Papa Francisco | Que la Inmaculada nos ayude a preservar del mal nuestra belleza

8 diciembre, 2022

Papa Francisco | Que la Inmaculada nos ayude a preservar del mal nuestra belleza, así lo pedía el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Mariana del Ángelus. Fue minutos antes del mediodía de hoy (hora de Roma), cuando Su Santidad Francisco se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano, desde donde se encontraba además con fieles y peregrinos reunidos en Plaza San Pedro.

Por la tarde, a las 16 horas (hora local), el Santo Padre visitó Plaza España de la ciudad Eterna y rezó frente a la imagen de la Inmaculada Concepción, este año lo hizo acompañado por fieles y peregrinos, quienes se sumaban luego de dos años de no poder hacerlo por la pandemia. En esta tarde fría del otoño europeo, el Santo Padre mientras rezaba, reveló su dolor y lágrimas frente a la Madre por la martirizada Ucrania.

Mientras tanto en el mensaje antes del Ángelus, expresaba, el Evangelio de la Solemnidad de hoy nos introduce en la casa de María para relatarnos la Anunciación (cf. Lc 1,26-38). El ángel Gabriel saluda así a la Virgen: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (v. 28)”.

Profundizando, agregaba, “(…) pensemos en el asombro de María: solo entonces ella descubrió su identidad más verdadera. En efecto, al llamarla por ese nombre, Dios le revela su mayor secreto, que hasta entonces ella había ignorado. A nosotros también nos puede pasar algo parecido. ¿En qué sentido? En el sentido de que también nosotros, pecadores, hemos recibido un don inicial que ha llenado nuestra vida, un bien mayor que todo, hemos recibido una gracia original”.

Continuando, el Papa preguntaba: ¿De qué se trata esta gracia original? Se trata de aquello que recibimos el día de nuestro Bautismo, por eso es bueno que lo recordemos, ¡y también que lo celebremos! Más adelante, nos decía del bautismo, “(…) aquel día es el día de la gracia grande, de un nuevo inicio de la vida, de una gracia que nosotros tenemos. Dios descendió a nuestras vidas aquel día, nos convertimos en sus hijos amados para siempre. ¡He aquí nuestra belleza original de la cual nos podemos regocijar! Hoy, María, sorprendida por la gracia que la hizo bella desde el primer momento de su vida, nos lleva a maravillarnos de nuestra belleza”.

En otro párrafo, el Pontífice, dijo, hoy, la Palabra de Dios nos enseña otra cosa importante: que conservar nuestra belleza acarrea un costo, acarrea una lucha. De hecho, el Evangelio nos muestra la valentía de María, que dijo «sí» a Dios, que eligió correr el riesgo de Dios; y el pasaje del Génesis, relativo al pecado original, nos habla de una lucha contra el tentador y sus tentaciones (cf. Gn 3,15)”.

En el tramo final, el Papa compartió, “(…), hoy tenemos una buena noticia: María, la única criatura humana sin pecado de la historia, está con nosotros en la lucha, es nuestra hermana y sobre todo nuestra Madre. Y nosotros, a quienes nos cuesta elegir el bien, podemos confiarnos a ella. Confiándonos, consagrándonos a la Virgen, le decimos: «Tómame de la mano, Madre, guíame tú: contigo tendré más fuerza en la lucha contra el mal, contigo redescubriré mi belleza original». Que la Inmaculada nos ayude a preservar del mal nuestra belleza”.

A continuación, compartimos el mensaje completo de Su Santidad Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz fiesta!

El Evangelio de la Solemnidad de hoy nos introduce en la casa de María para relatarnos la Anunciación (cf. Lc 1,26-38). El ángel Gabriel saluda así a la Virgen: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (v. 28). No la llama por su nombre, María, sino por un nombre nuevo que ella no conocía: llena de gracia. Llena de gracia, y por tanto vacía de pecado, es el nombre que Dios le da y que hoy nosotros celebramos.

Pero pensemos en el asombro de María: solo entonces ella descubrió su identidad más verdadera. En efecto, al llamarla por ese nombre, Dios le revela su mayor secreto, que hasta entonces ella había ignorado. A nosotros también nos puede pasar algo parecido. ¿En qué sentido? En el sentido de que también nosotros, pecadores, hemos recibido un don inicial que ha llenado nuestra vida, un bien mayor que todo, hemos recibido una gracia original. Nosotros hablamos tanto del pecado original, pero también hemos recibido una gracia original, de la que a menudo no somos conscientes.

