este tiempo, cómo fueron nuestras Cuaresmas, pues en la manera que ellas sean penitenciales viviremos una fecunda Pascua. Está íntimamente unida el modo en que vivimos nuestra Cuaresma y cómo recibimos la Pascua, Cuaresma que no es una más. Hacemos memoria, para saber aquellas cosas que no hicimos bien, aquello que no debemos hacer, pero el Señor nos regala un nuevo tiempo, una nueva posibilidad”.

Completando, agregó, “San Agustín dice, que no solo éste es un tiempo penitencial sino también es un tiempo de tentaciones. Vemos a Jesús que es tentado por el demonio, quien lo tienta en la realidad más honda también, en su condición de verdadero Dios y verdadero hombre, pero el Señor responde con la Palabra de Dios.

Igual camino para los cristianos, una buena pregunta para nosotros, si la Palabra de Dios, si la escritura es el alimento diario que nos da la respuesta justa cuando somos tentados. Si la Palabra de Dios es aquella que respondo a las distintas iniciativas o propuestas del maligno que todos padecemos, por ello decimos en cada Padre Nuestro, <<líbranos del mal, no nos dejes caer en la tentación>>”.

El Obispo Castrense de Argentina resaltó además, “el tiempo de Cuaresma, es el tiempo en el cual, con la Palabra de Dios debemos tener más momentos de oración, de corazón con corazón con Jesús, para dejarnos iluminar por Él, para dejarnos transformar, para dejarnos cambiar, para fortalecernos en el camino de regreso de la conversión.  Pidamos al Señor entonces en este nuevo tiempo que se nos invita, del cual iniciamos en un gran retiro espiritual, para vivir una Santa Pascua, pero para morir al hombre viejo, para renovar nuestra condición de bautizados”.

Continuando, Mons. Olivera destacaba, “que este tiempo sea un tiempo en cual volvemos a actualizar nuestro bautismo, porque creímos, porque creyeron, porque creemos adecuamos nuestra vida a Jesucristo, seguimos el proyecto de Jesús en nuestra vida. Nos sabemos frágiles, nos sabemos pecadores, clave para toda salud espiritual y para toda conversión. Hemos leído en el Salmo, <<ten piedad de mí Señor, somos todos pecadores, crea mí un corazón puro, renuévame por dentro con un espíritu firme>>, la condición para transformar y cambiar nuestra vida parte de la certeza del reconocimiento de la culpa”.

Finalizando, el Obispo Castrense de Argentina dijo, “pidamos al Señor que sepamos ver aquellas cosas donde el diablo nos hará tentar, aquellos lugares frágiles y débiles donde el maligno querrá disfrazar propuestas y que nosotros con la Palabra de Dios, con la oración, con la limosna, con el ayuno, con la misericordia podamos salir airosos. Que no solo venzamos al demonio, sino que le tengamos aversión. Que en este tiempo fundamentalmente crezcamos en ese deseo de no querer nunca que el demonio conduzca nuestras vidas, sino ser conducidos por Jesús. Que así sea”.-

 

A continuación, compartimos en forma textual la Homilía brindada por Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:

 

01 de marzo de 2020

 

Primer domingo de Cuaresma

Homilía de Mons. Santiago Olivera

Obispo Castrense de Argentina

Parroquia, San Miguel Arcángel, Barrio Aeronáutico- El Palomar

Es una gran alegría celebrar hoy esta Eucaristía junto algunos sacerdotes que nos acompañan y los seminaristas, para dar comienzo a una nueva misión. Sabemos que, -si bien es esencial para todo crsitiano- para la vida castrense, por su carisma particular, es fundamental y muy visible, su dimensión misionera y, como regalo para este inicio, contamos con la presencia de la imagen de Ntra. Sra. de Luján que estuvo en las Islas Malvinas, quien acompañó a tantos hermanos nuestros con su amor  y  cercanía… Pensar en María, en esta Madre que se acerca, es tener en Ella, por excelencia, el modelo de la acción, porque fue la elegida por Dios, el Señor le puso un plan en su vida y ella supo no anteponer nada personal, sólo respondiendo  “que se haga en mí, según tu Palabra”. Ante esa misión que Dios le había confiado, dice la Escritura, “María partió sin demora a un pueblo en la montaña, para ponerse al servicio de su prima Isabel”; y podríamos decir que, así como “Jesús nunca hizo alarde de su categoría de Dios, tampoco María hizo alarde de su categoría de ser la Madre del Señor. Ella fue comprendiendo este plan misterioso y misericordioso del Padre, de “ser la Madre del autor de la Salvación”.

En tal sentido, para nosotros es un motivo de mucho gozo, y para los Seminaristas también, el partir en esta misión nueva, compartiendo en este Barrio Aeronáutico, con la presencia de María, con el envío, con el ejemplo de Ella, el modelo de la Virgen, “la auténtica misionera, la primera, la mejor discípula de Jesús”.

Le pedimos en este día también a la Virgen, por la Patria, por la vida; a Ella, que supo decir sí a la misión que el Señor le confiaba: “La de ser -sin tener relación con ningún hombre- la Madre de Dios”, A ella que con gran valentía respondió al Señor, y cuyo seno fue el “Sagrario de una nueva vida”, tal como lo es el seno de cada mujer de toda mujer.

¡Qué triste que en este tiempo, se vuelva a debatir sobre la vida y la muerte con tantos engaños, con tantas mentiras, con tantos relatos!, tenemos que defender la vida, defenderla rezando por quienes nos gobiernan y legislan, confiados la posibilidad de la conversión, porque podemos logar, por Gracia de Dios, la conversión de muchos hombres, con nuestra oración, sacrificios, con nuestros dolores ofrecidos…. Nunca hay que perder la dimensión de rezar por la conversión de los pecadores, por la conversión de todos: la de uno y la de los otros también, con rostros concretos, para que se dejen tocar por Jesús y Él los transforme.

