Papa Francisco | Si quiero ser del Señor, debo dejar que Él sea mi pastor, y Él no es pastor de lobos, es pastor de corderos, mansos, humildes, amables con el Señor

15 febrero, 2023

Papa Francisco | Si quiero ser del Señor, debo dejar que Él sea mi pastor, y Él no es pastor de lobos, es pastor de corderos, mansos, humildes, amables con el Señor, así lo señalaba el Santo Padre durante el mensaje compartido durante la Audiencia General. Celebrada en el Aula Pablo VI, en su discurso Su Santidad Francisco continuando el ciclo de catequesis, La pasión por la evangelización; se refirió al celo apostólico del creyente, centrando su meditación en el tema, “El primer apostolado” (Lectura: Mt 10,7-10.16).

En el mensaje decía, “(…) evangelizar, no es decir: ‘Mira, blablabla’ y nada más; hay una pasión que lo implica todo: la mente, el corazón, las manos, el ir… todo, toda la persona está implicada en esto de anunciar el Evangelio, y por eso hablamos de la pasión de evangelizar”. Agregando, continuó, “el Evangelio dice que Jesús «hizo a Doce de ellos -a los que llamó apóstoles- para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14). Hay un aspecto que parece contradictorio: les llama a estar con Él y a ir a predicar. Uno diría: o lo uno o lo otro, o te quedas o te vas. Pero no: para Jesús no hay irse sin quedarse ni quedarse sin irse”.

El Papa, además, recordó, “(…) sólo la persona que está con Él puede llevar el Evangelio de Jesús. Quien no está con Él no puede llevar el Evangelio. Traerá ideas, pero no el Evangelio”.

Continuando, señalaba más adelante sobre Jesús, “después de haber llamado a sí a los discípulos y antes de enviarlos, Cristo les dirige un discurso, conocido como el «discurso misionero» -así se llama en el Evangelio-. Se encuentra en el capítulo 10 del Evangelio de Mateo y es como la «constitución» del anuncio. De ese discurso, que os recomiendo leer hoy -es sólo una pequeña página del Evangelio-, extraigo tres aspectos: por qué proclamar, qué proclamar y cómo proclamar”.

Sobre el primero de los aspectos: ¿por qué proclamar? El Santo Padre, decía, “razón está en cinco palabras de Jesús, que nos hará bien recordar: «De gracia recibisteis, dad de gracia» (v. 8). Son cinco palabras. Pero, ¿por qué anunciarlo? Porque gratuitamente he recibido y gratuitamente debo dar. El anuncio no parte de nosotros, sino de la belleza de lo que hemos recibido gratuitamente, sin méritos: encontrar a Jesús, conocerlo, descubrir que somos amados y salvados”.

Respecto de la segunda condiciones: “¿qué proclamar? El Papa dijo, “Jesús dice: «Predicad diciendo que el Reino de los Cielos está cerca» (v. 7). Esto es lo que hay que decir, ante todo: Dios está cerca. Pero, nunca olvides esto: Dios siempre ha estado cerca de la gente, Él mismo se lo dijo a la gente. Dijo: «Mirad, ¿qué Dios está tan cerca de las naciones como yo lo estoy de vosotros? La cercanía es una de las cosas más importantes de Dios. Hay tres cosas importantes: cercanía, misericordia y ternura”.

En tercer lugar, decía sobre: ¿cómo anunciarlo? “Es el aspecto en el que más se detiene Jesús: cómo anunciar, cuál es el método, cuál debe ser el lenguaje para anunciar; es significativo: nos dice que el modo, el estilo es esencial en el testimonio. Dar testimonio no implica sólo la mente y decir algo, conceptos: no. Implica todo, mente, corazón, manos, todo, los tres lenguajes de la persona: el lenguaje del pensamiento, el lenguaje de los afectos y el lenguaje del trabajo. Los tres idiomas”.

Finalmente, el Pontífice, recordó, “si quiero ser del Señor, debo dejar que Él sea mi pastor, y Él no es pastor de lobos, es pastor de corderos, mansos, humildes, amables con el Señor. Completando, pidió, “id mansos y buenos como corderos, sin mundanidad, e id juntos. Esta es la clave del éxito de la evangelización. Acojamos estas invitaciones de Jesús: que sus palabras sean nuestro punto de referencia”.

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

Catequesis. 4. El primer apostolado

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuamos nuestra catequesis; el tema que hemos elegido es: «La pasión de evangelizar, el celo apostólico». Porque evangelizar, no es decir: ‘Mira, blablabla’ y nada más; hay una pasión que lo implica todo: la mente, el corazón, las manos, el ir… todo, toda la persona está implicada en esto de anunciar el Evangelio, y por eso hablamos de la pasión de evangelizar. Habiendo visto en Jesús al modelo y al maestro del anuncio, dirijámonos hoy a los primeros discípulos. El Evangelio dice que Jesús «hizo a Doce de ellos -a los que llamó apóstoles- para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14). Hay un aspecto que parece contradictorio: les llama a estar con Él y a ir a predicar. Uno diría: o lo uno o lo otro, o te quedas o te vas. Pero no: para Jesús no hay irse sin quedarse ni quedarse sin irse. No es fácil comprenderlo, pero es así. Intentemos comprender un poco cuál es el sentido con el que Jesús dice estas cosas.