¿De qué se trata esta gracia original? Se trata de aquello que recibimos el día de nuestro Bautismo, por eso es bueno que lo recordemos, ¡y también que lo celebremos! Pero me cuestiono, esta gracia recibida en el Bautismo es importante. Pero ¿cuántos de ustedes recuerdan cuál es la fecha del Bautismo? ¿cuál fue la fecha del propio Bautismo? Piénsenlo. Y si no la recuerdan, cuando regresen a casa pregúntenselo al padrino, a la madrina, a papá o a mamá: ¿Cuándo fui bautizado, bautizada? Porque aquel día es el día de la gracia grande, de un nuevo inicio de la vida, de una gracia que nosotros tenemos. Dios descendió a nuestras vidas aquel día, nos convertimos en sus hijos amados para siempre. ¡He aquí nuestra belleza original de la cual nos podemos regocijar! Hoy, María, sorprendida por la gracia que la hizo bella desde el primer momento de su vida, nos lleva a maravillarnos de nuestra belleza. Podemos captarlo a través de una imagen: la imagen de la túnica blanca del Bautismo; ella nos recuerda que, por debajo del mal con el que nos hemos manchado a lo largo de los años, hay en nosotros un bien mayor que todos aquellos males que nos han sucedido. Escuchemos el eco, oigamos a Dios que nos dice: «Hijo, hija, te quiero y estoy siempre contigo, tú eres importante para mí, tu vida es preciosa». Así se dirige Dios a nosotros. Cuando las cosas no vayan bien y nos desanimemos, cuando nos abatamos y corramos el riesgo de sentirnos inútiles o equivocados, pensemos en esto, en la gracia original. Y Dios está con nosotros, Dios está conmigo desde ese día. Pensémoslo una vez más.

Hoy, la Palabra de Dios nos enseña otra cosa importante: que conservar nuestra belleza acarrea un costo, acarrea una lucha. De hecho, el Evangelio nos muestra la valentía de María, que dijo «sí» a Dios, que eligió correr el riesgo de Dios; y el pasaje del Génesis, relativo al pecado original, nos habla de una lucha contra el tentador y sus tentaciones (cf. Gn 3,15). Pero también lo sabemos por experiencia todos nosotros: cuesta elegir el bien, cuesta, cuesta mucho custodiar el bien que llevamos dentro. Pensemos en cuántas veces lo hemos malgastado cediendo a la atracción del mal, actuando de modo astuto para nuestros propios intereses o haciendo algo que contaminaría nuestro corazón; o incluso perdiendo el tiempo en cosas inútiles y perjudiciales, aplazando la oración, por ejemplo, y diciendo «hoy no puedo» o decir “no puedo” a los que nos necesitaban y, sin embargo, podíamos.

Pero frente a todo esto, hoy tenemos una buena noticia: María, la única criatura humana sin pecado de la historia, está con nosotros en la lucha, es nuestra hermana y sobre todo nuestra Madre. Y nosotros, a quienes nos cuesta elegir el bien, podemos confiarnos a ella. Confiándonos, consagrándonos a la Virgen, le decimos: «Tómame de la mano, Madre, guíame tú: contigo tendré más fuerza en la lucha contra el mal, contigo redescubriré mi belleza original». Encomendémonos a María hoy, encomendémonos a María cada día, repitiéndole: «María, te encomiendo mi vida, te encomiendo mi familia, mi trabajo, te encomiendo mi corazón y mis luchas. Me consagro a ti». Que la Inmaculada nos ayude a preservar del mal nuestra belleza.

___________________________

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Los saludo a todos, romanos y peregrinos. En particular, saludo a los adherentes del Movimiento Cristiano de Trabajadores y a la representación de Rocca di Papa con la antorcha que encenderá la Estrella de Navidad colocada en lo alto de la ciudad.

En la fiesta de María Inmaculada, la Acción Católica Italiana vive la renovación de la adhesión. Dirijo mi pensamiento a sus asociaciones diocesanas y parroquiales, animando a todos a seguir adelante con alegría al servicio del Evangelio y de la Iglesia.

Esta tarde iré a Santa María la Mayor, para rezar a la Salus Populi Romani, e inmediatamente a la Plaza de España para realizar el tradicional acto de homenaje y oración a los pies del monumento a la Inmaculada. Les pido que se unan espiritualmente a mí en este gesto, que expresa nuestra filial devoción a nuestra Madre, a cuya intercesión confiamos el deseo universal de paz, en particular por la martirizada Ucrania, que tanto sufre. Pienso en las palabras del Ángel a la Virgen: «No hay nada imposible para Dios» (Lc 1,37). Con la ayuda de Dios la paz es posible; el desarme es posible. Pero Dios quiere nuestra buena voluntad. Que la Virgen nos ayude a convertirnos a los designios de Dios.

