Papa Francisco | Proclamar a Dios cercano es invitarnos a pensar en nosotros mismos como un niño, que camina tomado de la mano de su padre: todo le parece distinto, así lo expresó el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Mariana del Ángelus. Luego de recibir el alta médica, Su Santidad Francisco regresó al Vaticano y hoy, antes del mediodía (hora local) se presentó en la ventana del Estudio Apostólico desde donde se encontró con los fieles reunidos en Plaza San Pedro.

En primer lugar, decía el Papa, “deseo expresar mi gratitud a todos los que, durante los días de mi ingreso en el hospital Gemelli, me han manifestado afecto, cuidado y amistad, y me han asegurado el apoyo de la oración. Esta cercanía humana y espiritual me ha sido de gran ayuda y consuelo. Gracias a todos, gracias, gracias de todo corazón”.

Continuando, se refería al Evangelio de hoy, “Jesús llama por su nombre -llama por su nombre- y envía a los doce Apóstoles. Al enviarlos, les pide que anuncien una cosa: «Predicad diciendo que el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,7). Agregando, “(…) no se trata de una noticia entre otras, sino de la realidad fundamental de la vida: la cercanía de Dios, la cercanía de Jesús.

Porque si el Dios del cielo está cerca, no estamos solos en la tierra e incluso en las dificultades no perdemos la fe. Esto es lo primero que hay que decir a la gente: Dios no está lejos, es Padre. Dios no está lejos, es Padre, te conoce y te ama; quiere tomarte de la mano, incluso cuando vas por caminos escarpados y desiguales, incluso cuando te caes y te cuesta levantarte y volver al camino; Él, el Señor, está ahí, contigo”.

En otro párrafo, el Santo Padre dijo, “(…) proclamar a Dios cercano es invitarnos a pensar en nosotros mismos como un niño, que camina tomado de la mano de su padre: todo le parece distinto. Si queremos ser buenos apóstoles, debemos ser como niños: sentarnos «en el regazo de Dios» y desde allí mirar al mundo con confianza y amor, para testimoniar que Dios es Padre, que sólo Él transforma nuestros corazones y nos da esa alegría y esa paz que nosotros mismos no podemos proporcionarnos”.

Entonces, el Pontífice, compartió, “anunciar que Dios está cerca. Pero, ¿cómo hacerlo? En el Evangelio, Jesús recomienda no decir muchas palabras, sino hacer muchos gestos de amor y esperanza en nombre del Señor; no decir muchas palabras, sino hacer gestos (…)”.

En final, el Papa señaló, “hagámonos algunas preguntas en este punto: nosotros, que creemos en el Dios cercano, ¿nos fiamos de Él? ¿Sabemos mirar hacia adelante con confianza, como un niño que se sabe llevado en brazos por su padre? ¿Sabemos sentarnos en el regazo del Padre en la oración, escuchando la Palabra, acercándonos a los Sacramentos? Esta es la concreción de la fe, esto es lo que cuenta”.

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Deseo expresar mi gratitud a todos los que, durante los días de mi ingreso en el hospital Gemelli, me han manifestado afecto, cuidado y amistad, y me han asegurado el apoyo de la oración. Esta cercanía humana y espiritual me ha sido de gran ayuda y consuelo. Gracias a todos, gracias, gracias de todo corazón.

Hoy, en el Evangelio, Jesús llama por su nombre -llama por su nombre- y envía a los doce Apóstoles. Al enviarlos, les pide que anuncien una cosa: «Predicad diciendo que el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,7). Es el mismo anuncio con el que Jesús comenzó su predicación: el reino de Dios, es decir, su señorío de amor, se ha acercado, viene entre nosotros. Y no se trata de una noticia entre otras, sino de la realidad fundamental de la vida: la cercanía de Dios, la cercanía de Jesús.