En primer lugar, no hay ir sin quedarse: antes de enviar a los discípulos en misión, Cristo -dice el Evangelio- «los llama a sí» (cf. Mt 10,1). El anuncio nace del encuentro con el Señor; de ahí parte toda actividad cristiana, especialmente la misión. No se aprende en una academia: ¡no! Comienza a partir del encuentro con el Señor. Dar testimonio de Él, de hecho, significa irradiarlo; pero si no recibimos su luz, nos apagaremos; si no lo atendemos, nos llevaremos a nosotros mismos en lugar de a Él -yo me llevo a mí mismo y no a Él- y todo será en vano. Por lo tanto, sólo la persona que está con Él puede llevar el Evangelio de Jesús. Quien no está con Él no puede llevar el Evangelio. Traerá ideas, pero no el Evangelio. Pero tampoco hay ser sin ir. De hecho, el seguimiento de Cristo no es un hecho intimista: sin anuncio, sin servicio, sin misión la relación con Jesús no crece. Observamos que en el Evangelio el Señor envía a los discípulos antes de haber completado su preparación: poco después de haberlos llamado, ¡ya los envía! Esto significa que la experiencia de la misión forma parte de la formación cristiana. Recordemos, pues, estos dos momentos constitutivos de todo discípulo: estar con Jesús e ir, enviado por Jesús.

Después de haber llamado a sí a los discípulos y antes de enviarlos, Cristo les dirige un discurso, conocido como el «discurso misionero» -así se llama en el Evangelio-. Se encuentra en el capítulo 10 del Evangelio de Mateo y es como la «constitución» del anuncio. De ese discurso, que os recomiendo leer hoy -es sólo una pequeña página del Evangelio-, extraigo tres aspectos: por qué proclamar, qué proclamar y cómo proclamar.

Por qué proclamar. La razón está en cinco palabras de Jesús, que nos hará bien recordar: «De gracia recibisteis, dad de gracia» (v. 8). Son cinco palabras. Pero, ¿por qué anunciarlo? Porque gratuitamente he recibido y gratuitamente debo dar. El anuncio no parte de nosotros, sino de la belleza de lo que hemos recibido gratuitamente, sin méritos: encontrar a Jesús, conocerlo, descubrir que somos amados y salvados. Es un don tan grande que no podemos guardarlo para nosotros, sentimos la necesidad de difundirlo; pero en el mismo estilo, es decir, en gratuidad. En otras palabras: tenemos un don, por lo que estamos llamados a hacer de él un don; hemos recibido un don y nuestra vocación es hacer de él un don para los demás; existe en nosotros la alegría de ser hijos de Dios, ¡hay que compartirla con nuestros hermanos y hermanas que aún no la conocen! Este es el motivo de la proclamación. Vayan y lleven la alegría de lo que hemos recibido.

En segundo lugar, ¿qué proclamar? Jesús dice: «Predicad diciendo que el Reino de los Cielos está cerca» (v. 7). Esto es lo que hay que decir, ante todo: Dios está cerca. Pero, nunca olvides esto: Dios siempre ha estado cerca de la gente, Él mismo se lo dijo a la gente. Dijo: «Mirad, ¿qué Dios está tan cerca de las naciones como yo lo estoy de vosotros? La cercanía es una de las cosas más importantes de Dios. Hay tres cosas importantes: cercanía, misericordia y ternura. No lo olvides. ¿Quién es Dios? El Cercano, el Tierno, el Misericordioso. Esa es la realidad de Dios. Nosotros, al predicar, a menudo invitamos a la gente a hacer algo, y eso está bien; pero no olvidemos que el mensaje principal es que Él está cerca: cercanía, misericordia y ternura. Aceptar el amor de Dios es más difícil porque siempre queremos estar en el centro, queremos ser protagonistas, somos más proclives a hacer que a dejarnos moldear, a hablar más que a escuchar. Pero, si lo que hacemos es lo primero, seguiremos siendo los protagonistas. En cambio, el anuncio debe dar la primacía a Dios, Dios en primer lugar, y dar a los demás la oportunidad de acogerle, de darse cuenta de que está cerca. Y yo, detrás.