Deseo a todos una feliz fiesta y un buen camino de Adviento, a todos los que están aquí: ¡A los jóvenes de la Inmaculada, hoy, que es su fiesta! Que la Virgen nos ayude. Dios quiere nuestra buena voluntad: que la Virgen nos ayude a convertirnos a los designios de Dios. Feliz fiesta, buen camino de Adviento y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Oración del Santo Padre:

Madre nuestra Inmaculada,

hoy el pueblo romano se reúne en torno a ti.

Las flores puestas a tus pies

por tantas realidades de la ciudad

expresan su amor y devoción por ti,

que velas por todos nosotros.

Y también ves y acoges

esas flores invisibles que son tantas invocaciones,

tantas súplicas silenciosas, a veces sofocadas,

ocultas, pero no para ti, que eres Madre.

“Después de dos años en los que vine para

presentarte mis respetos a solas al amanecer,

hoy vuelvo a ti junto con el pueblo, el pueblo de esta Iglesia,

el pueblo de esta Ciudad. Y te traigo las gracias y súplicas de

todos tus hijos, cercanos y lejanos”

Tú, desde el Cielo donde Dios te ha recibido,

ves las cosas de la tierra mucho mejor que nosotros;

pero como Madre escuchas nuestras invocaciones

para presentárselas a tu Hijo,

a su Corazón lleno de misericordia.

“En primer lugar, te traigo el amor filial

de innumerables hombres y mujeres,

no sólo cristianos, que te tienen la mayor gratitud

por tu belleza, toda gracia y humildad: porque

 en medio de tantas nubes oscuras tú eres un signo

de esperanza, signo de consuelo”

Te traigo las sonrisas de los niños

que aprenden tu nombre delante de tu imagen,

en brazos de sus madres y abuelas,

y empiezan a conocer

que tienen una Madre en el Cielo.

Y cuando, en la vida, sucede que esas sonrisas

dan paso a las lágrimas,

¡qué importante es haberte conocido!,

¡haber tenido el don de tu maternidad!

“Te traigo la gratitud de los mayores y los ancianos:

una gratitud acorde con sus vidas, tejida de recuerdos,

de alegrías y de dolores, de logros que saben bien

 que los han conseguido con tu ayuda,

 sosteniendo sus manos en la tuya”

Madre te traigo las preocupaciones de las familias,

de padres y madres que a menudo luchan

para llegar a fin de mes en casa,

y afrontan día a día

pequeños y grandes retos para salir adelante.

“En particular, te confío a las parejas jóvenes, para que mirándote a ti

y a San José afronten la vida con valentía confiando en la Providencia de Dios”

Te traigo los sueños y las ansias de los jóvenes,

abiertos al futuro, pero frenados por una cultura

rica en cosas y pobre en valores,

saturada de información y deficiente en educación,

persuasiva al engañar y despiadada al decepcionar.

Te encomiendo especialmente a losjóvenes,

losmás afectados por la pandemia,

para que puedan reanudar lentamente

a agitar y desplegar sus alas

y redescubrir el sabor de volar alto.

“Virgen Inmaculada, hoy me habría gustado

traerte la acción de gracias del pueblo ucraniano,

del pueblo ucraniano por la paz que llevamos

tanto tiempo pidiendo al Señor.

En cambio, aún tengo que traerte la súplica de los niños,

de los ancianos de los padres y madres, de los jóvenes

de esa tierra martirizada, que sufre tanto.

Pero, en realidad, todos sabemos que estás

con ellos y con todos los que sufren,

como tú estuviste junto a la cruz de tu Hijo”

¡Gracias, Madre nuestra!

Mirándote a ti, que estás libre de pecado,

que podamos seguir creyendo y esperando.

Que sobre el odio prevalezca el amor,

que sobre la mentira prevalezca la verdad,

que sobre la ofensa prevalezca el perdón,

que sobre la guerra prevalezca la paz. ¡Que así sea!

Abre el seminario diocesano castrense

Necesitamos tu ayuda para el sostenimiento de los seminaristas

Noticias relacionadas

0 comentarios

Pin It on Pinterest

¡Compartí esta noticia!

¡Enviásela a tus amig@s!