Porque si el Dios del cielo está cerca, no estamos solos en la tierra e incluso en las dificultades no perdemos la fe. Esto es lo primero que hay que decir a la gente: Dios no está lejos, es Padre. Dios no está lejos, es Padre, te conoce y te ama; quiere tomarte de la mano, incluso cuando vas por caminos escarpados y desiguales, incluso cuando te caes y te cuesta levantarte y volver al camino; Él, el Señor, está ahí, contigo. De hecho, a menudo, en los momentos en que te encuentras más débil, puedes sentir con más fuerza Su presencia. Él conoce el camino, Él está contigo, ¡Él es tu Padre! ¡Él es mi Padre! ¡Él es nuestro Padre!

Quedémonos con esta imagen, porque proclamar a Dios cercano es invitarnos a pensar en nosotros mismos como un niño, que camina tomado de la mano de su padre: todo le parece distinto. El mundo, grande y misterioso, se vuelve familiar y seguro, porque el niño se sabe protegido. No tiene miedo y aprende a abrirse: conoce a otras personas, encuentra nuevos amigos, aprende con alegría cosas que no sabía, y luego vuelve a casa y cuenta a todos lo que ha visto, mientras crece en él el deseo de crecer y hacer las cosas que ha visto hacer a su papá. Por eso Jesús empieza aquí, por eso la cercanía de Dios es el primer anuncio: estando cerca de Dios vencemos el miedo, nos abrimos al amor, crecemos en bondad y sentimos la necesidad y la alegría de anunciar.

Si queremos ser buenos apóstoles, debemos ser como niños: sentarnos «en el regazo de Dios» y desde allí mirar al mundo con confianza y amor, para testimoniar que Dios es Padre, que sólo Él transforma nuestros corazones y nos da esa alegría y esa paz que nosotros mismos no podemos proporcionarnos.

Anunciar que Dios está cerca. Pero, ¿cómo hacerlo? En el Evangelio, Jesús recomienda no decir muchas palabras, sino hacer muchos gestos de amor y esperanza en nombre del Señor; no decir muchas palabras, sino hacer gestos: «Curad a los enfermos -dice-, resucitad a los muertos, curad a los leprosos, expulsad a los demonios. De gracia recibisteis, dad de gracia» (Mt 10,8). He aquí el corazón del anuncio: el testimonio gratuito, el servicio. Os digo una cosa: siempre me desconciertan mucho los «habladores», con su mucho hablar y nada de hacer.

Hagámonos algunas preguntas en este punto: nosotros, que creemos en el Dios cercano, ¿nos fiamos de Él? ¿Sabemos mirar hacia adelante con confianza, como un niño que se sabe llevado en brazos por su padre? ¿Sabemos sentarnos en el regazo del Padre en la oración, escuchando la Palabra, acercándonos a los Sacramentos? Y finalmente, cerca de Él, ¿sabemos infundir valor a los demás, hacernos cercanos a los que sufren y están solos, a los que están lejos e incluso a los que nos son hostiles? Esta es la concreción de la fe, esto es lo que cuenta.

Y ahora oremos a María, que nos ayuda a sentirnos amados y a transmitir cercanía y confianza.

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas

El próximo martes, 20 de junio, es el Día Mundial del Refugiado, promovido por las Naciones Unidas: con gran tristeza y mucho dolor pienso en las víctimas del gravísimo naufragio ocurrido hace unos días frente a las costas de Grecia. Y parece que el mar estaba en calma. Renuevo mi oración por los que perdieron la vida e imploro que se haga todo lo posible para evitar este tipo de tragedias.

Y rezo también por los jóvenes estudiantes, víctimas del brutal ataque a una escuela en el oeste de Uganda. Esta lucha, esta guerra en todas partes… ¡oremos por la paz!

Saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de Italia y de muchos otros países, especialmente a los fieles de Florida y de Munich. Saludo a las Escuelas «San Juan Pablo II» de Opole (Polonia) y «San Felipe Neri» de Londres.

Saludo también a los grupos de Zogno, Guardiagrele y Poggiomarino, así como a la Escuela «Rosario Scardigno» de Molfetta. Saludo también a las Hermanas de María Bambina que están velando el Ángelus.

Perseveremos en la oración por el pueblo de la atormentada Ucrania -¡no lo olvidemos! – que tanto está sufriendo.

Os deseo a todos un buen domingo y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen provecho y ¡adiós!