Tercer punto: cómo anunciarlo. Es el aspecto en el que más se detiene Jesús: cómo anunciar, cuál es el método, cuál debe ser el lenguaje para anunciar; es significativo: nos dice que el modo, el estilo es esencial en el testimonio. Dar testimonio no implica sólo la mente y decir algo, conceptos: no. Implica todo, mente, corazón, manos, todo, los tres lenguajes de la persona: el lenguaje del pensamiento, el lenguaje de los afectos y el lenguaje del trabajo. Los tres idiomas. No se puede evangelizar sólo con la mente o sólo con el corazón o sólo con las manos. Todo implica. Y, en estilo, lo importante es el testimonio, como Jesús quiere que hagamos. Dice: «Os envío como ovejas en medio de lobos» (v. 16). No nos pide que seamos capaces de enfrentarnos a los lobos, es decir, que seamos capaces de argumentar, contraargumentar y defendernos: no. Pensaríamos así: hagámonos relevantes, numerosos, prestigiosos, y el mundo nos escuchará y nos respetará y venceremos a los lobos: no, no es así. No, os envío como ovejas, como corderos, eso es lo importante. Si no queréis ser ovejas, el Señor no os defenderá de los lobos. Organízate como puedas. Pero si sois ovejas, tened la seguridad de que el Señor os defenderá de los lobos. Sé humilde. Nos pide que seamos así, que seamos mansos e inocentes, que estemos dispuestos al sacrificio; porque esto es lo que representa el cordero: la mansedumbre, la inocencia, la entrega, la ternura. Y Él, el Pastor, reconocerá a sus corderos y los protegerá de los lobos. En cambio, los corderos disfrazados de lobos son desenmascarados y mutilados. Un Padre de la Iglesia escribió: «Mientras seamos corderos, venceremos y, aunque estemos rodeados de muchos lobos, los venceremos. Pero si nos convertimos en lobos seremos derrotados, porque nos veremos privados de la ayuda del pastor. No pastorea lobos, sino corderos» (San Juan Crisóstomo, Homilía 33 sobre el Evangelio de Mateo). Si quiero ser del Señor, debo dejar que Él sea mi pastor, y Él no es pastor de lobos, es pastor de corderos, mansos, humildes, amables con el Señor.

Siguiendo con la forma de anunciar, llama la atención que Jesús, en lugar de prescribir lo que hay que llevar a una misión, dice lo que no hay que llevar. A veces, uno ve a algún apóstol, a algún conmovedor, a algún cristiano que dice que es apóstol y que ha entregado su vida al Señor, y trae mucho equipaje: pero esto no es del Señor, el Señor te hace ligero de equipaje y te dice lo que no debes llevar: «No llevéis oro ni plata ni dinero en vuestros cinturones, ni bolsa de viaje, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón» (vv. 9-10). No lleves nada. Dice que no nos apoyemos en certezas materiales, que vayamos por el mundo sin mundanidad. Esto es lo que hay que decir: voy al mundo no con el estilo del mundo, no con los valores del mundo, no con la mundanidad -para la Iglesia, caer en la mundanidad es lo peor que puede suceder-. Yo opto por la sencillez. Así es como anunciamos: mostrando a Jesús en lugar de hablar de Jesús. ¿Y cómo mostramos a Jesús? Con nuestro testigo. Y, por último, yendo juntos, en comunidad: el Señor envía a todos los discípulos, pero ninguno va solo. La Iglesia apostólica es toda ella misionera y en la misión encuentra su unidad. Así que: id mansos y buenos como corderos, sin mundanidad, e id juntos. Esta es la clave del éxito de la evangelización. Acojamos estas invitaciones de Jesús: que sus palabras sean nuestro punto de referencia.

__________________________________

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Los animo a leer con frecuencia el Evangelio y a confrontar nuestra vida y nuestros apostolados con las palabras de Jesús, que nos muestran el camino para ser discípulos y misioneros a la medida de su Corazón. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

* * *

Doy una calurosa bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Son muchos. En particular, saludo a los Padres Estigmatinos y a las Hermanitas de la Divina Providencia, que celebran sus respectivos Capítulos generales: os animo a ser misioneros de la unidad en todas partes, fundando vuestra vida y vuestro apostolado en la Palabra de Dios. Os acojo con alegría a vosotros, diáconos de la archidiócesis de Milán, que dentro de pocos meses seréis ordenados sacerdotes, y os deseo que vuestra visita a Roma renueve en vosotros el entusiasmo de una respuesta generosa a la llamada del Señor. Saludo también a la Joven Orquesta de Carpi: ¡queremos escucharte! – y la Fuerza Aérea de Grazzanise y Licola.

Por último, mis pensamientos se dirigen, como de costumbre, a los jóvenes, los enfermos, los ancianos y los recién casados. Inspirándome en los santos Cirilo y Metodio, apóstoles de los eslavos y copatronos de Europa, cuya fiesta litúrgica celebramos ayer, os invito a dar testimonio del Evangelio cada día, difundiendo a vuestro alrededor la fragancia de la caridad de Cristo, que gana los corazones para el bien.

Y, hermanos y hermanas, no olvidemos al querido y atormentado pueblo de Ucrania, rezando para que su cruel sufrimiento llegue pronto a su fin. A todos mi bendición.

Abre el seminario diocesano castrense

Necesitamos tu ayuda para el sostenimiento de los seminaristas

Noticias relacionadas

0 comentarios

Pin It on Pinterest

¡Compartí esta noticia!

¡Enviásela a tus amig@s!