Pero a la vez, nuestra Patria, estamos ante el desafío de la formación y la predicación, ¿Qué nos pasa, que transversalmente, aún en nuestra familia, en nuestras comunidades se difunde la mentira de que se puede interrumpir una vida, de que se puede matar una vida?  

Pidámosle al Señor que nos ayude en este tiempo que nos toca vivir, difícil pero también apasionante, tiempo para trabajar, para defender el don de la vida, ¡para iluminar a nuestros jóvenes! Muchos de ellos, muy confundidos, influenciados por los medios, donde la cultura y el ambiente fueron como minando… Nos basta ver las publicidades que fueron instalando, temas contrarios a nuestra naturaleza, a nuestra verdad cristiana, a nuestra antropología más verdadera. Pero no tenemos que desanimarnos, los cristianos estamos llamados a ser luz, a dialogar con este mundo, con esta cultura de estos tiempos, pero con la firmeza, la claridad y la valentía, del testimonio, del martirio, que día a día tendremos que dar para defender y ser voz de aquellos que no tienen voz.

Es una alegría que podamos entonces, comenzar este primer domingo de Cuaresma, también rezando por las misiones y la misión de un cristiano en nuestra Patria. Todos somos misiones, el Santo Padre Francisco dice, “soy misión”, más que nunca entonces, tenemos que entender que no podemos permanecer indiferentes ni callados. Algunos dicen, “yo no opino, no me meto” …  ¡No podemos ser de “medias tintas”!, tenemos que involucrarnos, ¡tenemos que defender el don de la vida!, amando siempre, mirando con compasión, pidiendo como Jesús desde la Cruz, “perdónalos, Señor porque no saben lo que hacen”, pero también con la convicción de que es posible la conversión de los hombres, por eso es la misión de la Iglesia, por eso anunciamos, por eso tenemos la posibilidad de iniciar un nuevo tiempo, la Cuaresma, porque si no, no necesitaríamos nuevos tiempos cuaresmales o penitenciales. En “este tiempo” se nos invita a nosotros, -no a los otros, no al hermano, ni a los que están más lejos-, a ofrecer nuestro corazón a Dios.

En el miércoles de cenizas, se nos recordaba no sólo que somos polvo, sino que también se nos invitaba a convertirnos y a creer en el Evangelio; y convertirnos supone, volver nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestros pasos, a Jesucristo, volver al Señor.

Me gusta hacer memoria, y los invito a cada uno, para que, en estos próximos días, recordemos cómo fueron nuestras Cuaresmas pasadas, porque en la medida en que ellas son verdaderamente penitenciales, viviremos una fecunda Pascua; está íntimamente unida la forma de encarar, de vivir la Cuaresma; cuaresma que no es una más; y hacemos memoria, para responder a aquellas cosas no  nos fueron tan bien, para que en este nuevo tiempo que el Señor nos regala, -un nuevo tiempo de salvación que se nos ofrece-, sepamos aprovecharlo.

San Agustín dice, que no solo éste, es un tiempo penitencial, sino también, un tiempo de tentaciones. Vemos a Jesús que es tentado por el demonio, quien lo tienta en la realidad más honda también, en su condición de verdadero Dios y verdadero hombre, pero el Señor responde con la Palabra de Dios.

Igual camino es para los cristianos, y una buena pregunta para hacernos nosotros es, si la Palabra de Dios, si la Escritura, es el alimento diario que nos da la respuesta justa cuando somos tentados; si la Palabra de Dios es aquella a la que respondo frente a las distintas iniciativas o propuestas del maligno que todos padecemos, y que, en cada Padrenuestro pedimos: “…líbranos del mal, no nos dejes caer en la tentación”.

El tiempo de Cuaresma, es el tiempo en el cual, con la Palabra de Dios, debemos tener más momentos de oración, de corazón a corazón con Jesús, para dejarnos iluminar por Él, para dejarnos transformar el corazón, para dejarnos cambiar, para fortalecernos en el camino de regreso. Pidamos al Señor entonces, que en este nuevo tiempo que se nos invita, y en cual iniciamos como un gran retiro espiritual, que vivamos una Santa Pascua, muriendo al hombre viejo, y renovados en nuestra condición de bautizados. “Aquel que cree se bautiza”, y creer para el bautizado es, vivir de acuerdo al Evangelio. Por eso iniciamos diciendo, “Conviértete y cree en el Evangelio”.

Que este tiempo nos sirva también para actualizar nuestro bautismo; porque creímos, porque creyeron, porque creemos, es que adecuamos nuestra vida a Jesucristo y seguimos Su proyecto en nuestras vidas.

Nos sabemos frágiles y pecadores, lo cual es clave para toda salud espiritual y para toda conversión. Hemos leído en el Salmo, “ten piedad de mí Señor”, “crea mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”. La condición para transformar y cambiar nuestra vida, parte de la certeza del reconocimiento de la culpa.

Todos somos necesitados del perdón, todos somos llamados a la conversión. Pidamos al Señor que sepamos ver aquellas cosas donde el diablo nos hará tentar, aquellos lugares frágiles y débiles donde el maligno querrá disfrazar propuestas y que nosotros con la Palabra de Dios, con la oración, con la limosna, con el ayuno, con la misericordia podamos salir airosos.

Que no sólo venzamos al demonio, sino que tengamos aversión al pecado. Que en este tiempo, fundamentalmente crezcamos en ese deseo de no querer nunca que el demonio conduzca nuestras vidas, sino ser conducidos siempre por Jesús. Que así sea.

 

 

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